domingo, 11 de marzo de 2012

UNA AMANECER MAS ( VIII )

                                                 The Reel ( El Carrete ) Secret Garden

Los dos seguian bailando lentamente en la penumbra de la habitación del hospital.


- Estoy empezando a pensar, que morirme es lo mejor que me ha ocurrido en estos últimos años.


Nuria volvió a reirse con aquella risa cristalina.


- No seas idiota, Jaime. Morirse es desaparecer y dejar de gozar de la vida. Sigue contándome como abandonasteis Estados Unidos. Helmut, ¿ no tenia familia ?.


- No Nuria. Elke, Consuelo y yo eramos su única familia. Helmut era homosexual. Semejante orientación sexual en la Alemania nazi, era una conducta arriesgada. Imagínate, la gestapo, la terrible policía secreta, tenia una unidad dedicada única y exclusivamente a perseguir a los homosexuales para enviarlos a los campos de exterminio. Ocultó su condición en aquella época celosamente, a pesar de que su categoría de científico en los programas secretos le daba un cierto estatus personal. Supongo que aquello agrió su carácter y le hizo volverse una persona sumamente reservada. Ya en Estados Unidos y con la Star en marcha, mantuvo un idilio que duró un cierto tiempo con un trabajador de la empresa. Se enamoró sinceramente de aquél hombre. Llevaban su amor de una forma bastante discreta, sin provocar habladurías ni escándalos. A pesar de la libertad que se respiraba en América, la homosexualidad estaba allí muy mal vista en aquellos años. Un lunes, Helmut no apareció por la fabrica. Me extraño que no avisase de su ausencia. No descolgaba su teléfono, y al mediodía, me acerqué por su casa para ver si le había sucedido algo, o si se encontraba enfermo. No respondía al timbre tampoco. Finalmente, entré con el alma en un puño en la casa,  abriendo con una llave que nos había dejado por si sucedía cualquier contingencia. Me lo encontré tumbado en el sofá del salón, vestido tan solo con un albornoz, y con una soberbia borrachera. Su aspecto era deplorable. La razón : su amante había roto la relación con él y le había abandonado. Tenia una depresión tremenda, y no dejaba de llorar a mares.


- No debió ser un espectáculo agradable encontrarte con el en ese estado.


- La verdad, es que no. Le hice ducharse, o mejor dicho, lo metí en la ducha a empujones. Una vez despejado y sereno, le obligué afeitarse y vestirse, y nos fuimos a almorzar, o casi diría que cenar temprano a la ciudad. El paseo, acabo de asentar su ánimo. Le dije que se tomase unos días de vacaciones, que se marchase de viaje a San Francisco, y que una vez allí, se corriese unas buenas juergas.


- ¿ Y funcionó ?.


- Si. Volvió quince días después, tostado por el sol y de buen humor. Volvía a ser el de siempre, un tipo alegre y bromista. Pero después de aquello, no volví a conocer que mantuviese una relación estable con nadie. Aquella mala experiencia, hizo que desconfiase aún más de los hombres. Se volvió célibe. Por eso quizás, no le costó mas de diez minutos el plantearse marchar de América, aunque por la época en que vendimos la Star, ya era ciudadano norteamericano.




- Y os trasladasteis todos aquí.


- Si. Antes de decidirlo, estuvimos algunas semanas estudiando la zona, buscando una posible ubicación a la nueva fábrica, tratando con las autoridades, y sopesando las condiciones que nos ofrecía el lugár. Hicimos un estudio de la maquinaria que seria necesaria para empezar, de los proveedores que necesitaríamos, y hasta de la disponibilidad de la mano de obra de la zona. No iba a ser difícil, pero resultaría laborioso. Afortunadamente, la venta a Hughes de la antigua Star, nos había reportado una autentica fortuna que nos permitía intentarlo sin miedo a arruinarnos ni a fracasar. Así fue como nació la Star Eire. Dos años después de comenzar las obras de la nueva fábrica, empezamos a exportar nuestros aparatos a media Europa y a América. Con el tiempo, nuestros aparatos fueron ganando en reputación, la Star Eire ha sido la marca de élite europea en electrónica domestica.


