jueves, 14 de febrero de 2019

DIARIO DE UN RELATOR ( II )



Debo aclarar también el porqué de mi participación en todo este dislate de negociaciones secretas entre el gobierno español y el gobierno regional catalán.

Este es mi año sabático en la Universidad de Tartu, y tenia planeado dedicarlo a investigar en profundidad las acotaciones de las Glosas Emilianenses, consultando diversos archivos en España. Mi intención era recopilar con calma toda la información disponible ( muy escasa, por cierto ) para publicar posteriormente un ensayo aclarando si las acotaciones son realmente la génesis del castellano, o si son las primeras notas conservadas del dialecto navarro-aragonés del que posteriormente evolucionaría el aragonés.

No es que tenga la esperanza o la certeza de aclarar ese enigma, pero en mi profesión si alguien no publica algún ensayo cada cierto tiempo, aunque sea un absoluto peñazo y una perdida de medios y tiempo, está muerto y puede irse despidiendo de su cátedra.

A mas de tres mil kilómetros de casa, lejos de Linda, mi esposa, y con la compañía ocasional de Kadri, mi amante, esas semanas o meses, prometían ser un bálsamo para mi aburrimiento. 

Sol, buena comida y poder romper alguna cama de hotel retozando en ella sin miedo ni prisas con Kadri, mi idolatrada y deseada Kadri. Solo de pensar en ella, se me altera el pulso.

Pero una cosa son los planes, y otra muy diferente el destino y la realidad.

Fué un mediodía. Estaba en el despacho de la facultad haciendo trabajo burocrático. Mi secretaria me pasó una llamada telefónica inesperada.

-- ¿ Que ? , ¿ quién dices que me llama, Katryn ?.
--    La secretaría de la vicepresidenta del gobierno español, y sí, preguntan por usted. Me he             asegurado de ello, me ha extrañado tanto como a usted, por la cara que pone.
--    En fín, pásame la llamada, por favor

La voz que se identificó como la secretaria de la vicepresidenta española, me comunicó que al dia siguiente aterrizaría en Tallin un enviado especial del gobierno español, para proponerme un asunto muy confidencial, tanto que habían evitado hacerlo por los canales diplomáticos normales.  Me pedían que atendiese a aquél enviado y escuchase la oferta que me hacia el gobierno español. Aquél  "enviado especial" se pondría en contacto conmigo tan pronto como aterrizase.

Al dia siguiente, recibí la llamada anunciada.  Un tal  J.C. Fábregas ( no me aclaró su nombre de pila ) me citó sobre las seis de la tarde en una desangelada cafetería en las afueras de Turtu.

Mi primera intención fué la de enviarlo a paseo, pero mi curiosidad se antepuso a mi natural pereza, y decidí que si álguien se había tomado la molestia de volar tantos kilómetros para verme, al menos debía escuchar lo que proponía.

A la hora fijada, entré en aquella cafetería alejada. En una mesa al fondo del local, reconocí a la embajadora española en Tallin, con la que había coincidido en algunos actos culturales promovidos por la embajada. No me cupo la menor duda de que aquél tipo bajito y anodino que la acompañaba,  que cubría su cabeza con una peluca y un sombrero, y su rostro con unas aparatosas gafas de sol, debía ser el tal J.C. Fábregas. 

Aparentemente, un "friki" de mucho cuidado.

Me dirigí a la mesa despues de dar las buenas tardes al camarero indolente que había tras la barra, mientras la pareja se ponía en pié para recibirme.

La embajadora me extendió su mano con una cordial sonrisa, e hizo la presentación de rigor.

--  Señor Vikrandas, me alegro de que esté usted aquí. Le presento al señor J.C. Fábregas, enviado especial del gobierno de España. 

En contraposición con el vigoroso saludo de la embajadora, el tacto de la mano de Fábregas era como el de un pescado flácido y húmedo. Mi instinto fué de restregarme la palma de la mano en la parte trasera de mi pantalón tras aquél incomodo saludo, pero me contuve. No quedaría muy elegante hacerlo.

La señora embajadora retomó la palabra.

-- Bién señores, una vez hechas las presentaciones, les dejo solos para que hablen con libertad del asunto que nos ha traído a todos aquí. Mi función tan solo era presentarles, y certificarle al señor Vikrandas que esto es un asunto realmente serio, un asunto de estado.

Contemplé como la embajadora cruzaba el local rumbo a la calle. Una mujer madura, bella, elegante y culta. Que me dejaba a solas con un tipo de aspecto cuando menos inquietante, por muy enviado especial del gobierno español que fuese.

-- Bién señor Vikrandas, ¿ que desea tomar ?.

Contemplé la consumición que Fábregas tenia delante, una infusión humeante.

-- Un Bourbon doble.


( continuará )








3 comentarios:

  1. Un tipo enigmático el enviado por el gobierno. A ver si va a ser el Villarejo ese. Cuidado con los interlocutores no vayan a grabar todo lo que se habla.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Yo pediría una ratafía doble, con poco hielo, porque allí hace fresquito.
    salut

    ResponderEliminar
  3. Esto parece real, de Valle Inclan para arriba, por lo menos, pero tan real como la vida misma. Personalmente creo que hay muchas personas que en su juventud tuvieron la firme convicción que se podía vivir ¡¡sin pegar palo al agua!!! y crecen y lo consiguen. No hay mejor profesión que la de salvapatrias...
    Paissssss

    Un saludo

    ResponderEliminar

Si has leído mis desvaríos y tienes algo que aportar, hazlo aquí.