" Journey of the sorcerer ". ( El viaje del hechicero ). The Eagles.
- Un país completamente desconocido par ti.
- Casi por completo. Solo había estado de permiso en Nueva York durante dos semanas en una ocasión. Aquella vez, decidí pasar allí unos días de descanso en las navidades de 1.943. Fue por puro agotamiento. Necesitaba poner distancia entre la guerra y yo. Acepté la invitación de un compañero de escuadrilla de pasar las navidades allí con su familia. El regresaba definitivamente a casa. Viajamos en un transporte aéreo de los que enlazaban constantemente Inglaterra y la costa este, vía Islandia y Groenlandia. No he pasado tanto frío en toda mi vida como durante los dos viajes, el de ida y el de vuelta.
Pasé aquellos días en compañía de la familia de Jimmy O´Leary, que me acogieron como a uno mas de la familia, y me enseñaron aquella inmensa ciudad. Aquél fue mi único contacto anterior con la Norteamérica real. Aquellos días fueron maravillosos. Descubrí un mundo intacto, que la guerra no había desfigurado con su destrucción, y donde la gente, paseaba tranquilamente por las calles, sin temor al sonido de las sirenas de alarma. Nada, salvo la propaganda, indicaba que el país estuviese sumido en una terrible guerra en dos frentes separados por medio mundo. También fue mi primer contacto con Irlanda, a pesar de estar al otro lado del atlántico. Los descendientes de los inmigrantes irlandeses allí, mantenían una admirable cohesión como comunidad, y conservaban sus orígenes y su cultura como un preciado tesoro. Hice allí amistades que aún perduran hoy.
- Cuando regresaste a América tras la guerra con tu familia, ¿ tenias planeado que ibas a hacer allí ?.
- Como casi todo en mi vida, fue una casualidad. Elke tenia un primo, Helmut Von Veltheim, un genio de la física. Un autentico cerebro para la ciencia. Antes, y durante la guerra, había trabajado para la compañía Siemens. Había estado ocupado durante años desarrollando los radares que la luftwaffe usó en sus cazas nocturnos, integrado en los equipos de investigadores que los habían diseñado. A medida que los norteamericanos avanzaban a través de Alemania, los servicios de información del ejercito "echaban el guante" a todos los técnicos que habían trabajado en el desarrollo de las nuevas armas, en parte para apoderarse de las tecnologías avanzadas de los nazis, y por otra parte, para evitar que cayesen en manos de los soviéticos. La guerra fría, se mascaba ya en el ambiente antes de la rendición alemana, y en ciertos aspectos, la tecnología bélica de los nazis estaba diez años por delante de la nuestra. El programa secreto "paperclip" norteamericano, significaba prácticamente secuestrar a todos los técnicos y diseñadores alemanes que habían desarrollado aquellas técnicas avanzadas, y enviarlos a Estados Unidos, buscando aprovechar sus conocimientos en condición de prisioneros de guerra. El núcleo duro de lo que después fue la NASA, estaba formado todo por los científicos alemanes capturados que habían desarrollado los misiles que sembraron la muerte en Rotterdam y en Londres.
Lee-Jaime hizo una pausa en el relato. Miraba a través del ventanal de su habitación la inmensa y rojiza luna nueva que estaba a punto de ponerse por el horizonte. Le parecía una metáfora de si mismo. El también se sentía apagado y cerca del ocaso.
- ¡¡ Que ironía !!, la humanidad alcanzó su viejo sueño de alcanzar la luna, gracias a unas armas terribles diseñadas para el exterminio.
- A veces, los grandes avances de la humanidad, han surgido de la sangre de los inocentes.
- Siempre ha sido así, Nuria. Por no hablar, de que los cohetes impulsores que al principio usó la NASA, no eran otra cosa que misiles modificados con una cápsula espacial en su extremo, exactamente igual que sus equivalentes soviéticos. Bien, Helmut no constaba en la listas de norteamericanos y soviéticos de "sabios" mas buscados, pero había contribuido a diseñar radares aerotransportados mas ligeros que los que usábamos norteamericanos e ingleses. Los nuestros, solo se podían instalar en cuatrimotores pesados. Los equipos alemanes, podían acomodarse en bimotores ligeros como el ME-110, o el JU-88. Claramente, nos habían superado en diseño. Poco a poco, en los últimos meses de servicio en Alemania, acaricié la idea de fundar una empresa en Norteamérica para la fabricación de equipos de radio navegación, radares y equipo eléctrico para aviación. Podíamos fusionar los conocimientos de Helmut, con los nuestros y mejorar espectacularmente todo lo que habíamos conocido en equipos electrónicos hasta el momento. Mis contactos con la cúpula de mando de la USAAF nos podían facilitar entrar en contacto con los principales fabricantes de aviones militares. La aviación militar estaba haciendo la transición hacia los motores a reacción, y se necesitaban equipos mas ligeros y potentes. Y ya tenia algo de experiencia en el negocio.
- La fábrica de radios de tu padre en Barcelona, ¿ verdad ?.
