El camarero me sirvió el bourbon en un vaso bajo y con dos cubitos de hielo, que a pesar de que yo había solicitado la bebida sin hielo, el había colocado en el vaso. Me apresuré a sacar los dos terrones de hielo con los dedos de mi bebida, y los introduje en la tetera vacía de Fábregas.
Este se sorprendió de mi acción con un leve sobresalto.
-- Disculpeme, pero añadirle hielo a un bourbon es estropearlo directamente. Y ahora, antes de que me explique nada, ¿ seria tan amable de desprenderse del gorro, de esa ridícula peluca y de las gafas de sol ?.
-- Es que no me gustaria ser reconocido en su compañía. Como comprenderá, soy una figura pública y. . . . . vamos a tratar un asunto político muy delicado.
-- ¡¡ Vamos Fábregas !!, si es que ese es su nombre de verdad. Estamos en una cafetería de los suburbios de Tartu, Estonia. Un lugar que usted definiría tranquilamente como el "culo de Europa". ¿ Quien va a reconocerle aquí, acaso ese somnoliento camarero ?. No sea ridículo, ya se colocará toda esta impedimenta cuando salga a la calle.
-- Bién, si así lo desea. . . .
Fábregas se quitó el sombrero, la peluca y las gafas de sol, y los dejó a su lado, sobre el sofá donde tomaba asiento.
Bajo aquellos accesorios emergió la cabeza y el rostro de un tipo en la cincuentena con una calvicie bastante avanzada, con el poco y corto pelo de su cabeza encanecido, y unos ojos negros e inexpresivos.
Su cara no me sonaba absolutamente de nada, y mi investigación previa en internet no me había revelado tampoco datos sobre su nombre en la política española. Ni una sola referencia, ni siquiera en alguna red social, era como si no hubiese existido nunca.
-- Bién Fábregas, esto ya es otra cosa. Podemos pasar al tema que le ha traído hasta aquí, ¿ que es lo que necesita de mí ?.
-- Bien, no se si usted está al corriente de la situación actual que se vive en España, con la crisis política en Cataluña. . . .
-- Si, estoy enterado del embrollo que tienen ustedes montado allí. Por motivos profesionales, leo diariamente la prensa española en la red.
-- Pues bien, sabrá usted muy bien en que situación de bloqueo se encuentra el problema entre el gobierno catalán y el gobierno español.
-- Si, la conozco, se perfectamente como están las cosas. Encalladas por dos bandos donde sobra la incompetencia, la dejadez y los intereses personales por encima de los políticos.
-- Bién, ese es su juicio señor Vikrandas. Para salir de ese bloqueo, ambas partes han decidido establecer una mesa de negociación muy discreta, mas bien secreta, para tratar de encontrar una salida a este atolladero por el que pasamos a fecha de hoy.
-- ¿ Y que demonios tengo yo que ver en esas negociaciones ?.
-- Los dos gobiernos hemos pensado en que seria necesaria la intervención como observador, como relator o como notario, de alguien imparcial y con prestigio internacional. Y habiamos pensado que usted podria ser esa persona. Usted fué una figura clave en la independencia de Estonia, y su carrera docente en el mundo de la filología hispánica le avala como alguien serio y con una buena capacidad de comprensión del fondo del asunto.
La verdad es que sorprendió mucho la oferta de Fábregas. Tanto que durante unos minutos guardé silencio digiriendo aquello. Bueno, valorar la oferta solo fué un minuto, el resto del tiempo lo empleé en articular una respuesta evitando usar palabras malsonantes ni ofensivas para Fábregas.
-- Mire Fábregas, yo no se muy bién que imagen o que concepto de mi tiene su gobierno, pero desde luego puedo asegurarle que yo no fuí ningún héroe por la independencia de Estonia. Aquella puñetera fotografia mia enviando a la mierda a un tanquista ruso fué objeto de la mas pura casualidad. No participé para nada en todo el proceso de independencia, y posteriormente no he tenido nada a ver con la política Estonia. Me limité a seguir mis estudios de filología hispánica, y en su momento, oposité a la plaza de catedrático aquí, en la universidad de Tartu. Por lo tanto, no soy la persona que ustedes buscan.
-- Bueno señor Vikrandas, nadie le va a pedir el curriculo de héroe por la libertad de su pátria. Es solo que álguien con su imagen y su prestigio de imparcialidad nos seria útil en esas negociaciones cuando se hagan públicas.
-- No lo crea así Fábregas.
-- Mire Vikrandas, nos hemos informado y sabemos que usted ahora está de año sabático, apartado de las clases y enfrascado en una investigación sobre el castellano primigenio. Estas conversaciones arrancarán en unas semanas, y sabemos de sus intenciones de viajar a España para consultar varios archivos. Ejercer de relator no le supondría ningún gran esfuerzo. Por supuesto, nosotros correriamos con todos sus gastos de desplazamientos, alojamientos, dietas y además le abonaremos la minuta de sus servicios de una manera harto generosa.
-- Nó Fábregas, no pienso comprometerme en algo así, que me es desconocido y seguramente me viene grande.
-- No sea necio, tómeselo como unas vacaciones pagadas, muy bien pagadas. En Barcelona disponemos de maravillosos hoteles, esplendidas playas y buenos restaurantes. Podría aprovechar la ocasión y llevar con usted a esa amiguita suya, su antigua alumna, Kadri, ¿ es así como se llama, verdad ?.
El bourbon se me atravesó en el estómago.
-- ¡¡ Fábregas, es usted un cerdo !!.
-- No creería que no le hemos investigado, ¿ verdad ?. Tenemos unos servicios de información bastante eficientes, a pesar de su mala fama. Esa mala fama, que por cierto, sirve para que todo el mundo los infravalore por debajo de su verdadera eficacia.
Miré en silencio a aquellos ojos negros inexpresivos durante varios minutos. Fábregas apuró su ya fría infusión, y volvió a colocarse parsimoniosamente la peluca, el sombrero y las gafas de sol.
Sacó una tarjeta de visita del bolsillo de su chaqueta y me la extendió.
-- Mire, somos precavidos pero no somos unos malvados. Tenga mi tarjeta, y piense en la oferta que le hemos realizado. Llameme dentro de una semana, y comuniqueme su decisión. Sea cual sea la respuesta, le prometo que no volveremos a interferir en su vida, ni tendrá mas noticias nuestras.
Mientras sujetaba la tarjeta con dedos nerviosos, contemplé como aquél tipo enfilaba la salida de la cafetería.
Pagué la cuenta pendiente al camarero, y aproveché para largarle una bronca a cuenta de los cubitos de hielo en el bourbon.
Volví conduciendo a casa, de mal humor y pensando en como habían averiguado los servicios secretos españoles mi aventura con Kadri. Y en que Fábregas se podía meter su oferta en. . . .
( continuará )
No sé si se llamará Fábregas o no pero seguro que aprendió en la escuela de Villarejo.
ResponderEliminarUn abrazo, Rodericus.
Esto se pone interesante...
ResponderEliminarmira este vino:https://www.espaciovino.com.ar/bodegas-ficha/El-Relator-Wines
La leche ¡¡¡ ¿cómo acabará el emrbollo?
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSiguiendo la costumbre de la clase política de España las listas de los elegidos para las listas, el papel de relator sera similar, una persona que aporte poco o nada, que se calle a tiempo, de la razón a todos y cobre... El whisky con hielo...
ResponderEliminarUn saludo