- Pasé cuantos días en aquél hospital, recuperándome del golpe que recibí al estrellar el "Mosca". Los médicos y la enfermeras, creyeron la versión de los gendarmes, para ellos yo era un norteamericano idealista que se había enrolado en la fuerza aérea republicana. Aquellos días de serenidad, rumié sobre mi situación personal. Mi padre, había muerto en los meses iniciales de la guerra. Mi hermano Juan, que estudiaba para sacerdote en el seminario de Barcelona, había conseguido escapar a las matanzas de religiosos, y pasar a la zona rebelde. Una vez allí, se enroló en un Tercio de Requetés. En aquellos momentos, ignoraba si estaba vivo o muerto. Nuestra pequeña industria familiar de fabricación de aparatos de radio, había sido incautada por un sindicato, y tu, tu estabas muerta. ¡¡ No me quedaba nada !!. Hasta los mandos habían sospechado de mi por ser el hermano de un rebelde faccioso. ¡¡ Y estaba con el bando de los derrotados !!. Ya no tenia nada a perder, ni ninguna razón para volver a España . Decidí continuar con el error, y hacerme pasar por Lee. Cuando apareció el cónsul americano en Marsella, la cosa fue mas fácil de lo que yo creía. Era un francés, que ejercía el cargo de cónsul honorario. Conseguí justificar mi fuerte acento español cuando hablaba ingles, diciéndole que mi madre era de origen hispano, y que yo habia crecido en el sur, en Nuevo México. Aquél hombre, estaba acostumbrado a sacar de dificultades a los marineros americanos que recalaban en Marsella, así que legalizó mi entrada en Francia, me facilitó algo de dinero y un pasaje a Inglaterra. Yo era tan solo para el un desgraciado yanqui en apuros.
Jaime-Lee hizo una pausa en su relato, buscando en el fondo de su memoria aquellos días lejanos. Algo dormido durante mucho tiempo en el fondo de su alma, había despertado aquella noche Estrechó con fuerza las manos de Nuria entre las suyas, y empezó a tararear una canción casi olvidada :
Quiiso Diooos, en su pooodeeer,
fundiiir cuatro rayitos de sooool
y haceeer con ellos una mujeeer....
No pudo continuár, su voz se quebró, y una lagrima resbaló por su mejilla.
-¡¡ Jaime !!, esa es la ultima canción que bailamos juntos aquella noche. " Suspiros de España "
- Siiiii, y durante mucho tiempo, recordé aquellos momentos nuestros, como los últimos felices que había tenido. Durante muchos años, le habría vendido mi alma al diablo con tal de recuperarte de entre los muertos, de haber tenido nuestra propia vida juntos, aunque hubiese sido en un país arrasado y cautivo por aquellos desgraciados que ganaron la guerra, que en el fondo, no eran muy diferentes de los que la perdieron. La misma miseria humana bajo diferentes banderas.
Un torrente de lagrimas, mezcla de pena y de rabia inundaron los ojos de él. Nuria le acercó sus labios, y besó aquellas lágrimas. Después, dulcemente, con la ternura que solo puede tener una mujer enamorada, secó aquellas lagrimas con las mangas de su vestido.
- No pudo ser, amor mio. Pero de una manera u otra, siempre estuve a tu lado. Y ahora, me tienes otra vez contigo.
- Debo parecerte un viejo idiota, ¿no?.- Dijo el sorbiendo las ultimas lágrimas.
- Ya no eres ningún viejo, y tu nunca has sido ningún idiota. ¿ Como te las arreglaste en Inglaterra ?.
- Uff. Llegué allí sin un céntimo en el bolsillo, pero dispuesto a quedarme y a abrirme camino como fuese posible. Trabajé unas semanas de lavaplatos, de camarero, sirviendo fish and chips. Llegué a odiar el pescado frito a los pocos días. Dormía donde podía, y en los ratos libres, busqué trabajo como piloto por los aeródromos cercanos a Londres. Conseguí una plaza como instructor de vuelo. Por suerte, también había conservado el carnet con las horas de vuelo de Lee. No fue difícil tampoco demostrar mis capacidades. Unas cuantos despegues y tomas, y un cuarto de hora de acrobacias a baja altura con un viejo biplano "Bristol Bulldog" excedente de guerra, convencieron a los dueños de la academia de que yo podía ser un buen profesor de vuelo.
Jaime-Lee sonreía, y una mirada traviesa asomó a su rostro, recordando la cara de pasmo de los que le contemplaron aquél día volando en invertido a tres metros sobre la pista.
- Conseguí la plaza, y además, mucho trabajo. La aviación deportiva se estaba popularizando en aquellos momentos en Inglaterra. Había una buena cantidad de viejos aviones anticuados desechados por la R.A.F, pero en buen estado que servían para dar clases con doble mando, y la burguesía británica se estaba aficionando a la aviación. Había una buena cantera de clientes. Hasta que la guerra estalló el uno de Septiembre.
- ¿ Y que sucedió entonces ?.
- Me quedé repentinamente sin trabajo. Las autoridades racionaron el combustible, y la clientela, sencillamente se esfumó. Intenté enrolarme en la R.A.F, pero el "acta de neutralidad" norteamericana impedía que ningún ciudadano norteamericano se enrolase en la fuerzas armadas inglesas, bajo pena de multa, y posible perdida de la ciudadanía. Pero, como en todo, siempre había una "puerta trasera". Existía la posibilidad de viajar hasta Canadá, y enrolarme en la R.C.A.F, la reales fuerzas aéreas canadienses, para ser transferido mas tarde a la R.A.F.. Fue lo que hice, con la ayuda del ministerio de defensa, muy interesados en cubrir la plantilla vacante de pilotos, que las academias de vuelo, al ritmo de la enseñanza, no podían cubrir rápidamente. Una vez en Canadá, otro cuarto de hora de acrobacias en un avión de entrenamiento, me abrieron las puertas de la escuela de caza. Fue un puro trámite el volver a Inglaterra a los pocos meses vestido de uniforme y de una forma legal. Pasé el invierno de aquel año, familiarizándome con el manejo del "Hawker Hurricane", cuando el tiempo lo permitía. Al año siguiente, cuando en Mayo los alemanes acabaron con la tranquilidad del frente del oeste e invadieron Holanda y Bélgica, yo y el resto de mi escuadrón, fuimos enviados a Francia. Volvía a estar metido en el infierno, pero esta vez, por voluntad propia y con ánimo de revancha.
( continuara )
Bueno, hablaremos al final. Carmen
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