Cruzó a paso rápido la plaza con el porta-dossier bajo el brazo. Desde que aquél inspector de la Agencia Tributaria había entrado en su despacho hacia unas semanas, no había conocido la tranquilidád. Le habían solicitado que aportase todas sus declaraciones de impuestos de los últimos cinco años, y un sin fin de documentación adicional relacionada con la contabilidád de su pequeño negocio.
Hacia ya unos días que había empezado a presentar los documentos, pero en cada visita que realizaba a las oficinas provinciales le exigían la presentación de otros documentos adicionales, y cada vez que visitaba al inspector que llevaba su expediente, salia a la calle con una lista de documentos a presentar más larga aún que la anterior.
Estaba al borde de una ataque de nervios, y su actividad profesional se había resentido durante aquellas últimas semanas. No conseguía dormir pensando en la posible sanción económica que le podía acarrear aquella inspección. Aunque por otro lado, creía haber pagado hasta el último céntimo de los impuestos que le correspondía pagar. Pero con la espesa ley tributaria en vigor, nunca se sabia.
Cruzó el control de seguridad de la entrada principal y se dirigió a la tercera planta, con la remota esperanza de que fuese esa su última visita a aquellas oficinas tan poco gratas.
Tuvo suerte, no había ningún visita en el despacho del inspector Méndez, y este, al levantar la vista de la pantalla del ordenador, le indicó con un gesto que entrase en el despacho.
- Buenos días señor Méndez, creo que hoy traigo ya toda la documentación que me ha solicitado-, dijo tratando de sonreír aparentando una serenidad que no sentía, y extendiéndole al inspector la carpeta con la documentación.
- Veamos-, dijo Méndez pasando la vista sobre las hojas. - Ummm , veo que faltan aún los impresos modelo 131, el 121 y los recibos de pago de las tasas de saneamiento de los años 2.005 al 2.009. Tendria que traerlos también antes del martes que viene, ya que si no, tendré que cursar el expediente sin ellos, y eso posiblemente le acarreé una multa por impago.
No pudo más y estalló.
- ¡¡ Pero, pe... pero bueno !!, ¿ustéd creé que me puedo pasar la vida trayendoles a ustedes una documentación nueva cada semana?, ¿ que no tengo nada mejór que hacér?. ¡¡ Yo no soy idiota!!, ¡¡ estos papeles que usted me pide no están entre los que me pidieron inicialmente !!, ¡¡ a que están jugando ustedes commigo!!.
- Señór Martín, ¡¡ no se ponga ustéd insolente !!. Traígame ustéd esos documentos lo mas inmediatamente posíble y su caso estará cerrado para revisión.
-¡¡ Me gustaría saber para que demonios necesitan ustedes tanto papeleo !!.
Tras el último exabrupto se hizo un incomodo silencio dentro del despacho. El inspector Méndez miraba a Martín por encima de la montura de sus gafas fijamente.
- ¿ Realmente quiere usted saber para que necesitamos tantos papeles ?-, le espetó a Martín el inspector.
- ¡¡ Siiii !!, quiero averiguarlo-, respondió entre furioso y desafiante.
Méndez se levanto de la silla y se dirigió a la puerta del despacho. Abrió la puerta y con un gesto le indicó a Martín que le acompañase.
- Va usted a comprobár para que es realmente necesario todo esto, la verdad última.
Cruzaron la tercera planta y se dirigieron al ascensor. Mientras descendían a la planta baja, Méndez prendió en la solapa de la chaqueta de Martín una placa de visitante con un código de barras impreso.
- Es para que usted tenga acceso a las áreas reservadas del edificio.
Una vez en la planta baja, se dirigieron al fondo de la oficinas. Cruzaron una pequeña puerta, y entraron en un almacén donde una infinidad de documentos se apilaban en paletas de transporte, que varios empleados movían con carretones hidráulicos. Era una sala de grandes dimensiones, y hasta donde alcanzaba la vista de Martín, estaba abarrotada de documentación.