- ¿ Encontraste lo que buscabas aquí, Jaime ?.


El sonrió levemente y volvió a mirar a Nuria a los ojos.


- Si. Este es un país generoso, y poblado por gente amable y tranquila, salvo por los jaleos  que hay en los condados del norte. Es curioso que en pleno siglo veinte, aún existan las guerra de religión. Aquí pudimos trabajar en paz, dedicándonos a lo que nos gustaba y sabíamos hacer. Consuelo creció y se hizo mujer aquí. Y es más irlandesa que los propios nativos, aunque con pasaporte norteamericano. Elke, Helmut y yo no tuvimos grandes problemas para adaptarnos al lugár. Ya estábamos en plena madurez y habíamos recorrido medio mundo hasta llegar al lugar que pudimos considerar nuestro hogar. Aquí, echamos definitivamente nuestras raíces, y los tres, cada uno a su manera, encontramos la paz. Envejecimos placidamente.


- ¿ Y Elke y Helmut ?.


- Mi pobre Elke se fue hace unos cuatro años. Fue un infarto repentino. Siempre había tenido una salud de hierro, pero aquello sucedió de repente. Helmut murió en un accidente de tráfico hará unos diez años. En su vejéz, le dió por comprarse un coche deportivo y potente. Creo que nunca acabó de acostumbrarse a conducir por la izquierda. Solo me queda Consuelo, mi adorada Consuelo. Profesora e investigadora de biomedicina en el University College.


- ¿ Ella tiene pareja, familia ?.


- No, Nuria. Creo que algo de mi carácter también se le ha pegado. Y también es terriblemente inteligente, aguda. Y a los hombres les dan miedo las mujeres inteligentes. A pesar de ser una mujer preciosa, aún no ha encontrado nadie que le dure un par de meses sin aburrirla. Tiene demasiado temperamento como para atarse a alguien sacrificando algo de su libertad.


Jaime se separó de Nuria, y se dirgió al sofá, donde Consuelo dormía plácidamente. Ella se había acurrucado en posición fetal. Jaime se inclinó sobre ella. Apartó un mechón rebelde de pelo negro de su hija, y la besó suavemente en la frente. Consuelo se revolvió levemente sin despertarse y emitió un leve runruneo de satisfacción.


- ¿ Sabes, Nuria ?. Solo me preocupa dejarla sola. No echaré en falta nada de lo que dejo atrás, salvo a ella.


- Jaime, es la hora. Tienes que acompañarme.


- Nuria, solo necesito unos minutos más. Quisiera ver amanecer, salir el sol por última vez. Pero tendremos que ir al vestíbulo de la planta. En esta habitación, el ventanal mira al norte.


- Está bien Jaime, pero no habrá un solo minuto más.


Jaime echó una ultima mirada a Consuelo durante unos segundos. Salieron al pasillo y caminaron cogidos de la mano hasta el vestíbulo de la planta. Era quizás la hora mas triste del día en la jornada de un hospital. Con un silencio sepulcral solo roto por el leve ruido de la maquinaria médica. La oficina de enfermería, estaba desierta. Se sentaron los dos juntos en uno de los sofás.
A través de las cristaleras, la oscuridad dominaba aún sobre el mar de Irlanda. Alguna leve luz parpadeante, delataba la presencia lejana de algún barco mar adentro, posiblemente algún pesquero que estaba rematando una noche de trabajo.


- Era mi hora favorita cuando estaba peleando en Inglaterra, Nuria. Era un espectáculo ver las primeras luces sobre la campiña inglesa, con aquél silencio que se hacia al estallar la primera luz.  Hubo otros amaneceres, pero ninguno como aquellos. Nunca sabia si llegaría a ver el siguiente. Hoy, si que tengo la certeza de que este es el último. ¿ Puedo hacerte una pregunta ?.


