Huella del impacto de la botella en los montantes de las puertas.
El pasado sábado día veinticinco de Septiembre comencé mi jornada laboral como de costumbre, a las seis de la mañana, ignorante de la batalla campal que se desarrollaba en los alrededores de la Plaza de España de Barcelona entre los participantes de un "botellón" masivo y las escasas fuerzas de la policía autonómica, los anti-disturbios de los Mozos de Escuadra.
Para aclarar mi relato a los que no conocen a lo que me dedico, soy conductor de un coche VTC de la empresa Cabify, y mi función es atender a las solicitudes de transporte que hacen nuestros clientes a través de la aplicación del móvil.
Sobre la siete de la mañana me entró una solicitud de un cliente, recogida en la calle Tinent Flomesta del barrio de Sants con final en la esquina de la calle Rocafort con Gran Vía.
El trayecto entre los dos puntos pasa por la calle de Sants, calle Cruz Cubierta, Plaza de España y finalmente el lateral de la Gran Vía.
Al llegar a la altura de Cruz Cubierta, me encuentro con un paisaje desolador : una motocicleta de alquiler tumbada y cruzada en mitad de la calzada, y el asfalto sembrado de vidrios.
Unos grupos de jóvenes ascienden por ambas aceras en dirección a la plaza de Salvador Anglada.
Reduzco la velocidad del coche para esquivar la motocicleta y evitar reventar los neumáticos con los cristales de botellas sembrados.
Sin previo aviso, un estruendo sacude el coche mientras una lluvia de cristales rotos cae sobre el capó y el techo. Un botellazo lanzado a toda potencia del brazo contra mi coche.
El pasajero entra en pánico y empieza a gritar, mientras yo, conservando la sangre fría procuro alejarme de los alborotadores sin reventar ninguna rueda.
A cincuenta metros calle abajo, hay estacionada una furgoneta de los anti-disturbios con las luces encendidas, donde están refugiados los policías. No se mueven del interior del vehículo, y no hacen ningún amago de perseguir a los gamberros, a pesar de haber contemplado con claridad lo sucedido.
Cruzo la plaza de España esquivando un mar de vidrios rotos en el asfalto y algunos contenedores de basura ardiendo. Varias furgonetas de los antidisturbios cortan el acceso a la Avenida del Paral-lel, pero tampoco veo a sus tripulaciones poniendo orden en el caos. El pasajero continua gritando histérico, mientras yo procuro calmarlo.
Por fin llegamos a su destino, donde cierro el servicio, y me desvío de la Gran Vía para echar un vistazo a los daños del coche.
Compruebo que por suerte, el impacto ha sido entre los dos montantes de los vidrios de las puertas del lado derecho, como se puede apreciar en la fotografía, y los cristales rotos que cubren el vehículo.
Si esa botella hubiese impactado contra alguno de los cristales, habría entrado en el interior del vehículo, con las consecuencias que se pueden imaginar.
Retiro el grueso de los cristales con un plumero ( mas tarde pasé el coche por un túnel de lavado ), y me tomé un café para asentar los nervios.
Por desgracia, aquí en Barcelona empezamos a acostumbrarnos a estos incidentes que se suceden una semana si y una semana no, como en su momento sucedió con la llamada "kale borroka" en el País Vasco.
Barcelona desde hace muchas décadas, ha sido una ciudad donde imperaba el civismo, el respeto mutuo y la tranquilidad.
¿ Como demonios hemos llegado a esta situación ?, pues bien, aquí empieza mi particular "Yo Acuso", parafraseando a Emil Zola.
Yo acuso al Ayuntamiento de Barcelona encabezado por la señora Colau de haber desmantelado en sus mandatos a la unidad anti-disturbios de la Guardia Urbana, fiando el orden público a la "buena voluntad" de los ciudadanos. Es harto conocida la fobia de la señora Colau y sus "mariachis progres" a los uniformes, confundiendo el uso legítimo de la violencia para evitar desordenes, con la represión indiscriminada.
Yo acuso a los sucesivos gobiernos del al Generalitat de haber desplazado las competencias en orden público de la Policia Nocional y Guardia Civil, sustituyéndolas por una policía autonómica insuficiente, mal equipada y peor entrenada para hacer frente a situaciones de desordenes y saqueos como los que estamos viviendo.
Todo esto, y la "politización" del cuerpo, reconocido públicamente por los propios sindicatos de los Mozos de Escuadra
En general, a nuestros gobernantes municipales y autonómicos, la seguridad ciudadana les importa un bledo. Ven estos actos de salvajismo como algo imprevisto que perturba la tranquilidad ciudadana, y como algo molesto para ellos, pero sin cuestionarse en ningún momento porqué ha sucedido y como evitar que se siga repitiendo.
Encogerse de hombros no elimina los problemas
Señora Colau y señor Aragonés, la teoría de "El Buen Salvaje" de Jean -Jacques Rousseau está equivocada desde el mismo momento en que el filosofo la formuló.
El ser humano no es "intrínsecamente bueno" por naturaleza, no existe una bondad "natural".
El noventa y nueve por ciento de la ciudadanía respeta las leyes por miedo al castigo y a las represalias, no por ningún prurito moral.
El "codigo de Hammurabi es el primer código penal dictado por aquél rey babilónico en el siglo XXI antes de Cristo. Ya por entonces, alguien decidió poner orden en el caos social, y lo puso por escrito, para disipar dudas
Lo único que puede garantizar el respeto a las leyes y el orden, es la estaca empuñada por una policía que haga un uso legítimo de la violencia, realice detenciones, y ponga delante de un juez a los delincuentes.
Tengo que recordarles que en el Pais Vasco, el gobierno autonómico acabo con el vandalismo sistemático dictando leyes, y sobre todo, condenando a pagar los daños ocasionados a los autores de los mismos. No hay nada mejor que "tocar el bolsillo" de los incívicos para apaciguarlos.
Todo lo demás, son gilipolleces metafísicas, que quedan muy elegantes en sus discurso político, pero que fomentan lo peor : la impunidad de los posibles delincuentes.
Señora Colau, hágase un favor a usted y a los ciudadanos de Barcelona, dimita y dedíquese a practicar el "buenismo" en su particular intimidad, y deje el gobierno de la ciudad en manos mas capaces que las suyas y las de la señora Janet Sanz.
¡¡ Jubílese, si realmente nos quiere, váyase !!.