Se dirigieron a un montacargas, que el inspector Méndez accionó con una llave, la plataforma descendió durante un tiempo que a Martín le pareció largo . Salieron a un largo pasillo recto con las paredes de hormigón armado al descubierto, solo cubiertas con una capa de pintura gris. Llegaron ante una pesada puerta de acero, Mendéz colocó un pase parecido al de Martín ante un lector láser, y la puerta se abrió ligeramente tras un chasquido metálico. Entraron en un pasillo que era un prolongación de anterior, aunque bastante más corto. Méndez invitó a entrar a Martín por una puerta lateral. Entraron en una pequeña habitación que parecía ser un vestuario. Abrió una armario metálico y extrajo dos extraños blusones de color rojizo oscuro con capucha. Le tendió uno de ellos a Martín.
- Tenga, póngaselo y cubrase la cabeza bien con la capucha.
Martín, se había sentido desconcertado con el trayecto que había realizado a través de todo el edificio, pero la obligación de ponerse aquél extraño atuendo empezó a hacerle sentir cierta inquietúd, todo aquello parecía muy extraño.
Una repentina vibración que se hizo sentir a través de las paredes le hizo sobresaltarse.
- No tema, estamos a unos cinco metros por debajo del nivel del túnel ferroviario de la calle de Aragón, eso que ha escuchado es un tren pasando sobre nuestras cabezas.
Cuando los dos se había vestido ya con aquél jubón y cubierto sus cabezas con la capucha, el inspector sacó del armario dos placas en forma de media luna con una cadena engarzada a los extremos, y unos extraños caracteres grabados.
- Cuelguese esto del cuello con la placa sobre el pecho, es escritura cuneiforme sumeria, es la única que EL reconoce
- ¿ Quién es EL, dijo Martín con un ligero temblor en la voz.
|
- No se preocupe, mientras este saciado o comiendo, no es peligroso, y esa placa le identifica a usted como servidor suyo, solo le recomiendo que no grite ni haga gestos bruscos.
Salieron otra vez al pasillo, y se dirigieron a otra puerta idéntica que la primera, de acero reforzado y accionada por un cierre lector de láser. Martín empezaba a transpirar nerviosamamente. Al cruzarla entraron en una sala grande excavada en la pura roca del subsuelo, iluminada muy tenuemente por lámparas de baja potencia en las paredes
Al fondo, se abría la boca de un túnel, ante la cuál había otro encapuchado con la misma indumentaria que ellos vestían. Junto a él, en el suelo había dos paletas de documentos. Algo más detrás, había varias más y un carretón hidráulico para moverlas.
Un rumor procedente de túnel, que poco a poco derivó en un siseo hizo que el poco valor que aún conservaba Martín desapareciese, y un temblor leve, pero incontrolado se apoderase de su cuerpo.
Apareció surgida de la oscuridad una cabeza monstruosa, de un ser ó animal que Martín no pudo identificár como reptil, mamífero o ave. Solo vislumbraba unos extraños ojos y una enorme boca que se abría con un ronroneo. Inmediatamente, el encapuchado situado delante de ellos empezo a lanzár papéles en el interiór de aquella bocaza. Aquél sér masticaba con deleite las pilas de papeles que caian en sú bocaza. - ¿ Lo entiende ahóra señór Martín ?. - Ssss.. Sssiiiï, pero, ¿ que es eso ?, ¿ de donde ha salido ?. - ¿ Habia oido ustéd esas leyendas medievales sobre dragónes que se alimentaban de carne humána ?. - ¡¡ Sí !!. - Pués ahí tiene a uno de ellos. Hace unos trés siglos que nosotros, los guardianes, descubrimos que prefiere el papél impreso a la carne humana, desde entonces hemos conseguido que no emerja a la supercífie y no siembre el terrór, a cambio de saciarlo con papél. - ¿ Hay más como "eso" ?. - No, creemos que nó y que és el último de sú especie. No sabemos cuanto tiempo más durará. Pero mientras tanto, lo mantenemos bajo control alimentandolo. - ¿ Es inteligente, tiene nombre ?. - Su inteligencia es comparable a la humana, aunque carece de lenguaje. En la Biblia se le cita como Leviatán. En la alta edád média, el poeta loco árabe Abdúl Al-Hazred lo menciona en sú obra " El Necronomicón " como "aquél que se arrastra en la oscuridád". Y aquí, algún gracioso lo "bautizó" hace unos años como "Burocracio". Volvamos a mí despacho.
