La entrevista con los suecos en el hotel de Sants había durado mas de lo que había calculado previamente Victor, media hora mas, lo suficiente como para tener que renunciar a caminar hasta la oficina de la empresa, y recorrer aquel trecho de apenas dos estaciones en el metropolitano.
A Victor le agradaba pasear cuando podía permitirse aquel pequeño lujo durante su jornada laboral, sentía que pasaba demasiadas horas encerrado en el despacho de la empresa en la que ocupaba el cargo de jefe de personal.
Si, "jefe de personal", el concepto moderno de "jefe de recursos humanos" no le gustaba demasiado, le parecía demasiado impreciso, y que además, a el le sonaba a explotación. Para el, equiparaba al personal con vulgares materiales consumibles. Para el, no lo eran.
Y en su negocio, el personal era la clave de todo. Las joyas y los objetos de valor, precisaban de una liturgia especial en su venta, hacer que el potencial cliente o clienta se sintiese como un emperador, y desease aún mas aquel objeto de lujo sin cuestionarse mucho su precio.
Victor era un hombre que había rebasado la cincuentena, y en algunos sentidos era algo chapado a la antigua. Apreciaba los nombres sencillos y directos, el buen trato y la exquisita educación en cuanto a su relación con los demás y con sus subordinados.
Dirigía el departamento de personal de una empresa de joyería y objetos de regalo que en los últimos diez años había tenido una expansión de ventas muy alta. De ser un taller casi artesanal con una producción baja, habían pasado a ser la primera empresa del país en su especialidad. Los propietarios decidieron aprovechar el tirón de ventas para establecer una cadena de tiendas propias en las principales ciudades del país, y en Barcelona estaban expandiendo los puntos de ventas por las zonas donde se movía el grueso del abundante turismo que visitaba la Ciudad Condal.
Precisamente estos días se estaba encargando de entrevistar a posibles candidatas para las plazas de dependientas que necesitaban cubrir en la nueva tienda en parte alta de la Rambla de Cataluña, y a la una en punto tenia concertada una entrevista con una de las aspirantes.
Faltaba un cuarto de hora para la hora fijada, y entró en el metropolitano con prisas para llegar hasta la oficina. Ni siquiera había tenido tiempo de echar un vistazo al currículo de aquella muchacha que tenia citada dentro de unos minutos. Victor era un fanático de la puntualidad. No le gustaba que le hiciesen esperar, y ni al él tampoco le agradaba hacerse esperar.
Por suerte, solo había dos estaciones de distancia, apenas tres minutos de recorrido, y la oficina estaba situada a cincuenta metros de la boca de metro.
Llegó al final del andén justo cuando el tren emergía en la estación. Victor se situó al lado de una de las puertas del vagón, y esperó que los viajeros que se apeaban allí saliesen del vagón.
Una pasajera, una muchacha veinteañera se quedó inmóvil e indecisa en mitad de la puerta abierta, con la mirada perdida al frente. El claxon del tren sonó, avisando del cierre de puertas, y a Victor no le quedó mas remedio que entrar, casi arrollando a la indecisa pasajera. Esta, empezó a chillar, increpando a Victor.
- ¡¡ Ehhh tú, tranquilo, tranquiliiiiito !!.
Victor no pudo evitar el replicar a la desconocida.
- ¿ Como que tranquilo ?, ¡¡ te quedas pasmada en mitad de la puerta sin salir ni entrar y aún me gritas !!.
- ¡¡ Yo hago lo que me sale del coño, gordo de mierda !!.
Victor no replicó más a aquella muchacha histérica, se quedó lanzandole una mirada asesina a aquella deslenguada. Ella dejó de mirarle, concentrándose en el teléfono móvil que tenia en la mano. El resto del pasaje que les rodeaba, volvió a fijar su atención en los teléfonos, periódicos o libros. O sencillamente a poner una expresión impávida en sus rostros, tras el pequeño "espectáculo" protagonizado por Victor y aquella desconocida.
Vanessa se había pasado todo el trayecto en el metropolitano pendiente de los mensajes que su novio le enviaba al móvil. Una verdadera catarata donde le decía lo mucho que la quería, le daba ánimos para la entrevista de trabajo, y le recordaba la cita pendiente para aquella noche.
Aquella conversación electrónica provocado que Vanesa se desorientase, y no supiese muy bien momentáneamente en que estación se encontraba en aquellos momentos, no conocía demasiado bien aquella zona de la ciudad. Había consultado la dirección de aquella empresa en el mapa de Google, y había decidido que debía apearse en la estación de Plaza de Sants.
Victor le echó un vistazo de reojo a la arpía que le había insultado momento atrás cuando ella se apeaba en la siguiente estación. Había algo que no cuadraba en ella. Vestía impecablemente con una falda de raso, zapatos con un discreto tacón y una elegante blusa. No parecía el prototipo de muchacha barriobajera sin modales y con lengua afilada. Incluso era bonita y con buen físico.