- Si, en una escala bastante menor, pero la tenia. Conseguí la documentación que inmigración le exigía a Helmut para establecerse en América, por suerte nunca estuvo afiliado al partido nazi, y nos instalamos en Dallas, Téxas. Mi idea, era estar cerca de una de las factorías de la North American. Era uno de los clientes potenciales, y podíamos aprovechar su parque de aviones excedente de guerra para nuestros experimentos y primeros equipos. Nuestro primer equipo de radar, se probó a bordo de un B-25 sobrante que nos cedieron. Pasé muchas hora volando en aquel avión, ajustando y calibrando el equipo
- E hiciste realidad tu sueño.
- Si, aunque los principios fueron duros. Tenia bastante dinero ahorrado. Durante todos aquellos años, prácticamente no había gastado apenas nada de todas mis pagas acumuladas. Invertí todo lo que tenia en instalarnos a vivir allí y en montar el taller que después fue el núcleo de la empresa. Hasta Elke tuvo que echarme una mano. Vendió las joyas de su familia, lo poco que le quedaba de su pasado, para invertir el dinero en el negocio. Trabajamos duro, especialmente Helmut. Dos años mas tarde, la empresa daba sus primeros beneficios, y teníamos los primeros contratos serios con el departamento de defensa. La empresa "Star Radioelectric", tenia un futuro abierto y prometedor, aún cuando la North American cerró la planta de Dallas.
- ¿Que tal se adaptó Elke a su nueva pátria ?.
- Al principio, perdida en aquella ciudad provinciana y extraña. Organizar nuestra casa y criar a Michael absorbió todo su tiempo al principio. Yo, le ayudaba en todo lo posible, pero el esfuerzo para arrancar la Star, me dejaba poco margen. Llegaba a casa tarde, y me marchaba al amanecer. Tan solo podia compartir con ella los fines de semana.Tiempo después, ya aclimatada a aquél lugar y con Michael en el parvulario, pudo respirar y asentarse definitivamente. Se reencontró con la música. Cuando pude disponer de algo de dinero, le regalé un piano de segunda mano, pero perfectamente afinado. Chopin, su compositor favorito, se convirtió en nuestro acompañante cotidiano en los atardeceres de Texas. Michael caía en los brazos del sueño mecido en los acordes de un "nocturno" algunas noches. Aquella música, también me confortaba a mi. Poco a poco, se introdujo en los ambientes musicales de la ciudad. Al principio, como invitada en algún recital promovido por algún conservatorio o escuela de música. Después, su fama se extendió fuera del estado. Y se convirtió en una concertista profesional. Los teatros de Washington, Filadelfia, Chicago, Nueva York se disputaban sus conciertos en las temporadas. Como solista, o en compañía de orquestas filarmonicas. Fue una mujer con carisma, como se dice ahora. Su distinción, su belleza y su maestría al piano, la convirtieron en una leyenda. Yo vivía en un sueño.
-¿ Fuiste feliz ?.
- No solo fui feliz. Conocí los cielos, y aprendí de verdad a volar en ellos. Salvo el paréntesis de Corea.
- ¿ La guerra de Corea ?.
- Si, el Tio Sam me movilizó. El primer año de la guerra, los chinos nos estaban dando una paliza. Al cabo de un tiempo, recibí la orden de incorporarme otra vez a la USAF. Alguien desenterró mi viejo expediente militar. Los primeros pilotos destacados allí, no tenían experiencia en combate, y pagamos un alto numero de bajas. Necesitaban mandos capaces de enseñar a los "pollos" el arte de la caza. Tuve que ponerme al dia, pero aparte de un motor a reacción, el F-86 Sabre no era muy distinto del P-51 Mustang de mis últimos días de guerra. Me dieron el mando de todo un escuadrón de combate. Adiestré y machaqué en tácticas de caza a mis pilotos, hasta conseguir reducir las perdidas, y devolverles la pelota a los comunistas. Elke pasó mucho miedo aquellos meses. Sus cartas, las conferencias telefónicas que mantenía con ella desde Japón, me transmitían sus temores. Le oculté que yo volaba al mando de mi escuadrón en el frente, aunque de alguna manera, ella lo intuía. ¡¡ Pobre Elke !!. Ya había perdido a un marido en combate, y ahora, que había recuperado una vida propia en paz, corría el riesgo de perderlo todo otra vez. Solo fueron ocho o nueve meses. Pero nunca olvidaré el día que regresé. Nada mas bajar de la escalerilla del avión, se echó en mis brazos. Lloraba con una mezcla de tristeza y alegría. Era incapaz de articular palabra, pero su mirada me dijo todo. Yo también acabé llorando contagiado por ella. No se cuanto tiempo estuviésemos abrazados en aquella pista. Mucho, porque cuando nos serenamos, estábamos solos los dos allí. El sol se estaba poniendo, subimos al coche y ella condujo al centro de la ciudad. Cenamos, paseamos aquella noche respirando el aire dulce de la primavera. Supongo que ella se sentía orgullosa del brazo de su marido, un oficial de uniforme con el pecho cargado de condecoraciones. Nos achispamos con algunas copas de bourbon. Y aquella noche, hicimos el amor como nunca en nuestra vida matrimonial. Como dos locos enamorados que hacia siglos que no se encontraban. Durante horas. Primero con pasión, después con serenidad. Nos despertaron la luz del mediodía, y Michael, loco de alegría por verme otra vez. Entonces, supe que por fin, después de años de comportarme como un vagabundo, ¡¡ estaba por fin en casa !!, aquel era mi hogar.
( continuara )
Me tienes atrapada en tan poco común historia.
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