lunes, 5 de marzo de 2012

UN AMANECER MAS ( VI )


                                          
                                    Taking you home. ( llevándote a casa ).  Don Henley 



El canto de aquella ave nocturna seguia invadiendo la habitación del hospital. Jaime-Lee seguía sin poder identificar la especie. Contempló a Nuria en la penumbra de la habitación. Su serena belleza le tenia completamente arrobado.


- ¿ Porque me miras así, cariño mio, que piensas ?.- Dijo ella.


- Siempre había oído hablar del "Angel Exterminador ". Pero nunca imaginé que fuese alguien tan bello como tu. Nunca creí poder tener una muerte tan dulce. Es mucho mas fácil de lo que imaginé nunca.


- Sigues siendo un seductor redomado, cariño mio. Fue lo que me enamoró de ti, Jaime.


Ella le sonrió y le besó levemente.


- Soy muy afortunado. Fuiste mi primer amor, y también eres el último. ¿ Me queda mucho tiempo ?.


- Hasta el fin de la noche, Jaime, y no queda ya demasiado. Sigue contándome, ¿ como adoptasteis a Consuelo ?.


- Pues como todo lo bueno que llegó a mi vida, de una manera trágica. Consuelo estaba casada. Cesar, su marido, era un adicto al alcohol y a las faldas. Un tipo que cuando bebía, y lo hacia casi diariamente, se transformaba en un energúmeno violento. Había perdido varios trabajos por sus problemas con el alcohol, y a instancia de Consuelo, hice que lo empleasen en la Star como mozo de almacén. Eso si, di instrucciones al jefe de personal para que le descontasen del salario todas las ausencias injustificadas, como forma de estimularle para que se tomase en serio su trabajo. No lo conseguí, con suerte, hubo semanas en que trabajó cuatro días.


- ¿ Hablaste personalmente con él sobre sus problemas ?.


- Al principio, sí. Me agradeció efusivamente la oportunidad que le daba, y yo le dije que se lo agradeciese a Rosario. Después, dejé el asunto en manos de Richard, el jefe de personal.




Aquella ave continuaba acompañando a los dos en su conversación. Jaime tenia la impresión de que aquél animal, a su manera, también se estaba despidiendo de él. La mirada de Jaime, se endureció repentinamente.


- Nunca entenderé que pudo ver una mujer como Rosario en aquella piltrafa humana que era César. Ella era una mujer trabajadora, que se hacia respetar y querer. Incluso era una mujer bella, Consuelo ha heredado esa belleza de su madre. La miro ahora, y veo a Rosario, salvo por esos ojos azules celeste que tiene. Aquello sucedió un viernes por la tarde, un par de meses después de que Rosario volviera a trabajár tras el parto. Aquella tarde, yo había vuelto temprano a casa. Me preocupaba Elke, y procuraba pasar con ella todo el tiempo posible. La perdida de Michael, todavia pesaba en el ánimo de los dos. Era una cálida tarde de finales de Octubre, y el aire aún era dulce en el centro de Texas. Al entrar, había echado un vistazo al jardín de la parte delantera de la casa. Hacia falta limpiar algunas hojas caídas, y darle un recorte a la hierba, algo crecida ya. Elke y yo almorzamos juntos, y tras el café, ella decidió ensayar un rato al piano Me alegró que lo hiciese, poco a poco se iba rehaciendo de aquel duro golpe. Otra cosa, era el repertorio que interpretaba. Eran piezas algo sombrías y tristes, como nuestro ánimo. Yo estaba terminando con el jardín a ultima hora de la tarde. Vi que César merodeaba por la acera de enfrente. Era casi la hora en que Rosario acababa su trabajo y se marchaba a casa con la pequeña. Saludé con un gesto de mi cabeza a César, que se mantenía a cierta distancia. Rosario salió empujando el cochecito de bebé donde dormitaba Consuelo. Se despidió de mí, y yo le hice una carantoña a la pequeña dormida. Seguí recogiendo las herramientas que había usado, y guardándolas en el garaje. Empecé a escuchar retazos de una discusión  entre Consuelo y César- El le exigía el dinero de la paga semanal,  que aquél día le habíamos abonado, como todas las semanas. Ella se negaba a dárselo, porque sabia perfectamente que aquella noche lo gastaría todo en bebida y juego. Pensé en intervenir en la discusión, pero siempre he sido pudoroso con la vida intima de los demás. ¡¡ Me equivoqué !!, debería haberlo hecho.


- ¿ Que sucedió ?.


- La discusión fue acalorándose y subiendo en intensidad. Justo cuando me disponía a entrar en casa, escuché un fuerte grito de Rosario. Crucé corriendo el jardín y salí a la calle. César corría calle adelante, huyendo. Rosario estaba apoyada en la cerca de la casa de enfrente. Lentamente, sus piernas cedían sin fuerza, y se sentó en el suelo, aferrándose el pecho con una mano, y sujetando el cochecito de Consuelo con la otra. Unos hilillos de sangre, resbalaban entre sus dedos. Solo pudo decirme una frase con voz débil y entrecortada.


- Ese malvado me ha matado. Por favor señor Lee, cuiden usted y la señora Elke de mi pequeña.


