jueves, 16 de febrero de 2012

EL INVENTO



                                  
                        "Silent Running" ( Carrera silenciosa ). Mike & The Mechanics



Rad debía tener en aquella dieciocho, o diecinueve años. Un joven para nuestros parámetros actuales, pero era ya un adulto maduro para el tiempo y el lugar donde había nacido. Hacia tres ciclos que se había emparejado con Sela, quien a sus dieciocho años era la orgullosa madre de una pareja de niños. 


Los pequeños, aún no tenían nombre. Tendrían que esperar aún unos años, para que el Hombre de los Espíritus, el hechicero del grupo, les adjudicase un nombre en una solemne ceremonia que se ejecutaba en el claro del bosque, ante todos los miembros de la tribu.


La vida de la Tribu del Manantial, como los denominaban los grupos vecinos, no era fácil. Para su supervivencia, dependían de la caza en los bosques cercanos, de los escasos peces que les brindaba el río a una cierta distancia aguas abajo, a costa de invadir el territorio de otra tribu rival, y de la cosecha de frutos y plantas silvestres. El clima frío en aquél lugar, mimbaba bastante la cosecha de vegetales. La escasez de luz y de sol, hacia que aquellas tierras fuesen casi yermas. Tan solo los bosques, con sus arboles adaptados a aquel frío y a aquella luz escasa, fomentaban la vida en aquél lugar 


La carne de las piezas cazadas, se dividía escrupulosamente entre los miembros del grupo, dando solo preferencia a los cazadores en la elección de la carne. A todos les convenía que fuese así, ya que la tribu dependía de la buena forma física de los cazadores, para que siguiesen aportando las tan necesarias proteínas y grasas a la dieta del grupo. 


Por su parte, cada uno de los miembros se procuraba alimento adicional con pequeñas presas como roedores y reptiles, y cualquier fruto, baya o raíz vegetal que no fuese venenoso, tuviese el sabor que tuviese.


Rad era un hombre observador e inteligente, destacaba con su habilidad en la caza, anticipándose casi siempre al comportamiento de las presas, conociendo los relieves del terreno de caza, y aprovechándolos para arrinconarlas y capturarlas con el mínimo de esfuerzo posible.


Empezaba a ser respetado entre el grupo de hombres del clan, y podría ser un buen candidato en la madurez para ocupar el lugar del Anciano Vigilante, el líder de la tribu, el día en que este muriese.


Lo que le inspiró, sucedió una tarde de tormenta. El fuego del cielo cayó sobre la colina que había tras la mezcla de cabaña de piedra y hierba y cueva que compartía con Sela y los pequeños. El golpe del rayo hizo rodar una roca de forma casi esférica desde la cima de la elevación hasta el prado que había a sus pies, a unos centenares de metros. Cuando la tormenta se alejó de allí, Rad se acercó con curiosidad a la roca. Comprobó que la podía hacer rodar algo más sin demasiado esfuerzo, pero que en cambio, no podía levantarla del suelo solo con la fuerza de sus brazos. Siguió empujando la roca hasta el final de la llanura, y vio como ganaba sola velocidad descendiendo por otra pendiente, rumbo al lecho del río.


Recordó el esfuerzo que el grupo de caza había realizado días atrás, transportando el cuerpo de un pesado buey salvaje que habían abatido. El animal casi pesaba lo que tres hombres, y no les había quedado mas remedio que descuartizar el animal muerto para poder transportarlo, echando a perder una parte del cuerpo de aquella bestia, y la valiosa piel.


Durante días pensó en la forma en que aquella piedra rodaba, y en como controlar aquél movimiento. Redondeó un laja de la pizarra natural que abundaba en la zona, y la hizo rodar cuesta abajo. Observó satisfecho como imitaba el movimiento de aquella roca. 


