CAPITULO 1, ( 3ª PARTE )
La casualidad quiso que el día elegido para
ejecutar los primeros desahucios programados coincidiera con el aniversario de
la fecha de las últimas elecciones municipales. El miércoles veintiocho de mayo
de mil novecientos noventa y seis
Amaneció despejado y con buen tiempo. El calor del ya próximo
verano se insinuaba con una temperatura agradable aún antes de la salida del
sol. Los policías de la compañía
antidisturbios, empezaban a sudar bajo el pesado uniforme. Se desplegaron por
los accesos al barrio, controlando las calles para evitar la entrada de
personas ajenas a él cuando se corriese la voz de que se iban a ejecutar los
mandamientos de desahucio dictados por el juzgado. Esperaban que algo mas tarde de las nueve, apareciese por allí el secretario y los funcionarios del jugado. También esperaban a los obreros de una empresa municipal que debían sacar a la calle los enseres de aquellas casas en las que sus inquilinos no lo hubiesen hecho previamente, agujerear los tejados para inhabilitar las viviendas, y
tapiar puertas y ventanas, a la espera del derribo definitivo.
Timoteo regresó de
sus correrías nocturnas sobre las ocho de la mañana. Aparcó el coche fuera de
la zona, en la calle Sant Adriá. Decidió tomarse un café con leche antes de
meterse en la cama, y recorrió unos metros, hasta la calle Estadella. Entró en
el bar “El Recreo”, también conocido por el mal nombre de “Can Fritangas”, ya
que la cocina de calidad, no era unos de los atractivos de aquél local. Lo
regentaba Matías, otro antiguo legionario, como Timoteo. Un hombre entrado en
la cuarentena, con aspecto algo patibulario y descuidado. Matías no se daba demasiada buena maña
cocinando, y las pocas tapas que servía en aquél lugar, pasaban todas por la freidora, a la que
cambiaba el aceite para las frituras muy de tarde en tarde. La campana extractora de la cocina, también necesitaba una limpieza urgente. Sumado lo uno a lo otro, el penetrante aroma de fritura algo rancia invadía todos los rincones de aquél local. Limpiando, Matías tampoco se esmeraba demasiado, y el local ofrecía un aspecto algo descuidado y sucio. Pero “El Recreo” era
atractivo para la juventud del barrio. Los precios moderados de la bebida, y
las fabulas, las “batallitas” que Matías explicaba sobre su paso por la legión,
atraían a los jovenzuelos de la zona. Una mesa de futbolín completaba el
magnetismo que el local ejercía sobre los muchachos. La ancha acera frente al local, permitía
colocar unas cuantas mesas en el exterior, eso garantizaba el éxito del bar en
las largas noches de verano. Muy a pesar de los vecinos de los pisos situados
sobre el bar, que alguna madrugada, y hartos de griterío, habían remojado algún
vez a los ocupantes de la terraza con el lanzamiento de cubos de agua.
Timoteo no se
sorprendió de encontrar allí a su amigo Antonio Cortés, también conocido como
“el Tato”.
Antonio Cortés,
“el Tato”, era el hijo mayor de un gitano y de una “paya”. Su padre, Ramón, se
dedicaba al negocio de la recogida de chatarra. Se rumoreaba que tenía una
pequeña fortuna, aunque seguía residiendo en la zona y era un hombre de comportamiento
y gustos austeros. Su único lujo conocido era su hijo Antonio, el primogénito.
Tras el, habían nacido tres hermosas niñas, y su esposa, decidió que cuatro
hijos ya eran suficientes. Cuando Antonio regresó del servicio militar, Ramón
le pasó a su hijo la responsabilidad del transporte y las recogidas en la
chatarrería. Antonio amplió el negocio con una sorprendente capacidad de organización.
Pero también amplió su propia capacidad de negocio a otros ámbitos no demasiado
legales.
Timoteo entró en
el bar. Al menos a aquellas horas, el ambiente en el local aún era respirable.
- Buenos días
“Timo”. Haces cara de cansancio, ¿ aún no te has ido a dormir ?.
- Aún no. Vengo de
hacer la ronda de reparto.
- ¿ De colocar esa
birria de hachís mezclado con mierda de gato ?.
- ¿ Que quieres
que haga “Tato” ?. La gente quiere “mandanga” económica. El día que se fumen
alguna cosa sin adulterar, igual acaban ingresados en el hospital con un ataque
de risa incontrolable. ¿ Hace otro café ?.
Mientras Matías
preparaba la ronda de cafés en la cafetera, Timoteo levantó la vista hacia la
estantería de botellas que había tras la barra. Le sorprendió un azulejo de
cerámica que antes no había visto. Tenía una inscripción:
“ Ángel de la guarda
que
guardas los pecadores
aparta de esta casa
a
los malos pagadores “
- Matías,¿ qué
quieres decir con ese rótulo del azulejo
?.
- Na, no
va por vosotros. Pero es que hay gentusa
en este barrio que se cree que yo tengo un banco. Y estoy harto de apuntar consumisiones que naide s´acuerda
después de pagarme. Si es que te dejan argo a debé y ya ni pasan por delante de
la puerta.
- También tienes
algo de razón.- Dijo Antonio.
- Si cobrase too lo que me deben, me podría ir de vacasiones a Marbella un mes por lo menos
- “Timo”, ¿ ya has
visto como está hoy el barrio ?.
- No Antonio, he
aparcado el coche y he entrado aquí a tomarme el café.
- Pues está
rodeado por la policía, la “pasma”. Hoy empiezan con los desalojos. Desde la
madrugada, han situado las furgonetas de los antidisturbios alrededor.