Se despojaron de la extraña indumentaria y deshicieron el camino hacia el despacho de Méndez en la tercera planta. Martín había recobrado el dominio sobre sí mismo, aunque continuaba transpirando. De camino, Méndez sacó una botella de agua minerál de una máquina expendedora.
Ofreció asiento a Martín frente a su mesa. Oservó que aquél pobre hombre aún sudaba copiosamente.
Méndez extrajo un frasco de uno de sus cajónes. Lo abrió, sacando una diminuta píldora, que ofreció a Martín junto con la boettal de água.
- Tomese esto, le ayudará a sobreponerse, confíe en mí.
Martín tomó la pildora con manos temblorosas, y se la tomó, pasandola con un trago de água. Mientras recogia los papéles de la mesa, notó como un sopór invencible se apoderaba de el.
Despertó sentado en la misma silla, algo desorientado. No reconocia donde estaba, ni lo que hacia allí.
- Se ha desmayado durante unos instantes, señór Martín. En aquél momento reconoció la vóz y el rostro del inspectór Méndez. Estaba en la delegación provinciál de la Agencia Tribútaria.
- Aunque aún faltan algúnos documentos, damos por cerrado sú expediente, señór Martín. Aparentemente todo está en órden. No se lo tome a mál, tan solo ha sido una inspección rutinaria preventiva , y ustéd la ha superado todos los requisitos. No hará falta que vuelva por aquí. Y cuando sálga, tómese un café bién cargado. Lo que le ha sucedido tiene toda el aspecto de sér una bajada de tensión arteriál. Cuidese. Buenos dias.
- Gracias, muchas gracias. Buenos dias.
Martín alcanzó la salida con una extraña sensación. Se alegraba de haber superado la inspección fiscál, pero se sentia algo desorientado aún por el desmayo, y preocupado. Aquello no le habia sucedido nunca. Al cruzár sobre un enrejado de desagüe en el asfalto , la visión de la cloaca le produjo una extraña sensación de miedo, creyó escuchár un debil siseo procedente de allá abajo. A partír de aquél dia, se le hizo difícil tomár el ferrocarríl metropolitano. Los túneles subterraneos le inspiraban un miedo irracionál.
Unos minutos más tarde de que Martín saliera de sú despacho, después de ordenár la documentación y entregarsela a sú ayudante para que la archivase, el inspectór Méndez extrajo un viejo libro de la caja fuerte que se escondia trás una acuarela colgada de la paréd que habia trás su sillón. Era un viejo tomo encuadernado en piél, por el que cualquiér coleccionista bibliófilo pagaria una autentica fortúna. Era una traducción latína del "Necronomicón", realizada en un monasterio toledano hacia el año 1.100, y escrita sobre pergamino auténtico. Abrió aquella antiguedád por la página marcada con una cinta de seda roja.
Allí estaba aquél salmo escrito en arameo antiguo, la invocación que podia detenér a aquella extraña criatúra que ronroneaba masticando papél treinta metros por debajo de sú despacho. Aquella frase escrita en una lengua muerta que no entendia era la última linea de defensa, lo único que podia detenér a aquella béstia en caso de que todo lo demás fallase.
