Miembros de la Guardia de Asalto, fuerzas policiales, se enfrentan a los militares sublevados en
la barcelonesa calle Diputación, en la mañana de 18 de Julio de 1.936.
( Autor : Agustí Centelles )
Hoy se cumplen setenta y cinco años de la guerra civil española. Quizás seria mas sensato llamar a aquél periodo la guerra
incivil, porque en la historia de este país dificilmente se puede encontrar un tiempo tan violento y sangriento a la vez.
Hay dos periodos bélicos en la historia del siglo XX que ha generado una cuantiosa bibliografia a nivel mundial, mas que cualquier otro periodo histórico. Uno de ellos es el que nos ocupa en este artículo, el otro, es la segunda guerra mundial, que arrancó a los pocos meses del final de nuestra contienda.
Sobre la rebelión militar, sobre los combates, las batallas y la posterior derrota y desaparición de la República, sobre los protagonista de los dos bandos, se han publicado miles de obras que han analizado estos temas del derecho y del revés. Pero pocos, muy pocos historiadores se han interesado por las raíces profundas de este estallido de locura colectiva.
Se han publicado algunos trabajos que pueden dar una visión certera de los años que van desde el desastre colonial de 1.898 hasta el estallido de la locura en 1.936. Y las claves, están en ese periodo.
La incapacidad para estructurar una sociedad moderna de los lideres políticos de La Restauración, ( 1.875-1923 ), la alternancia en el poder de los dos grandes partidos ( Liberales y Conservadores ) asfixió cualquier iniciativa de sumarse y homologarse a la política imperante en Europa. La oligarquías tradicionales ( alta burguesía agraria, mercantil, y financiera, y una parte de la nobleza que se adaptó al régimen liberal ), cerraron el paso a la emergente pequeña burguesía urbana, y al proletariado influenciado por la radicalidad de las doctrinas revolucionarias propagadas por la revolución soviética, y el movimiento anarquista, que se nutria de las penosas condiciones de vida de los obreros y jornaleros del campo, proclamando la
"acción directa" contra el sistema como única salida para la depauperada clase obrera
La monarquía de Alfonso XIII tampoco supo estar a la altura de lo que exigían las circunstancias de aquellos años. Su continua ingerencia en la política, tratando de poner y quitar gobiernos a su antojo, culminó con el error de patrocinar la dictadura del general Primo de Ribera, que a la larga, seria la puntilla al régimen monárquico.
Con todo, su peor error fue la llamada guerra del
"Riff" en el norte de Marruecos. El intento de volver a una política colonia desaparecida en 1.898, acabo derivando en una prolongada campaña que duró dieciséis años, con desastres militares como el de
Annual y el Barranco del Lobo para las tropas españolas, y atrocidades como el uso de armas químicas de factura alemana contra los rifeños.
La guerra de Marruecos significó para la monarquía una tremenda impopularidad entre las clases bajas, de las que se nutria el ejercito colonial.
Las clases adineradas, eximían del servicio militar a sus hijos, pagando una cantidad en metálico, la llamada
"substitución", por la cuál, otro "quinto" menos afortunado y sin recursos, ocupaba el lugar en filas del privilegiado.
Fue una guerra prolongada y feroz, donde los dos bandos cometieron atrocidades con los enemigos prisioneros.
Allí emergió una nueva clase de militares, los llamados oficiales
"africanistas". La experiencia vivida en Marruecos les transformó en una casta violenta y sin escrúpulos, para los que una vida humana, valía tanto como la munición empleada en extinguirla. Casi todos los generales y altos oficiales sublevados en 1.936 pertenecían a este grupo.
El general
Primo de Rivera, asaltó el poder mediante un golpe de estado, con el consentimiento tácito de Alfonso XIII, realizado justo cuando el gobierno legalmente constituido iba a abrir una investigación sobre los problemas y desastres de la guerra del Riff, por aquellas fechas en su momento álgido. La proyectada investigación, podía poner al descubierto la incompetencia y la corrupción de varios de los jefes militares al mando de las operaciones. El ejercito no podía tolerár que se aireasen sus trapos sucios.
Tras la caída de la dictadura de Primo de Rivera, la monarquía intentó constituir un gobierno civil afín a sus intereses, y dócil a sus manejos. Pero la opción Republicana, había prendido con fuerza hasta en algunos de los incondicionales de la monarquía, y unas
"inicuas" elecciones municipales, celebradas el 12 de abril de 1.931 arrojaron el triunfo de los partidos republicanos en cuarenta y una de las capitales de provincia.
Tres días mas tarde, Alfonso XII abandonaba el país en un buque de guerra que le trasladó a su exilio italiano.
