sábado, 28 de abril de 2012

EL EVANGELIO SEGUN TIMOTEO BOFARULL ( VI )




                               
                                  Moongate ( El portal de la Luna )  Secret Garden

                                                              Capitulo 1 ( 6ª parte )



ellas, se detuvo en una. Reconocía en aquél rostro al hombre que había visto en aquella calle con una pistola en la mano. El texto, aclaraba que aquél sujeto tenía antecedentes  por complicidad en el robo y manipulación de automóviles de alta gama para su venta fraudulenta, aunque no había sido condenado por ello.
     -- Ya te tengo, so cabrón.
     Descargó el fichero de Timoteo, y con el redactó una orden de detención por intento de homicidio. La envió por la red interna a todas las comisarias del país, y preparó la documentación necesaria para presentar la denuncia en el juzgado de guardia. Disponía de su casco como prueba, y el testimonio de los que le rodeaban en aquél momento. No había podido regresar a aquella calle para recoger los posibles casquillos del arma.
     Los vecinos de las “casas baratas” estaban eufóricos tras el triunfo que significaba la suspensión de los desahucios. Una unidad móvil de una emisora de radio, Cat Radio estaba destacada allí recogiendo información sobre los sucesos de aquella mañana. La periodista Gloria Martí, una atractiva mujer madura y veterana informadora, trataba de interrogar a los vecinos sobre los incidentes de la mañana, y sobre todo, averiguar cómo habían conseguido echar de allí a las fuerzas de policía y a los funcionarios judiciales. Había sido testigo desde la distancia de la retirada ordenada por Hereter. Estaba acercándole el micrófono a uno de aquellos vecinos ruidosos que celebraban su victoria. El buen hombre, había estado brindando en varios de los bares del contorno durante un par de horas. Se jactaba de haber estado en la barricada de la calle Seros.
     -- Soy Gloria Martí, de Cat Radio, ¿ querría usted explicarnos que es lo que ha ocurrido hace un rato durante la carga de los policías ?.
     -- Pué que va a pasá. Que ´sos tios son unos mierda. Que con nosotros no pué naide. S´han acojonao. Son uno “membrillos”.
      El aliento alcohólico de aquél hombre y sus balbuceantes palabras, le indicaron a Gloria que poco, o casi nada podría explicarle aquél individuo. Tras media hora de seguir merodeando por la zona, y entrevistando a alguno más de los vecinos, Gloria se convenció de que no iban a averiguar la causa. Decidió volver a la emisora, en la avenida Diagonal. El técnico de sonido era también el conductor del vehículo. Gloria comentaba con el durante el trayecto lo extraño de lo sucedido aquella mañana.
     -- Ha sucedido algo extraño dentro de esas calles, Gloria. El oficial de policía no dejaba de mirar su casco y enseñarlo a uno de sus hombres poco antes de retirarse de allí.
   Cat Radio dio la noticia del desahucio fallido, remitiéndose a una nota del gabinete de prensa del ayuntamiento, complementada con alguna de las declaraciones tomadas por Gloria a los vecinos. Aquella nota decía que el desahucio se había suspendido por razones de seguridad, y para evitar daños accidentales a personas y bienes en el barrio. La criptica nota del ayuntamiento, levanto aún más extrañeza entre los periodistas sobre lo sucedido aquella mañana.
      En todas las profesiones,  siempre existe algo de endogamia. Gloria estaba casada con otro periodista, antiguo compañero en la primera emisora de radio en la que realizó sus prácticas durante el último curso en la facultad, Manuel Daroca. Daroca era un articulista y un periodista de investigación bastante respetado entre la prensa escrita de la ciudad. Era uno de los articulistas de cabecera del rotativo “El Jornal de Cataluña”.