La conocia de memoria, peró volvió a recitarla repitiendola, como una oración desesperada.
Hoy he decidido tomarme la licencia de publicár este pequéño relato para rompér un poco la rutina. Anoche me dormí leyendo un relato corto de H.P. Lovecraft. No sé muy bién si debido a esta lectúra, he tenido una pesadilla horrorosa, que he estructurado en forma del relato que acabais de leér.
¿ Os gustan mis pesadillas ?
|
Joer Rodéricus, como la lea el bandero se caga en los pantalones (con perdón. ¡Qué miedooo!
ResponderEliminarMuy bien por el Inspector Méndez. Hay que pagar los impuestos ! y al que no los paga, que se lo coma el Dragón. Después se quejan de la economía del país !!
ResponderEliminarBesos
Carlos, lo subterraneo siempre ha sido un motivo inquietante. Aunque creo que Bandero habrá visto cosas mas inquietantes aún que el Leviatán por ahí abajo.
ResponderEliminarLucrecia, no seria mala idea colocár la sección de morosos en el subterraneo. Podrian empezár pòr Diáz-Ferrán.
Saludos.
¡Muy feliz cumpleaños, encanto! Que tengas un día lleno de amor con los tuyos. Siente un abrazo lleno de luz y cariño desde Siberia.
ResponderEliminar¡Te quiero! :D
Gracias Mariana, yo también te quiero. Un beso.
ResponderEliminarInquietante relato, tengo claustrofobia y siempre me han agobiado mucho los tuneles quien save si en algua gestión... Seguramente en los sueños salen los miedos mas profundos.
ResponderEliminarVihernes, seguimos conservando nuestros instintos animáles. Es algo muy profundo anclado en nuestro subsconsciente. Durante miles de años, tuvimos que compartír las cuevas con otros "inquilinos" indeseables, animales feroces que defendian su territorio. Aprendimos a dominár el fuego para mantenerlos alejados. A casi todo el mundo los subterraneos les produce inquietúd, no sabemos que es lo que se hay en la oscuridád. Lo llevamos grabado en nuestros genes.
ResponderEliminarUn saludo.
Uffffffffffffff que pesadilla, solo leer este relato ya se me ha puesto el vello de punta,y si esto es una pesadilla amigo mio HC Lovecraft debe ser cuatrocientas pesadillas juntas..Escribes muy pero que muy bien este tipo de relatos, te podrías dedicar a ello si es que no lo haces yá!!
ResponderEliminarLa verdad es que este género no es el mio preferido y lo evito bastante, con lo que leo de antropología criminal ya tengo más que suficiente y es real.. no sé si te he dicho alguna vez que soy antropóloga y la vida real supera a veces la literatura..
Besos y feliz fin de semana mi querido Rodericus (mira que me lo pones difícil para decirte tu nick)jajaj(uff voy a tomarme un cafetito caliente después de esto)
Lisebe, tienes razón. La realidád siempre supera la ficción, y el horror, campa a sus anchas por nuestro mundo, sin necesidád de monstruos inclasificados. El sér humano se basta y se sobra para cometér las atrocidades mas malignas imaginables.... y la más estúpidas también. Nunca he podido entendér donde nace la crueldád humána, y la crueldád es la fuente de todos los horrores.
ResponderEliminarSaludos.
Brutal!! Me ha encantado!!
ResponderEliminarVaya sueños Rodericus: en el subsuelo de Letamendi un dragón!!!!
Y sí el subsuelo es inquietante, por suerte todavía no he visto nada tan inquietante en el subsuelo.
Bandero, no he conocido lugár más terrorifico que la delegación provinciál de Hacienda.
ResponderEliminarPero imagino que por ahí abajo han aparecido cosas sorprendentes. Tendrias que hacér algún "post" sobre las singularidades que han aparecido en la réd metropolitana. Seguro que ha habido situaciones sorprendentes y chocantes.
Un saludo, amigo.