Vista nocturna de Barcelona desde la sierra de Collcerola
How do the fools survive ( Como sobreviven los locos ). Doobie Brothers
Viernes al mediodía. Estoy a punto de hincarle el diente al almuerzo, y suena el teléfono. En la pantalla veo el numero de mi buen amigo Paco.
- "Nen", te llamo para decirte que ha muerto la madre de Jordi.
- ¿ Jordi ?, ¿ cuál de ellos ?.- Tenemos al menos tres "Jordis" en nuestro circulo de conocidos.
Ahora soy consciente de la identidad del Jordi de nuestra conversación. Jordi P. es un viejo amigo nuestro. Nacido en Cataluña pero criado, crecido y formado en Francia. A pesar de haber regresado a España hace mas de treinta años, sigue manteniendo un leve acento francés, tanto hablando en castellano, como en catalán. De ahí el sobrenombre de "gavatxo" con el que le conocemos. No es un"mote" despectivo, como podría parecer, todo lo contrario en este caso, lo usamos como un apelativo cariñoso. La infancia, es la autentica patria de cada ser humano. Lo demás, son tonterías.
- Te llamaba para saber si vamos juntos a darle el pésame esta tarde al tanatorio.
- ¿ Esta tarde ?, imposible, tengo un compromiso ineludible. Pero podemos ir mañana por la mañana tras nuestro almuerzo comunitario con lo amiguetes.- Como Paco parece desconocer el donde y cuando será el funeral, decido llamar yo directamente a Jordi P.
Hablo con Jordi, y le encuentro relativamente animoso y tranquilo, a pesár de la defunción de su madre. Era ya una anciana que había rebasado los ochenta de edad, y su muerte ha sido la consecuencia de una enfermedad ni demasiado larga, ni tampoco corta. El final de su vida era esperado por los que la rodeaban. El funeral, como yo suponía será al mediodía del día siguiente en el tanatorio de la Ronda de Dalt.
Sábado por la mañana a primera hora. Parto hacia el almuerzo semanal y caigo en que hoy es el "dia del rovellón ( niscalo ) ". Cada año por estas fechas, cuando comienza la temporada de recolección de estas setas, el plato "estrella" de nuestro almuerzo son estas setas. Hechas a la plancha con una gotas de aceite y algo de perejil, es un autentico bocado de cardenal.
Cuando nos reunimos, veo que alguien ha decidido que acompañemos los "rovellons" con unas butifarras de carne. Echo un vistazo a los embutidos, y estos tienen un aspecto algo triste, de una calidad reseca, de que una véz pasados por la plancha, tendrán una consistencia leñosa.
Tras un rato observando como los cocineros voluntarios preparan el pequeño banquete, se me ocurre hacer una pregunta :
- ¿ Alguien ha pensado en hacer un poco de "alioli" ?.
Me devuelven una mirada se asombro y de despiste.
- Pues no, la verdad es que no.
- Pues venga, pasadme el mortero, algo de ajo, un huevo y el aceite, cocineros de pega, "pipiolos". No pensareis que nos vamos a comer estas tristes butifarras en seco.
Me enfrasco en realizar la salsa de la mejor manera posible. En mitad del jaleo y en una posición incomoda manejo el mortero. Cinco minutos mas tarde, la salsa está terminada, con un contenido de ajo aceptable, y una consistencia bastante espesa.
El dicho de que los cocineros cubren sus fracasos con las salsas, es cierto, y el "alioli" le da a aquellas carnes algo patéticas el toque adecuado para ser un plato aceptable. Los "rovellons" esta impecables, con una buena textura al paladar y un profundo aroma a bosque húmedo.
Es una seta, un fruto otoñal del bosque muy efímero. Tan solo habrá dos o tres semanas para consumirlos en fresco recién recolectados. El resto del año, los amantes de estos hongos, tendremos que consolarnos con sus conservas, un espejismo de los frescos.
Una véz liquidado el almuerzo, y masticando un chicle de mentol para disipar el aliento a ajo, emprendemos Paco y yo la travesía de la ciudad en mi coche rumbo al tanatorio de la Ronda de Dalt. No hay otro remedio que cruzar toda la ciudad de sur a norte.
Para ser un sábado por la mañana, el tráfico en el centro de Barcelona es fluido y ágil. Es una de las pocas cosas positivas que nos ha traído la crisis, hemos dejado de usar el vehículo privado hasta para ir a comprar el periódico. Llegamos en apenas veinte minutos a la ubicación del tanatorio, encaramado sobre la falda de la sierra de Collcerola, al lado del viejo cementerio de Horta. Nunca antes habíamos estado aquí ninguno de los dos
El cielo es límpido, claro y transparente. Las tormentas de la tarde anterior, son solo un recuerdo, y la luz ya ha empezado su viraje hacia el color del otoño. Localizamos la capilla donde Jordi y un puñado de familiares y amigos acompañan el cadáver de la anciana. Antes hemos cruzado un par de plantas diáfanas del moderno edificio. La luz de sol, penetra a raudales conjurando a la muerte. Una mujer joven, empleada de la compañía y vestida impecablemente de negro, sobre una peana de granito negro, interpreta piezas de música clásica con un violoncelo de una forma desganada. Tengo la impresión de que desafina un poco. Cuando la emprende con el Adagio en G menor de Albinoni, veo mi sospechas confirmadas, desafina bastante.