El primer gobierno de la República trazó un ambicioso plan de modernización sobre el papel. Incluía una ambiciosa reforma agraria para mitigar el problema de los campesinos jornaleros sin tierra, que malvivian trabajando los latifundios de los terratenientes, una reforma que nunca llegó a desarrollarse y que hizo caér en la frustración y la desasperación a todos los que creyeron en ella.
Los planes de modernización, también incluían confinar el poder de la Iglesia católica al interior de sus templos. Los religiosos, disponían del control casi exclusivo de servicios sociales como la enseñanza y la sanidad. Esta reforma contra el poder eclesiástico, se intentó realzar de una forma burda y acelerada, que solo consiguió irritar a las clases adineradas, profundamente católicas y conservadoras, y provocó que los eclesiásticos radicalizaran sus sermones en contra de los políticos progresistas de una manera violenta, incitando a la rebelión de los católicos.
La llegada al poder de la derecha, reorganizada en el partido de la CEDA, en el bienio 1.934-1.936, congeló las reformas emprendidas por el primer gobierno, compuesto por socialistas y republicanos de centro. Trató de congraciarse con la Iglesia, devolviéndoles el control de las escuelas, los bienes incautados, y las subvenciones estatales. Abortó también el intento secesionista de Lluis Companys, presidente de la Generalidad de Cataluña, que había proclamado unilateralmente la independencia, sacando las tropas a la calle que acabaron con la secesión a cañonazos contra la sede del gobierno catalán, sin apenas victimas.
El relevo en el podér de las derechas, aparte de polarizár hasta una tensión extrema la vida política española, tuvo la virtud de unir en un solo bloque a todos los partidos de centro-izquierda, constituyéndose la coalición denominada
"Frente Popular", que triunfó arrolladoramente en las elecciones de Enero de 1.936.
A partir de ese momento, la violencia en la vida política y parlamentaria fue
"in crescendo". La mayoría progresista era vista como una amenaza por un sector importante del ejército, el cual vió confirmados sus temores tras el cierre por el gobierno de Azaña de la Academia Militar de Zaragoza. Las plantillas de jefes y oficiales estaban sobredimensionadas para el volumen de efectivos del ejercito, y aunque era una medida prudente, cayó como un jarro de agua fría en los cuarteles. Los movimientos radicales de anarquistas y comunistas eran vistos con miedo por las clases pudientes, que temían la instauración de un régimen de corte soviético.
A todo esto hay que añadirle, la fundación de
"Falange Española" unos meses antes por José Antonio Primo de Rivera, hijo del dictador. Era un partido ultraderechista, de corte e inspiración según el modelo del fascismo italiano, cuyo programa fundacional contemplaba la violencia armada para llegar para hacerse con el podér. No tardaron demasiado tiempo en enzarzarse en tiroteos en las calles contra los elementos mas radicales del anarquismo y del naciente comunismo español
El drama, estaba servido por una convección de fuerzas :
- Un ejercito cuyos oficiales eran celosos de sus privilegios, embrutecidos en una guerra coloniál, y que se creían depositarios de los destinos del país, que veían al proletariado como una monstruo infrahumano.
- Unas clases acomodadas que veían peligrar su control e influencia sobre la sociedad española, y creían inminente un estallido revolucionario.
- Una iglesia que veía amenazados sus privilegios seculares en una sociedad que evolucionaba hacia el laicismo, y que empezó a clamar por una "cruzada" contra las izquierdas inmediatamente después de la proclamación del nuevo régimen.
-Una clase obrera y campesina, sumidas en la miseria, y frustradas por el incumplimiento de las reformas prometidas al proclamarse la República.
Han pasado estos setenta y cinco años desde entonces, y a pesár de la tan cacareada
transición política que ocurrió aquí a mediados de los setenta, las heridas no han cicatrizado aún.
Seguimos teniendo a parte de los asesinados por la represión en retaguardia de aquellos dias enterrados en fosas anónimas. Una mal diseñada y gestionada ley de la
"Memoria historica", aún ha levantado ampollas y controversias en nuetra sociedad, entre partidarios y detractores de ella.
En el fondo de esta polémica, subyace la incapacidad de la teoricamente
moderna derecha española, de reconocer la participación que tuvieron sus mayores en aquella masacre.
Cuesta reconocer que nuestro dulce abuelo, aquella bondadosa persona que nos mecia cariñosamente en sus rodillas, fué un asesino que empuñó un fusíl o una pistola en su juventúd, y le descerrajó un tiro a su vecino sin pestañear, tan solo porqué pensaba de una manera diferente.
Y esto, lo hago extensivo a los descendientes de ambos bandos.
Hasta que no seamos capaces de asumir esto, no estaremos en páz con la historia, ni con nosotros mismos.
Y ya va siendo hora de que lo hagamos, porque a la generación que ahora anda por los veinte años de edad, todo esto le suena como un cuento antiguo e irreál.
Los pueblos que olvidan su historia, estan condenados a repetirla.