Vanessa emergió de la boca de metro en el centro de la plaza de Sants, e inmediatamente echó un vistazo a la numeración de la calle.
- ¡¡ Mierda, me he equivocado !!, estoy como a cien números de distancia de la dirección. Tendría que haber bajado en la siguiente estación. ¡¡ Hala, a correr y aún llegaré tarde !!.
Victor se apeó en la siguiente estación, y ya sereno alcanzó el nivel de la calle. Aún faltaban como cinco minutos para la una. En dos zancadas se plantó en la puerta de su oficina. Recuperó el resuello, y entró en ella.
La recepcionista le sonrió al verle llegar.
- Hola Cristina, ya estoy de vuelta. ¿ Ha llegado ya la entrevistada de la una ?.
- No señor, no ha llegado aún.
- Menos mal, al menos me dará unos minutos para echar un vistazo al currículo antes de que llegue. Cuando aparezca, la acompañas hasta mi despacho.
Victor entró en su despacho. Colgó la chaqueta en el armario, y se compuso la posición de la corbata antes de sentarse a la mesa. Echó mano a la carpeta que había sobre la mesa, y sacó de ella el currículo de la entrevista de la una.
Miró la fotografía que encabezaba aquellas lineas impresas, y no pudo evitar soltar un exabrupto :
- ¡¡ Jodeeeerrrr !!. Esto promete ser divertido.
Diez minutos mas tarde, Vanessa alcanzó la dirección de la calle de Sants que buscaba. Se detuvo unos instantes para recobrar el aliento, y recomponer su atuendo. Definitivamente, llegaba tarde. A pesar de estar en medio de la calle, no pudo evitar el gesto de recolocar sus generosos pechos introduciendo las manos entre ellos y el sujetador, situándolos juntos y apretados.
Respiró hondo, mientras llamaba al timbre de la puerta.
- ¡¡ Hala, Vane !!, p´alante con un par.- Se dijo a si misma mientras la puerta se abría.
La recepcionista la acompañó por el interior de aquellas oficinas hasta un despacho. Vanessa, en el ultimo momento y mientras caminaba siguiendo a aquella empleada, soltó un botón mas de su blusa, dejando una generosa porción de sus pechos a la vista.
Tras anunciar su llegada, la recepcionista se hizo a un lado y le hizo ademán de que pasase al interior de aquel despacho. Cuando cruzó la puerta, no pudo evitar un sobresalto. Aquél tipo al que había puesto verde en el metropolitano, estaba en pié tras la mesa.
- ¿ Miss Vanessa?, please sit. ( ¿ Señorita Vanessa ?, por favor, siéntese ).
Vanessa siguió el gesto de ofrecimiento de asiento, y se sentó en la silla retorciendo nerviosamente el bolso ente sus manos.
- Well, tell me,¿ what can you contribute to our company ?. ( Bien, dígame, ¿ que puede usted aportar a nuestra empresa ? ).
Vanessa respondió con un balbuceo apenas inteligible a la pregunta de Victor.
- Bueno, ya veo señorita que el ingles no es lo suyo, a pesar de que en su currículo usted asegura dominarlo. No pedimos un nivel de First Certificate, pero al menos necesitamos que nuestras empleadas lo dominen a nivel de conversación.
- Buenoooo, ya sabe usted lo que hace todo el mundo con los currículos. . . .
- No, todo el mundo no lo hace.
Vanessa empezaba a sudar.
- Mire, siento lo sucedido hace un rato en el metro, yo, yo no sabia. . .
- No se preocupe, señorita Vanessa. No me ha ofendido. Es obvio que tengo sobrepeso. Disfruto de la buena cocina, e incluso soy un buen cocinero. Tan solo era incomodo el complemento "de mierda".
Se hizo un silencio espeso en el despacho. Vanessa mantenía la vista baja, apuntando a sus elegantes zapatos.
- Pero es igual, si no estuviese obeso, habría sido un "calvo de mierda", y si tuviese una buena cabellera, habría sido un "viejo de mierda ". ¿ Sabe una cosa, señorita ?.
- Di. . . dígame.
- Lo mio tiene solución. Unos meses a dieta, y mi sobrepeso estaría solucionado. Pero su estupidez y su soberbia, esas cosas no tienen remedio. Le acompañarán a usted hasta la tumba. Obviamente, nuestra empresa no necesita a gentuza como usted en nómina. No reúne las cualidades que buscamos. Permitame que le acompañe hasta la salida.
Victor escoltó a una sonrojada Vanessa que apenas podía contener las lágrimas hasta la puerta de la calle. Cerró la puerta tras ella con un suspiro y una media sonrisilla en la cara.
Echó un vistazo al reloj : eran casi la una y media, la hora del almuerzo. Miró a Cristina, la recepcionista.
- Cristina, ¿ te has traído el almuerzo de casa en la fiambrera ?.