Algún tiempo mas tarde, entre salida y salida de caza, descubrió la manera de aprovechar el efecto que había descubierto. Perforó con paciencia el centro de dos lajas de pizarra redondeadas, y las enlazó con un trozo de rama recta. Podía controlar algo mejor el movimiento de las piedras, y si apoyaba un peso sobre la rama, podía desplazarlo con menos esfuerzo que si lo levantase del suelo. Satisfecho por el resultado de su experimento, estuvo trabajando en el unos días mas, observado silenciosamente por Sela. 


Colocó sobre el el eje una pequeña plataforma hecha con otras ramas sujetas entre ellas con fibras de hierba. Vio que podía desplazar una piedra sin apenas esfuerzo sobre su invento, empujándola.


- Con esto que he realizado Sela, podremos mover todo aquello que pese sin levantarlo ni arrastrarlo.- Le comentó orgulloso y ufano a su compañera.
- Podremos traer las piezas de caza demasiado pesadas sin descuartizarlas, y una vez aquí, aprovecharlas bien. De las tripas de aquél buey, podríamos haber sacado unas magnificas cuerdas para los arcos. Pero tuvimos que abandonarlas a los lobos, allí lejos.
- ¿ Y como vas a llamar a estas piedras ?.
- Hummm, creo que lunas llenas, porque tienen la forma de la luna brillante.


Sela soltó una carcajada alegre, el nombre que proponía Rad le parecía gracioso. Aquellas cosas de piedra no brillaban como la luna llena


- Rad, tienes que enseñarle esto al Anciano Vigilante. El es un hombre sabio. Se alegrará de conocer lo que has hecho, y le dará un nombre mas adecuado. Anda, coge esas piedras y las maderas, y ve a hablar con él en su cueva.


La cueva del Anciano Vigilante estaba algo apartada de las cabañas del resto de la tribu. Era un hombre respetado por su sabiduría y experiencia, y también temido. Tenia el conocimiento de sanar las enfermedades con plantas que recogía entre lo mas profundo del bosque, y que nadie mas conocía. Hasta el Hombre de los Espíritus, el hechicero-cazador que se comunicaba con los ancestros para implorarles una buena caza, le temía.


Rad llamó nerviosamente al Anciano Vigilante desde la entrada de la cueva. Sentía algo de temor, pero también estaba orgulloso de su descubrimiento


 El viejo emergió a la luz desde la profundidad de su cueva, con su melena y barbas entrecanas, envuelto en una capa de pieles de lobo.  Observó al joven con aquellas piedras y maderos entre los brazos


- Buenos días Rad, ¿ que necesitas de mí ?.
- Anciano, vengo a enseñarte algo que he realizado, y que puede ayudarnos mucho en nuestros esfuerzos para acarrear la caza y otros objetos hasta el lugar donde los necesitemos.


El Anciano echó un vistazo al objeto que Rad transportaba en sus brazos. Sintió un ligero escalofrío recorrer su cuerpo envuelto en pieles. Reconocía aquél artefacto que el joven transportaba. 


- Pasa a la cueva Rad, tengo fuego encendido y estaremos mas cómodos sentados junto a él.


Se sentaron junto al fuego, sobre unas pieles. En un hueco de la pared, una pequeña lampara de grasa alumbraba con una luz débil.


Rad empezó a explicarle al Anciano como había desarrollado su invención, y las ventajas que podía aportarles. A medida que hablaba el joven, iba perdiendo el miedo reverencial que le inspiraba el anciano, y ganaba en entusiasmo. Se sentía muy orgulloso de su idea.


- Está muy bien Rad. Nos será de mucha utilidad. ¿ Le has hablado a alguien más de esto ?.
- No, solo lo conoce Sela, no he hablado de esto con nadie más. De hecho, ella me ha aconsejado que hable contigo y te muestre mi trabajo.
- Muy bien hecho. Tengo que felicitarte Rad, eres muy inteligente.


