Rosana salió de la consulta de su sexologa, y pulsó el conmutador del ascensor. Cuando este llegó a su planta, entró en la cabina y accionó el botón de la planta baja. El espejo de cuerpo entero del fondo de la cabina le devolvió su imagen.
La de una mujer que rozaba la cuarentena, con algúna leve arruga en el rostro, pero que conservaba muy bien la belleza de su juventud. Desvió la mirada hacia su cuerpo. Palpó sus pechos bajo la ropa.
Tenía un par de "buenas razones" de la talla noventa y cinco que seguían desafiando insolentes a la ley de la gravedad.
Noto como sus pezones se erizaban rebeldes al roce de sus manos sobre la ropa. Tanta abstinencia provocaba que se le disparasen al más mínimo estímulo.
Su vientre apenas había aumentado en los últimos quince años con una leve lámina de grasa, y sus piernas seguían siendo igual de atractivas como en la primera época de su matrimonio, cuando Ernést se dormía cada noche acariciandolas suavemente.
Su cuerpo no había padecido los estragos que la maternidad habian hecho en algúna de sus amigas. No había hijos en su matrimonio.
- Sigo estando muy deseable, como dicen la niñas de ahora : "como un queso".
Cuando salió a la calle, las palabras de la doctora Gelabert, su sexóloga, seguían resonando en sus oídos :
- Si queremos resultados diferentes, tenemos que hacer las cosas de una manera diferente.
Al principio, creyó que la inapetencia de Ernést era algo pasajero debido al estrés y las preocupaciones de su trabajo en la inmobiliaria. Habian sido muy duros los dos primeros años de la crisis para el negocio de Ernést, se salvó por los pelos de tener que echar el cierre definitivo al negocio familiar.
Pero para cuando las cosas fueron mejorando, Ernést seguía estando desmotivado para con el débito conyugal.
Después Rosana creyó que debía existir otra mujer en la vida y en la cama de Ernesto. Un més de seguimientos por parte de un detective privado echó por tierra una posible infidelidad : Ernést era un santo varón que solo vivía para trabajar y para asistir a las reuniones de la ejecutiva de su partido.
Al principio había casi arrastrado a Ernést a un la consulta de un andrólogo, que diagnosticó que él no padecía ninguna disfunción física que le impidiese mantener una relación sexuál normal con Rosana
Fué aquél doctor quién les recomendó a la doctora Gelabert como sexóloga para reorientar el "problema" .
Pero a la tercera sesión de terapia, sin ninguna mejora, Ernést se había desentendido completamente de las visitas a la doctora Gelabert. Y Rosana, tambien dejó de pedir hora con la consejera.
En casa, el "tema" era convenientemente esquivado en las conversaciones de ambos.
Para Rosana, el dormitorio se había convertido en un páramo desierto inhabitable cuando compartía cama con él, y en el escenario de sus fantasías sexuales solitarias las noches que Enést llegaba tarde tras las reuniones de la ejecutiva, que últimamente, con la preparación del referéndum, se habían multiplicado por cuatro.
Sucedió hacia una semana. En una de esas medianoches solitarias, sus manos habían vuelto a deslizarse hacia su sexo buscando una alivio solitario. Cuando llegó al clímax, Rosana se sorprendió pensando en el cuerpo desnudo del vecino del ático, un veinteañero surfista algo atolondrado y "hortera", pero con un cuerpazo atlético.
Culminó en un orgasmo fuerte e intermitente, que fué y volvió durante varios minutos sacudiendo cada terminación nerviosa de su cuerpo hasta la extenuación.
Cuando aquél trueno sensorial se desvaneció en el interior de su cuerpo, ella se relajó suspirando. No existía nada tan triste como no poder compartir aquél chorro de sensaciones con nadie.
Se desperezó estirandose como una gata, y decidió darse una ducha antes de dormirse sola en la cama.
Tras la ducha, cuando regresaba al lecho, se sorprendió hablándose a si misma en voz alta :
- Esto no puede seguir así,acabaré volviéndome loca, o cometeré alguna barbaridad de la que después me voy a arrepentir.
Al dia siguiente, llamó a la doctora Gelabert para pedir cita.
( continuará )
Ayyyyyyy...ayyyyyyyyyyy....que la cosa se pone chunga.....
ResponderEliminarLa cosa se pone bien, Miquel...
ResponderEliminarNo hay nada más contrario al sexo que un sexologo...
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