Grulla de papel, técnica Origami, arte tradicional japonés
Hace ya una semana larga del terrible seísmo, y el consiguiente maremoto que ha sacudido y barrido las costas del archipiélago japonés. En esta ocasión, la sacudida ha alcanzado el nueve en la escala de Richter, un grado de potencia elevadisimo que solo se ha registrado en muy contadas ocasiones desde que existen registros documentados.
Todos hemos sido testigos a través de los noticiarios de como la terrible ola marina se ha llevado por delante el litoral de la zona, arrasando puertos y ciudades, sembrando la destrucción y cobrándose la vida de miles de personas. Aún no está clara la cantidad de victimas, dado el caos que aún reina en la zona, la falta de comunicaciones y la practica desaparición de todas la estructuras de transporte.
A todo ello se ha sumado el desastre del colapso de varios reactores en la central nuclear de Fukushima.
La paradoja ha sido que han entrado en fase crítica por falta de corriente eléctrica para alimentar las bombas de refrigeración del núcleo. Aún entrando en fase de parada, se necesita algún tiempo para disipar el calor residual acumulado. El seísmo anuló la alimentación de la red exterior a la central, y el maremoto posterior arrasó los generadores Diesel encargados de la alimentación de emergencia. Todo lo que podía fallar, falló.
De este desastre hablaremos durante décadas, y las discusiones entre partidarios y detractores de la energía nuclear se van a prolongar hasta el infinito. Solo sacaremos las conclusiones adecuadas de esta catástrofe dentro de un tiempo, cuando podamos analizar fríamente las causas.
Pero hay un par de lecciones muy claras que el pueblo japonés ha dado al mundo en esta semana terrible transcurrida.
La primera ha sido la reacción disciplinada delante del apocalipsis desatado. Casi nadie se ha dejado llevar por el pánico fuera de las áreas mas duramente castigadas por el temblor. La paciencia ante la adversidád, y la disciplina a la ordenes de las autoridades me han parecido soberbias. Dudo mucho que en España, ante una catástrofe semejante, la ciudadania nos comportasemos igual. Con la mitad del daño sufrido, aquí las escenas de histeria, el desorden y los disturbios habrían sido épicos. Habríamos sufrido el doble de muertes, pero ocasionadas por el desorden y el vandalismo posteriores al desastre.
La otra lección, ha sido la actitud de los cuadros técnicos de la central nuclear que han permanecido en sus puestos a pesar del riesgo evidente que para su vida supone el alto índice de contaminación producida por el deterioro de los reactores. Ellos, junto a personál del ejercito equipados con helicópteros pesados Chinook, y miembros de los parques de bomberos de la zona, a estas horas luchan por enfriar los reactores semi-fundidos. Parece ser que lo están consiguiendo.
Desde un principio, ellos han tenido muy claro cuál era su papel en este doloroso drama. O conseguían contener el desastre y habría un futuro para todos, a pesar del riesgo, o no habría futuro para nadie en todo el archipiélago japonés.
Me temo que si este incidente hubiese ocurrido en algún de nuestras centrales, a estas horas los técnicos de la misma estarían ya a la altura de Dinamarca, y corriendo aún en dirección a Noruega.
Muchos de estos valientes no van a sobrevivir mas allá de unos meses. Las consecuencias de las enfermedades provocadas por la radiación son devastadoras, y mortales. Cuando todo acabe. los helicópteros empleados van a ser que tener desguazados y tratados con muchas precauciones, ya que seran material directamente contaminado, material radiactivo. Los pilotos y operadores de los Chinook, a pesar de los trajes de protección, van a tener serios problemas de salud, ya que han estado volando a través de una nube radioactiva durante días. Todo el personál que haya permanecido en un radio de diez kilómetros a la redonda de las centrales en todo este tiempo, va a sufrir las mismas consecuencias. Pero todos los que lo han hecho, lo han realizado voluntariamente conociendo perfectamente los riesgos asumidos.
Quiero desde este humilde rincón, rendir un sincero homenaje al pueblo japonés. Acompañarles en el duelo por las muertes y desgracias sufridas, y rendir mi admiración a ese puñado de valientes que pelean para contener la radiación y por el bién de todos sus compatriotas.
Tras la Segunda Guerra Mundial, Japón adoptó la grulla como símbolo nacional, un ave que hasta ese momento solo simbolizaba la paz. La papiroflexia es una arte genuinamente japonés. La fotografía que ilustra este "post" es la fusión de ambos, la esencia del alma del sol naciente reflejada en la sencillez y la fragilidad de un papel exquisitamente doblado. Una esencia elegante y frágil como la vida misma, pero también inmortal.
Me uno a este homenaje amigo mio, y estoy totalmente de acuerdo con todo lo que expones,Japón es un ejemplo de vida , actitud y filosofía que deberíamos copiar un dechado ante el cual aprender.
ResponderEliminarBesos y feliz finde J.
Sin duda la reacción popular debería hacernos reflexionar y aprender, se han comportado como un grupo sólido, responsable y tremendamente valeroso.
ResponderEliminarUn saludo