- Adelante.


- ¿ Que sentido ha tenido todo esto ?. Me refiero a mi vida. Peleé para ganar una guerra y acabar con todas. Pero las guerras no acabaron, se fueron superponiendo unas a otras, y no han cesado aún. Comencé a combatir en los cielos de España, y acabé persiguiendo Migs más allá del río Yalú, sobre los montes de China. ¡¡ Que ironia !!,  mis antiguos aliados rusos, se convirtieron en mis enemigos, e intentaban matarme casi veinte años mas tarde. Y todo aquello, no sirvió de nada. La locura, el horror y la muerte, siguen vivos hoy en día. Las lecciones que aprendimos con sangre, no las supimos transmitir a los que crecieron en la siguiente generación.


- Has tenido una vida plena, Jaime. Sembraste la muerte durante una época, pero también has hecho el bien a mucha mas gente de lo que sabrás nunca.


- ¿ Pero cuál ha sido el sentido último de todo ?.


Ella le volvió a besar suavemente, y le acarició la mejilla.


- ¿ Quieres saberlo realmente ?. El sentido último y mas importante de tu vida, duerme plácidamente en el sofá de tu habitación.


- Consuelo.


- Si, Consuelo, es ella. ¿ No has pensado en que le habría sucedido si tú y Elke no la hubieseis acogido en vuestra vida ?. No habría tenido ni de lejos las mismas oportunidades que vosotros le disteis. No habría podido desarrollar todo su potencial siendo una camarera en un bar de carretera, o una trabajadora en una fábrica de Texas. Tu, no lo verás Jaime, pero dentro de un tiempo, ella encontrará la primera pieza, el primer paso para erradicar definitivamente la enfermedad que te está matando hoy. No será solo merito suyo, pero será ella quien encuentre la primera pista de la solución definitiva.




Se hizo el silencio entre los dos. En el horizonte, se hizo una leve luz pálida, que poco a poco, fue ganado en intensidad y en color dorado. Nuria sujetó la mano de él, y le miró al fondo de sus ojos.


- Es la hora, no tengas miedo, mi amor.


- No lo tendré si estoy a tu lado. Es mi ultimo vuelo. Y tu, me guiarás.


Consuelo se despertó repentinamente de su sueño. Sentía una sensación angustiosa y opresiva. Vió la cama inexplicablemente vacía frente a ella. Nerviosamente, buscó sus zapatos y se los calzó. Una vez en pié, contempló las sondas abandonadas sobre la cama. Echó un vistazo al aseo de la habitación. Vacío, su padre,  no estaba tampoco allí. Salió al pasillo de la planta del hospitál, y se dirigió al office de enfermería. Preguntó a la somnolienta enfermera, si habían trasladado a su padre a otro departamento. La sorprendida enfermera le dijo que no, y acompañó a Consuelo hasta la vacía habitación. Allí, se cercionó de que Consuelo no la engañaba, el anciano, había desaparecido. Las dos sorprendidas mujeres, volvieron al office. Mientras la enfermera intentaba averiguar que había sucedido, Consuelo recorrió el pasillo hasta el vestíbulo de la planta. Lo vio sentado, inmóvil, de espaldas a ella. Cuando rodeó la fila de asientos, y se situó frente a su padre, vio su mirada fija en el horizonte. El sol naciente iluminaba aquel rostro cargado de arrugas que ella tanto amaba. Tenia una expresión de placidez y serenidad, los brazos descansaban cruzados sobre su regazo. Notó que no respiraba.


Fue un misterio para todos como aquél anciano inconsciente y al borde del coma, se había desprendido de todo los auxilios médicos que tenia conectados a su cuerpo, y había llegado hasta allí.




                                                            ( continuara )

2 comentarios:

  1. Me encanta esta historia, conmovedora y tierna.
    Gracias por ella.

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  2. Debo comprender que nunca morira mientras Consuelo lo mantenga en su memoria? Creo que me precipito,siempre me pasa. Esperare el final.
    Carmen

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