     Aquella noche, cuando él regreso a casa tras el cierre de la edición, ya de madrugada, a Gloria apenas le faltaba una hora para dirigirse a la emisora para empezar su jornada. Hicieron el amor de forma rápida y apasionada, como dos amantes que aprovechan la ocasión ignorando cuando será la próxima vez. Cuando el notó que ella alcanzaba el segundo orgasmo encadenado, se dejó “ir” también. Veinte años de matrimonio entre los dos, no habían conseguido relegar el sexo entre ellos a algo rutinario. Mientras se duchaba, Gloria le comentó a su marido las novedades del día anterior.
     -- Ayer estuve cubriendo con la “móvil” el desalojo del Bon Pastór. ¿ Ya te has enterado del jaleo que se armó ?. Tuvieron que suspenderlo.
     -- Algo he escuchado, pero solo sé que se suspendió el desalojo de las primeras familias. Publicamos una pequeña nota en las páginas locales de hoy.—Respondió el sumergido en un dulce sopor provocado por el frenético coito, con un tono de voz que se asemejaba al suave ronroneo de un gato satisfecho.
     -- Tendrías que ir por allí e investigar qué es lo que ha sucedido. Yo no conseguí sacar nada en claro, tan solo que los policías y funcionarios tuvieron que retirarse de aquellas calles. Y además, ¿ quieres saber un chisme, algo curioso que contemplé ?.
      -- Cuéntamelo.
     -- Nuestro flamante concejal del distrito, el Hereter, ¡¡ se cagó en los pantalones, materialmente !!. Tenía una buena mancha, y se podía oler la mierda a decenas de metros. Estaba bastante nervioso y agitado. No me atreví a pedirle ninguna declaración en ese estado, je, je.
     -- ¿ Puedo publicar eso, cariño ?. Te citaré como fuente.
    -- ¡¡ Ni se te ocurra !!. Hay unos límites en nuestro trabajo, y ese pobre hombre tiene derecho a tener un poco de dignidad.
     -- Cariño mio, cuando se entra en política, se pierde toda dignidad. Hay rumores por ahí de que toda esta operación es un “pelotazo” urbanístico a la mayor gloria de unos pocos bolsillos, donde irán a parar las plusvalías del negocio que será el nuevo complejo de viviendas. Y parece que ese “pobre hombre”, como tú le llamas, tiene algún interés inconfesable en todo ese asunto, aunque de momento, no se puede probar nada.
     Gloria volvió al dormitorio para vestirse. Manuel observó el cuerpo bello y rotundo de su esposa a la luz de la claridad que se filtraba a través de la persiana semicerrada. Fue un momento mágico y fugaz, mientras ella se enfundaba en su ropa interior. La madurez había pronunciado sus curvas. Incluso tenía una leve barriguita, que a él le parecía que añadía un plus de atractivo a aquél cuerpo que adoraba, y que no se cansaba de acariciar cuando podían compartir unas cuantas horas de cama el fin de semana. Sintió otra vez la punzada del deseo, pero ya no había tiempo para nada. Los problemas de tener horarios laborales divergentes.
     -- De todas formas, no olvides intentar averiguar algo sobre el follón de ayer, Manolo, creo que sucedió algo raro. Si lo consigues, tendrás un artículo sobre eso que los puristas de la pluma llaman “realidad social”.
     Ya vestida, ella se inclinó para besar a su marido. El sujetó su nuca con la mano, prolongando el beso y explorando con su lengua la boca de ella. Magréo su pecho con la mano que le quedaba libre. Ella se dejó llevar unos instantes, pero cortó en seco el beso.
     -- ¡¡ Deja de excitarme aún más, so canalla !!, que aún llegaré tarde. Y procura tomar vitaminas para el sábado, ¡¡ porque voy a follarte hasta que pidas socorro!!.
     Manolo durmió seis horas de un tirón. Al levantarse, tomó un bocado ligero con un zumo de naranja. Anotó en la agenda el darse una vuelta por el Bon Pastor e intentar averiguar algo sobre aquella batalla campal. Salió hacia la redacción del periódico.