- Ya ni me
acordaba Antonio. Se va a liar un buen follón. Los “anarcos” han estado estos
últimos días preparándose para montar una batalla campal. Me parece que esta
mañana no me van a dejar pegar ojo.
- Ya es una
lástima que echen a esa pobre gente. Dicen por ahí que van a levantar pisos de
lujo en el solar que quede libre cuando derriben todas las casitas. Tú también
estas afectado, “Timo”. ¿ Donde irás
cuando te obliguen a “ahuecar” de la casa ?.
- No tengo ni puta
idea, Antonio. Yo vivo al día, y solo me preocupa lo que pase desde hoy hasta la semana que viene. A partir de ahí,
Dios dirá. Me voy a dormir, a ver si con suerte no hay demasiada escandalera.
- Pásate esta
noche por aquí antes de irte, “Timo”. Estaré con mi nena y echamos unas cervezas
juntos.
- Una solo, que
después tengo que conducir por ahí. Hasta luego.
Timoteo salió del
bar. Cuando alcanzó el límite de la retícula de casitas que conformaban el
barrio, vio que todos los accesos estaban controlados por agentes de la policía
nacional. Al llegar a la entrada de su calle, se encontró con una barrera de
policías equipados con material antidisturbios. Para poder acceder al interior
de la calle, tuvo que identificarse ante los policías con su carnet de
identidad y justificar que vivía allí. No le hizo demasiada gracia.
Veinte metros más
allá de su casa, había un grupo numeroso de personas que ocupaban toda aquella
estrecha calle. Estaban frente a una de las casas afectadas por el desahucio de
aquél día. Era la casa de la Mari. Aún no habían aparecido por allí los
funcionarios del juzgado, pero los ánimos ya estaban exaltados. Observó a
algunos de los componentes del grupo de anarquistas del barrio en aquél grupo.
No se explicaba cómo habían podido sortear el control de la policía nacional,
pero allí estaban. Se habían pertrechado con algunos de los contenedores de
basuras, y parecía que los iban a utilizar como barricadas para cerrar el paso
a los policías. Entró en su casa con el ánimo sombrío.
No se molestó en
levantar la persiana de la ventana. Se tendió en el sofá del minúsculo comedor,
escuchando los sonidos amortiguados de la batalla que se preparaba en la calle.
Cerró los ojos por instante, y cayó en el sopor provocado por el cansancio y la
noche pasada en blanco.
No supo cuanto
tiempo había pasado cuando abrió otra vez los ojos. Seguía escuchándose un
sordo rumor procedente de la calle. Allí, frente a él, en el rincón del comedor, volvía a estar
aquella presencia inquietante.
- Buenos días Timoteo. ¿ Tienes el cuajo de
echarte a dormir mientras echan fuera de sus casas a tus amigos y vecinos ?.
- ¿ Y qué puedo
hacer yo frente a una compañía de antidisturbios ?. Tan solo acabar con la
cabeza reventada y detenido en la comisaria.
- Eso no debería
darte miedo, ya tienes experiencia pisando comisarias como detenido. Quizás de
esa manera, tus vecinos tendrían mejor concepto de un pequeño “chorizo” como
tú.- Timoteo se incorporó en el sofá. La ultima insolencia del demonio, había
tenido el efecto de despejarle la modorra. Se puso en pié y se enfrentó al
demonio. Puso su cara a unos centímetros de aquella alucinación. Miró aquél
rostro inhumano, y lo rozó con los dedos. Notó un tacto suave y solido debajo
de ellos, acompañado de una tremenda sensación de frio. Parecía alguien real.
- ¿ Y tú Beleth ?.
Nada menos que un príncipe de los infiernos. Un jefe militar con mando sobre
ochenta y cinco legiones de demonios.-- Timoteo seguía manteniendo su rostro a escasos milímetros de la cara de Beleth.-- ¡¡ Un diablo todopoderoso, un ángel caído
por ambicionar el saber y el poder de Dios !!, el demonio que regaló el conocimiento
divino a los hombres adiestrándoles en el arte de las matemáticas.- Timoteo
notó la mirada sorprendida de Beleth en aquellos ojos negros como la
noche, casi inescrutables. Un rugido
ronco le respondió.
- ¡¡ Tu !!. ¿ Como
sabes todo eso de mí ?.
- ¡¡ Vaya, el
“chorizo” iletrado te ha sorprendido. Creía que siempre estabas a mi lado,
aunque no te viese cerca de mí. Desde que empezaste a torturarme con tus
apariciones, me he documentado. Tardé unos días. Primero, le pregunté a don
Manuel, el sacerdote de la parroquia. Al escuchar tu nombre, se santiguó
inmediatamente, y salvo decirme que eras un demonio, poco mas pudo explicarme.
Me costó unos días, pero por suerte, conseguí encontrar en una librería de
viejo una traducción al castellano del “Ars Goetia”, una parte del libro que
escribió Salomón acerca de los demonios. No solo eres un demonio, sino uno de
sus siete príncipes. Me han colocado un vigilante infernal de lujo. ¿ Porqué
tu, nada menos ?.- El demonio permaneció en silencio unos instantes. Parpadeó
un instante con aquellos extraños parpados, y tras, aparentemente meditar lo
que iba a decir, habló :
( continuará )
Me he quedado con la intriga de saber cómo continúa esta historia.
ResponderEliminarMe gusta la parte demoniaca. Aprender cosas nuevas sobre la oscuridad.
Sigue así amigo porque esta super interesante. O al menos para mí. La duplicidad de las personas. El Ying y el Yang. Me gusta.
Rebeca.
Que bien que te he reencontrado, os había perdido con los virus y los cambios.
ResponderEliminarMe encanta la historia.
Un beso
Te echaba en falta, Pilar.
ResponderEliminarUn beso.