Rad se quedó pensativo, no conocia la palabra "inteligente" ni si significado.


- ¿ Que quiere decir inteligente, Anciano ?.
- Simplemente, listo.
- ¡¡ Ah !!.
- Mira Rad, para premiarte, voy a darte un poco del licor de hierbas que elaboro. Te hará sentirte mejor y un poco mas caliente. Después, seguiremos hablando de tu invento.


El anciano se levantó y hurgó entre cachivaches en el fondo de la cueva, regresó con una calabaza y cuenco, donde vertió algo de su contenido.
El joven bebió de aquél liquido. Le provocaba una extraña y excitante sensación al descender por su garganta hacia el estomago. Una dulce calidez invadió su cuerpo mientras seguía hablando animadamente con el Anciano. Este lo observaba casi sin hablar, con una expresión seria en su rostro.


Al cabo de unos minutos, Rad notó un cierto mareo. Una sensación que no habia conocido nunca.


- Anciano, que.. ¡¡ que me sucede !!.
- Te estas muriendo Rad, yo te he envenenado. solo te quedan unos momentos de vida.
-  Pero, ¿ porqué me haces esto ?. Yo no he hecho ningún mal.- Dijo Rad con una voz balbuceante, mientras notaba sus fuerzas abandonarle. Intentó ponerse en pié, y no lo consiguió. Continuó sentado, mirando al Anciano con una mirada interrogante.
- Te lo contaré Rad, para que sepas el porqué antes de reunirte con los antepasados, antes de que llegues a la tierra del sueño. Eso que has construido, ya existió hace mucho tiempo atrás, y su poder casi extermina a los hombres.
Se llama rueda. Hace mucho tiempo, unas treinta generaciones atrás, los hombres las utilizaban en todas las facetas de su vida.


El anciano hizo una pausa. Rad apenas mantenía los ojos abiertos.


- Eran el símbolo de lo que ellos llamaban progreso, aunque eso es algo que tu no conoces. Sobre ruedas se movían los vehículos de aquella civilización. Transportaban gente, mercancías y toda clase de cosas que no imaginarias nunca. Pero también, sobre ellas se movieron las armas que sembraron la destrucción. Sobre ellas se trasladaban las poderosas armas atómicas, que unos gigantescos pájaros metálicos que también las usaban, lanzaron con furia destructora. Otros artefactos, que parecían una estrella fugaz, y a los que llamaban misiles, completaron la destrucción
Una destrucción que casi extermina a la raza humana. Tardamos mucho tiempo en dejar de enfermar y morir por culpa de su veneno. Nos llevó tiempo volver a ser capaces de vivir de la naturaleza, sin ninguna de las ventajas y comodidades de aquella antigua civilización. Casi desaparecemos. Ahora podemos hacerlo, en un mundo frío y casi estéril, por algo que llamaron "el invierno nuclear".


El viejo hizo una pausa en su monologo. Comprobó que Rad aún respiraba débilmente, a pesar de mantener los ojos cerrados.


- Aquella corta guerra nos empujó a un estado de indefensión y de caos en cuestión de horas. No había apenas supervivientes, y los pocos que había estaban condenados a morir en pocos años. Se abandonaron las ciudades, donde la violencia y el hambre, también se cobraron su precio de sangre. Lentamente olvidamos quienes fuimos un día, reducidos casi a la condición de animales. Se perdieron casi todos los conocimientos que elevaron a la raza humana hasta limites que no imaginarias nunca. Y los pocos que aún conservamos algunos de ellos, nos juramentamos para que la raza humana no vuelva nunca más a la locura suicida que casi nos extermina.


 El Anciano, tocó la yugular en el cuello del joven. Ya no latía, pero el siguió hablando como si Rad aún le escuchase.


