sábado, 22 de mayo de 2010

CONTRASTES



Dias atrás, por asuntos laborales transitaba a pié por el vecino municipio de Cornellá del Llobregát. Un lugár que no frecuento, pero en el que anteriormente ya habia estado. La ventaja de llevár en el bolsillo un teléfono equipado con una camára digitál de calidád aceptable, es que puedes tomár instantaneas de aquellos detalles insolitos y sorprendentes que te encuentras en tús desplazamientos cotidianos.

El otro diá me dí de bruces con el contraste arquitectónico que ilustro con la fotografia, que anteriormente me habia pasado desaprecibido.

Un centro comerciál de los que tanto han proliferado ultimamente por este país. Una mole de hormigón armado y metál que alberga en sús entrañas varias salas de cine, un supermercado de una cadena conocida, y una multitúd de tiendas franquiciadas e impersonáles. Se pueden encontrár aquí los mismos servicios y artículos que en Tarragona o Bilbáo. El triunfo del consumismo llevado a sú maxima expresión democratica y al alcance de todos, pero sin nigún rastro de personalidád propia.

Casi pegada al muro del centro comerciál, a tan solo cuatro o cinco metros de distancia, una "masia" catalana, una casa de labranza que por el aspecto debe datár de mediados del siglo XIX, o bién reformada por aquella época, actualmente reconvertida en restaurante. Faltan algúnos elementos que conformaban el conjunto de  estas casas de campesinos, como el granero o el establo de los animales, que no han sobrevivido a la remodelación.

El alfa y el omega de la actividád comerciál en mi tierra, juntos y compartiendo espacio.

Hasta los años cincuenta del pasado siglo, el peso de la economia del Bajo Llobregát recaia en sús campos de cultivo, y en sus payeses, los pequeños y medianos campesinos de la zona. Una huerta fértil y con productos de calidád que incluso se exportaban a los mercados del súr de Francia.

Nací al lado del mercado de La Boqueria en Barcelona, y conocí a las payesas, las esposas, hermanas o hijas de los campesinos del Llobregat que acudian a diario a vendér los productos que cultivaban en una pequeña plaza en el lado montaña del mercado. Eran gente laboriosa, de franca bondad y cargados de sentido común. Con un apego tremendo a la tierra y una filosofia de vida producto de generaciones enteras que habian vivido al compás de las estaciones, con un ojo puesto en la tierra y otro en el cielo, por si no llovia, llovia demasiado, o granizaba, y con tiempos marcados por la duración solár del dia.

Le expansión industriál de los años sesenta en la zona empezó a devorár los antiguos campos de cultivo. Se levantaban fábricas de todo tipo, y barrios de nueva creación para "aparcár" a la mano de obra necesaria, a veces en condiciones deplorables de urbanismo carentes de cualquiér servicio necesario. En pocos años, la fisonomia del Bajo Llobregát cambió radicalmente, y la vieja tierra fértil despareció bajo oleadas consecutivas de hormigón, y los campesinos se reciclaron en operarios de la industria del metál.

Actualmente, poco queda de aquellas tierras fertiles. Tan solo algúna huerta en la zona de la autovia de Castelldefels, y una granja-escuela pegada a la "pata" súr de las rondas que tiene sús dias contados.

La imagen refleja el presente de la comarca. Hemos transitado de un pasado agricola, a ún presente post-industriál que no augura nada bueno. Colonizados por empresas multinacionales, que al calór de la mano de obra barata se instalaron, o compraron empresas en los años ochenta, ahora deslocalizan ( palabreja politicamente correcta para sustituír la de cierre ), la producción hacia otras ubícaciones más baratas y productivas. No disponemos de tecnologia propia, tan solo de nuestra capacidád y nuestras manos, y eso se puede comprár a precios más baratos que los que ofrece el mercado nacionál.

Bajo el asfalto, está la tierra de los antepasados. Tendremos que darnos prisa y acudír al asilo donde vegeta esperando sú fín el bisabuelo. Habrá que preguntarle el secreto de como cultivaba aquellas alcachofas tan hermosas mientras tenga fuerzas para explicarnoslo.

6 comentarios:

  1. Qué tristeza, Jósep. Sólo nos queda tener mucha fe en que las cosas tomen otro rumbo. Y poner las manos a la obra. Porque la vida es práctica, no teórica, digo yo.

    Me encantará ir a visitar contigo ese lugar cuando esté en Barcelona. ¡Qué emoción!

    Te mando muchos besos y mucha luz, ya sabes.

    Mmmmuá :D

    ResponderEliminar
  2. Sí señor, cuanta verdad en tu escrito. Y mientras pasa esto, se llenan páginas sobre el nuevo modelo productivo y la economía del conocimiento. Todo ello mientas el sistema educativo va de más en pero.
    En fin, a correr al asilo a prengutar a nuestros mayores como iba eso del campo.

    ResponderEliminar
  3. Me encanta esta entrada, está llena de sensatez y por supuesto melancolía, nos han dejado crecer para dejarnos caer. Y eso es lo peor que podría pasarnos.

    ResponderEliminar
  4. Tendremos que confiár en nosotros mismos y reinventarnos otra véz. Nos hemos estancado en la mediocridád, y es lo peór que nos podia sucedér. A ver si la vieja chistera aún funciona y nos regala otro conejo.

    ResponderEliminar
  5. "nos han dejado crecer para dejarnos caer"
    "Nos hemos estancado en la mediocridád"

    Que verdades más grandes!

    Me encanta este blog!

    ResponderEliminar
  6. mucha melancolía, de la buena.

    ResponderEliminar

Si has leído mis desvaríos y tienes algo que aportar, hazlo aquí.