- Si, Victor, algo de ensalada, unos macarrones y una manzana.
- Pues olvídate de todo menos de la manzana. ¡¡ Te invito a unos pinchos en la taberna vasca de ahí al lado !!.
Cristina soltó una carcajada. Tenia una risa calida y cristalina, que encantaba a Victor. Solo el oírla mientras ella entrecerraba sus ojos verdes, hacia que Victor pensase que valía la pena invitarla a comer.
- ¡¡ Muchas gracias, generoso !!, pero, ¿ celebramos alguna cosa ?.
- Pues sí, Cristina, que por una vez la estupidez y la soberbia no han quedado impunes.
- No lo entiendo muy bien, pero me voy a tomar unos buenos pinchos de tortilla, con una cerveza, ¡¡ si señor !!. Por cierto, vaya escote que se "marcaba" la última candidata.
- Vaya, Cristina, no se te escapa ni un solo detalle.
- Es parte de mi trabajo, Victor.
- Muchas tetas y poco seso, no llegaba al mínimo que exigimos.
Epilogo
Cuando llegaba de vuelta a su casa, el móvil de Vanessa volvió a emitir los ruidillos propios de un mensaje entrante :
- Cari, ¿ como ha ido, te han dado el trabajo ?. ¿ Lo celebramos juntos como ya sabes ?.
Respuesta :
- ¡¡ Jonathan, vete a la mierda !!.
Fin
( Basado en hechos reales )
Pues ya puedes ir apuntando otro hecho real.
ResponderEliminarDe siempre he llevado personal. En Teología me prepare para ello (Humanidades)
Pasé a formar parte de El País en Madrid con Antonio Pemán. Fui subdirector. 731 personas. Todo lo aprendí de él.
Estuve después en Planeta como ayudante de RRHH
Después llevé como director una más pequeña de cárnicas en Vic 306/40 dependiendo la temporada.
Y más tarde salí de allí y llevé una más pequeña de 74 personas donde tuve más trabajo que una mediana. y después me puse por mi cuenta.
El caso que explicas , similar, me pasó a mi, de diferente forma,pero similar.
Un abrazo y bon día
Miquel, tienes que explicarlo, aunque sea por correo. tanto tiempo en dirección de personal da para mucho, estarías muy bien dando cursos y seminarios a los novatos en como conducir al rebaño sin que se provoquen los inevitables problemas.
EliminarUn abrazo.
Cuando el círculo se cierra nos encontramos con gratas sorpresas como esta. Lástima que casi siempre suele quedar abierto por una simple cuestión de probabilidades.
ResponderEliminarMe he divertido mucho con la historia.
Un saludo.
Cayetano, antes o después la gentuza como Vanessa, acaba recogiendo lo que ha sembrado. La lástima es que a veces tardan mucho, mucho tiempo.
EliminarUn abrazo.
Creo que de Vanessa/s está lleno el mundo. Yo no he tenido nada que ver con los jefes de "Recursos Humanos" Solo un tiempo en una muy conocida empresa de Sabadell (Sueca) ayudaba a aquel señor, pero por temas técnicos, nada más. El caso fue más sencillo que el tuyo, pero el final igual.
EliminarEl coche de Vanessa aparca en el parquin destinado al personal de la empresa. El jefe le dice educadamente que allí no se puede aparcar.
Será un momento, además a ti que coj...te importa.
El resto es igual que tu Vanessa.
Dices que a veces tardan. Y tanto, o nunca. Piensa que estos señores reciben gente continuamente.
¡¡ Vaya, la empresa esta cuyos manuales de montaje no parece entender nadie !!.
ResponderEliminarTrabajar de cara al público, supone soportar diariamente muchas Vanessas y Jonathans.
Yo he visto a un tipo rezongar porque la grúa se le ha llevado el coche, ¡¡ mal aparcado en zona de carga y descarga !!.
Estamos en una época en que parece que se ha abolido la responsabilidad personal. Malos tiempos.
Un abrazo.
Sospecho que ya sabes de que empresa hablo!!!
ResponderEliminarDe todas formas no tiene nada que ver una cosa con la otra. la responsabilidad personal que citas te sobra la razón. Supongo que más o menos en todas las empresas pasa igual, no lo puedo asegurar, pero en esta que hablamos ya digo que yo no era nadie, solo me consultaban. Habia mucha trampa por parte de la gente que deseaba un puesto de trabajo. Me sentia mal, y aun me siento mal, porque yo deseaba que la gente no se fuera de la oficina con la conocina frase "Ya le comunicaremos alguna cosa".
En los tiempos que corren, Josep, la selección de personal no es algo fácil. Hay cientos de aspirantes a una plaza, y la mayoría mas que cualificados para ocuparla. Pero el problema es que sola hay una plaza, no cientos.
EliminarTe entiendo perfectamente Josep. Te pones en su piel, con sus problemas y sus angustias.
Un abrazo.