- Es por eso por lo que has muerto Rad. Ese es el peligro que supone el conocimiento, que puede ser usado para hacer el mal. Otros, antes que tú, también descubrieron el uso de las ruedas. Pero mis antecesores y yo, hemos estado siempre velando para eliminarlas, y a quienes las descubrieron. No se puede volver a repetir aquella locura nunca más, ¡¡ nunca más !!.


 El Anciano destrozó el invento de Rad. Rompió aquellas laminas de pizarra redodeadas y quemó las maderas en la hoguera de su cueva. Nadie debía verlas.


Hizo sacar de ella el cadáver de Rad, y explicó a los miembros de la tribu, que mientras conversaban, Rad había sido victima de una enfermedad repentina, y se había desplomado sin sentido sin que él, pudiese hacer nada por salvarlo. Algo que no era frecuente, pero que a veces sucedía tristemente.


Al día siguiente, incineraron su cadáver sobre una pila de leños, con toda la tribu reunida alrededor de la pira funeraria. Sela lloraba desconsoladamente abrazando a sus pequeños. El Anciano Vigilante, también derramó algunas lagrimas sinceras, pero por un motivo diferente. Pedía a los antepasados no tener que matar a ningún joven inocente más.


Aunque sabia que habría otros más. Habría mas muertes tristes, pero necesarias.


Pero por encima de todo, no debían volver nunca mas al tiempo de las pesadillas.
Había tenido la esperanza de que Rad podía llegar a ser su sucesor. Era un muchacho tremendamente inteligente. Podría haberlo instruido en la vieja sabiduría. En conocer las plantas que pueden sanar o matar. Incluso en las que podían hacer ambas cosas, dependiendo de la dosis empleada. En ser el guardián de los antiguos secretos. En vigilar que nadie los descubriese, y llegado el caso, eliminar discretamente al que lo hiciese, y velar porque lentamente, la tribu siguiese creciendo.


Ahora, tendría que buscar otro candidato. Notaba que su tiempo, estaba llegando a su fin.


Miró hacia el cielo. Aquel día, la cubierta de nubes casi perenne, aparecia mas tenue. la luz del invisible sol, brillaba con algo mas fuerza que el día anterior. Dentro de poco, empezaría aquél periodo el año en que casi se podían distinguir la luna y el sol a través de aquellas nubes eternas


Hacia unas cuantas semanas, que no caía la nieve, y la temperatura subía casi imperceptiblemente. Recogerían los frutos silvestres en el bosque, y los miembros del clan no pasarían demasiada hambre hasta que regresasen los fríos mas rigurosos.


Dentro de poco tiempo, se pondría de camino hacia el sur, como todos los años. Para unirse a la reunión anual de los Ancianos Vigilantes de todas las tribus conocidas, los detentadores de los viejos y prohibidos conocimientos. Los guardianes de la verdad, del pasado y del futuro.







4 comentarios:

  1. El fuego del cielo que vió Rad, no era otra cosa que un "ovni" y la piedra redonda y la inteligencia para construir una rueda, se la dió a Rad un extraterrestre para que inicie la Era del Progreso en la Tierra. El Anciano, no era otra cosa que un viejo loco, de esos que solo saben "poner palos en la rueda". Por gente así seguimos sin saber aprovechar las nuevas tecnologías que nos ofrecen sin esperar nada a cambio, nuestros hermanos extraterrestres...

    He dicho

    Amor y Paz

    ResponderEliminar
  2. Lucrecia, habra que andar con cuidado, porque Stepehen Hawking ha advertido que como aparezca un marciano por aquí, nos quedaran solo un par de telediarios.

    Un beso-

    ResponderEliminar
  3. Entre blogueando en este tu espacio y ley este interesante post, intrigante… Saludos.

    ResponderEliminar
  4. Gracias Perroverde. Es solo un poco de imaginación desbocada que he escrito. Ojalá no llegue el dia del Juicio Finál.

    Saludos.

    ResponderEliminar

Si has leído mis desvaríos y tienes algo que aportar, hazlo aquí.