- Los vecinos dijeron que el grito que yo proferí sonó como un rugido por toda la calle. Debió ser así, porque mientras yo sujetaba a Consuelo, Elke apareció en el porche de la casa. Le chillé que llamase a una ambulancia, que aquél desgraciado había malherido a Rosario. La ambulancia tardó un cuarto de hora en llegar. La hemorragia interna, debía de ser tremenda. Rosario perdió el conocimiento allí, sobre la acera. Mi vecino, el doctor Harris, también había salido de su casa al escuchar mis gritos. Atendió a Rosario a mi lado, y se dio cuenta de la gravedad de la herida. El pulso, bajaba de intensidad, y la presión  arterial, también. Cuando por fin llegó la ambulancia, esta se dirigió al Parkland Memorial Hospital, el mas cercano. Subí a la ambulancia acompañando a Rosario. Cuando llegamos al hospital, los médicos no pudieron hacer gran cosa, tan solo certificar la muerte de aquella pobrecita.


- ¿ Y César ?.


- La policía me interrogó en el mismo hospital poco después de la muerte de Rosario. El protocolo de muerte por violencia en urgencias, exigía la intervención policial. Era un viejo conocido de la policía, tenia antecedentes por su afición al juego ilegal y a la bebida. Tras mi declaración, cuando salí del hospital, volví a casa. Me aseguré de que la niña y Elke estuvieran bien. El instinto maternal de Elke, a pesar de sus años, se había reactivado otra vez. También, ella había visto el estado en que Rosario entró en la ambulancia, y tristemente, había imaginado lo peor, como realmente sucedió. Me duché, comí alguna cosa ligera y cogí el coche. Me dirigí al centro de la ciudad, a los locales de los bajos fondos donde suponía que podía encontrar a aquél asesino. Llevaba una pistola automática "Colt 45" bajo la chaqueta, la misma que había llevado durante mis vuelos por media Europa. Nunca la había utilizado contra nadie. Pero aquella noche, estaba dispuesto a utilizarla si hubiese sido necesario.


- ¿ Y fue necesario ?.


- No, Nuria. Me llevó media noche localizar a aquél hijo de puta. Lo encontré en uno de los últimos garitos que me quedaban por registrar. Cuando me vio entrar en el local, se puso muy nervioso y empezó a gritarme. La visión de la automática bajo su nariz, bastó para tranquilizarle. El miserable, aún tenia sobre la mesa el bolso de la pobre Rosario. Hice que el tipo que había detrás de la barra, un hombre con aspecto torvo y patibulario, avisase a la policía, ¡¡ muy a su pesar !!. Saqué a empujones a César al callejón trasero. Guardé la automática en la parte trasera de mi pantalón y le reté. Le dije que si conseguía tumbarme a puñetazos, podría escapar antes de que se presentase allí la policía. A pesar de lo borracho que ya estaba, lo intentó.


- ¿ Y ?.


- Le dí la paliza de su vida. No duró mas allá de cinco minutos. Le golpeé a conciencia donde podía dolerle más. Yo ya había cumplido los cincuenta, pero me mantenía en buena forma. Y César, estaba como una cuba. Descargué varios golpes en su cara, en el hígado, y para rematarlo, un par de ellos en el plexo solar que lo dejaron sin respiración. Cuando llegó la policía, estaba casi inconsciente. Me detuvieron a mí también. Una vez en comisaria, pedí hablar con el inspector que me había tomado declaración en el Parkland Hospital. Le hice saber que el asesino, era el tipo al que yo había apalizado. Una hora mas tarde, una vez comprobado todo, salí de allí en libertad sin cargos. Habían encontrado la navaja en sus bolsillos.  Regresé a casa, y le expliqué todo a Elke. No me avergüenzo de ello, Nuria. Lo haría mil veces.


- ¿ Consuelo no tenia mas familia ?.


- Tan solo la abuela materna, la madre de Rosario. Vivía en Nuevo Laredo, justo al otro lado de la frontera del Río Grande. Por entonces, tenia algo mas de sesenta años, y no se sentía con fuerzas para hacerse cargo de su nieta. Por otro lado, Consuelo, por nacimiento, era norteamericana. Hicimos los trámites con el departamento estatal de servicios sociales, y nos concedieron la adopción de la pequeña. No fue fácil. Nuestra edad, era un obstáculo para la adopción. Tuve que hacer valer mis influencias dentro del aparato estatal, pero lo conseguimos.  Elke y yo rejuvenecimos veinte años con aquella preciosidad en nuestros brazos. Volvíamos a tener una razón para ser felices.




                                          ( continuara )

6 comentarios:

  1. ¿ El final, será la muerte? La vida ha sido intensa.

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  2. Pero no se muere, ¿verdad?

    Continúo en ascuas..

    Un beso

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  3. Me parece que la VII entrada esta hecha (eso dice mi blog), pero yo no puedo verla ¿?. Pugque? que diría Mou. Un abrazo

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  4. Carmen, es que uno es un desastre manejando el editor del blog. Mañana, a lo mas tardar, estara colocada.

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  5. Qué bonita la historia que estás construyendo, para cogerla desde el comienzo e invertir un rato en leerla del tirón y sentir la carga que lleva.
    Un beso

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