Jordi P. está bastante entero animicamente, dadas las circunstancias. Hablamos de trivialidades, buscando minimizar la presencia del ángel exterminador que revolotea silenciosamente por aquellas salas.
Desfilamos hacia la capilla donde será celebrado el servicio religioso. La elegante mujer rubia sigue "asesinando" con su violoncelo otras piezas musicales.
Jordi P. ha pedido dirigirnos unas palabras durante la ceremonia. Me temo que no haya preparado previamente la elegía fúnebre, y mis temores, se confirman. Suelta un discurso algo atropellado y burdo, trufado con algunas expresiones malsonantes. Un par de "collons" y algún "hostia" dejan algo perplejo durante unos instantes al capellán, un septuagenario que debe haber visto todo tipo de situaciones en estas ceremonias. Pero a pesár de lo burdo y atropellado de sus palabras, el discurso desordenado de Jordi P. es un canto de amor y respeto hacia sus padres, a su manera, y uno piensa :
- Jordi, eres un bruto, un salvaje, pero tienes un corazón de oro. Y quizás sea por eso por lo que te apreciamos todos.
Una véz acabada la ceremonia y tras habernos despedido del grupo, cruzamos las amplias salas y salimos al exterior rumbo al aparcamiento. Me sorprende lo reducido de los grupos de familiares y amigos que velan a sus deudos en las capillas del tanatorio. Aunque es el mediodía de un sábado, apenas hay gente entre el bosque de columnas de aquella salas. Eso, a pesár de que prácticamente todas las capillas están ocupadas.
La vista desde aquella altura es impresionante. La ciudad parece resbalar hacia el mar entre los dos ríos. Sigo la primera linea de costa con la vista, y mis ojos tropiezan con los rascacielos de formas rasgadas de la zona del "Fórum". Aún desde la distancia, es algo que golpea a mis ojos.
Uno empieza a creer que los arquitectos o los despachos de arquitectura modernos, en el fondo, son como mis perros, que anhelan marcar todas las esquinas del barrio con sus orines. Y ellos, con sus supuestas lineas vanguardistas. Las tendencias y las modas, pasan, pero los soberbios "mamotretos" de cuarenta plantas, seguirán ahí durante décadas rompiendo el horizonte, hasta que la fealdad, de puro familiar, pase inadvertida a nuestros ojos.
Paco y yo enfilamos la Ronda de Dalt a bordo de mi auto. Nada mas entrar en ella, el tráfico ce la vía rápida se ralentiza y se detiene. No dejo de pensar en el tanatorio vacío, a pesar de que casi todas las capillas estaban ocupadas.
- ¿ Te has dado cuenta de la poca cantidad de gente que había acompañando a sus finados ?.
- Si, he caído en eso. Apenas cinco o seis personas en cada capilla.
En un tiempo en que han florecido las redes sociales "virtuales", las viejas y reales redes sociales están extinguiéndose. Nos sentamos frente a un ordenador que nos conecta con alguien situado en las antípodas. Nos pasamos las horas muertas pulsando el "me gusta" en múltiples páginas de Facebook, creamos redes de amistad con alguien a quién no conocemos físicamente. Nos adherimos a múltiples causas que creemos justas firmando manifiestos a favor de esto o de aquello.
Pero nos apartamos de los viejos como si fuesen unos apestados. Y cuando finalmente mueren, ni siquiera somos capaces de perder algo de nuestro tiempo despidiéndonos de ellos y acompañando a sus deudos en el dolor de su ausencia.
No recordamos en aquella viejecita recién fallecida a la mujer madura que nos saludaba en la escalera durante nuestra infancia, y que alguna véz endulzó nuestros lloros desconsolados con un caramelo, su afecto y alguna caricia.
Como personas y como sociedad, nos asemejamos mas cada véz a los cangrejos ermitaños, encerrados dentro de una concha, donde nos acurrucamos aún mas en el fondo sin hacer nada cuando oímos los gritos de auxilio de nuestro vecino.
No me extraña que los poderosos nos manejen a su antojo. Ni siquiera sabemos de quién es la mano que nos golpea.
¿ Redes sociales, solidaridad ?. ¡¡ Y una mi... ( piiiiipp ) !!.
- "Nen", ¿ porque has cerrado tu página del "facebook" ?.
- Porque estaba cansándome de solicitudes de amistad de gente que desconozco, y de que todos "colguéis" chorradas intrascendentes, como esas fotos hechas con el móvil del plato de paella que vais a zamparos en el "chiringuito" de la playa, o esas otras imágenes patéticas de postales ñoñas con frases de alguien que igual sirven para un barrido como para un fregado. Paco, la amistad no es eso, es otra cosa. Y lo sabes tan bien como yo.
- ¡¡ O.K. cascarrabias !!. Cuando lleguemos, te invito a una cerveza.