                                                                     FIN


      Hasta aquí llega el primer capítulo de la novela que trata las andanzas de Timoteo Bofarull en la Barcelona orgullosamente post-olimpica, ensimismada en si misma y en su imagen de modernidad, y que olvidó que bajo el asfalto, estaba la tierra de los antepasados. 
     Un personaje que vive en la difusa linea que separa el bien del mal, en una zona de penumbra. Que ha envejecido prematuramente a sus veintitantos años, y que decidió tirar por la calle de en medio cuando la sociedad le abofeteó en las dos mejillas. Que ha conocido lo peor de la condición humana, y ha decidido explotar el lado oscuro de esa condición en beneficio y lucro propio. Hasta que aquél día, todo se torció rápidamente.
     
     Llevo la redacción de la novela bastante adelantada. Me gustaría conocer vuestra opinión sincera sobre lo que habéis leído.


                                                                 Gracias

                                             




viernes, 27 de abril de 2012

EL EVANGELIO SEGUN TIMOTEO BOFARULL ( V )



                                                         Capitulo 1 ( 5ª parte )



     - No se merecen, tan solo era parte de nuestro trato. No volverán por aquí. Nadie podrá volver a intentar echaros de aquí, descuida.
     Los vecinos, celebraban su victoria en las calles. Alguien había avisado a un ambulancia, donde era atendida Remedios, la vecina de la casa de enfrente a la de Timoteo. Aparte de la herida en la cabeza, la mujer presentaba un cuadro de conmoción cerebral. Timoteo era consciente de que aquél policía le había visto, y probablemente a aquellas alturas, debían de haber dictado ya una orden de detención contra él. Entró en su casa, y se dirigió al baño. Allí, detrás del mueble que colgaba de la pared, sacó de un escondrijo todo el dinero en efectivo que tenía acumulado en la casa, una cifra respetable. Cogió el teléfono móvil y el cargador de corriente, y salió de la casa. La ambulancia estaba a punto de partir en dirección al hospital del valle de Hebrón con la anciana herida. Se ofreció a los médicos para acompañar a la mujer, les dijo que ella era una familiar suya. Subió junto a la camilla en la parte posterior del vehículo, y se sentó. La pistola, le estorbaba y se le estaba clavando en el culo, pero no se atrevió a acomodársela en presencia del enfermero que atendía a la mujer.
     El vehículo de emergencias, tuvo que dar archa atrás para evitar el furgón de la policía que había sido abandonado por su dotación en la esquina. Alguien, lo había incendiado. Algunos vecinos intentaban controlar el fuego para que no se extendiese a la casa cercana. A lo lejos, se oían las sirenas de los vehículos de los bomberos. La ambulancia, cruzó el cordón policial que envolvía el barrio en dirección al hospital. Ningún policía reparó en ella en mitad de todo aquél jaleo.
      Timoteo contempló a través de los vidrios traseros de la ambulancia la columna de humo que se levantaba desde su calle mientras el vehículo se alejaba del barrio. Se sintió desasosegado. De una manera u otra, habían conseguido echarle de su casa.
     La operación de desahucio, había quedado suspendida. El destacamento de policías, no podía acercarse a menos de veinte metros del límite de las “casas baratas”. Una sensación incontrolada de pánico inexplicable, se apoderaba de ellos. Parecía que hubiese una barrera invisible alrededor de la zona para todo aquél que llevase un uniforme azul.
     Así, acabó lo que la prensa calificó al día siguiente como la “batalla del Bon Pastor”.
     Aquel mediodía, el sargento primero de la Guardia Civil Manuel Vázquez estaba en su despacho de la sección operativa del Centro Superior de Información para la Defensa, (CESID ). La sección operativa, apodada por sus miembros como la “sección Hollywood” era la encargada de realizar las tareas que se podrían considerarse “ilegales”, como las escuchas, los registros en locales y domicilios, y las vigilancias de todos aquellos que pudiesen significar por una razón u otra una amenaza para la seguridad nacionál. La sección realizaba los “trabajos sucios” del CESID. 
     Desde su alta en el hospital, hacia unos meses, Vázquez había sido incorporado a aquél nuevo destino por recomendación del coronel De La Fuente.  La delegación de Barcelona, ocupaba una planta de un moderno edificio de oficinas en la calle de Tarragona. Ninguna placa en el vestíbulo indicaba su presencia en aquél edificio. Una docena de plazas de aparcamiento en el sótano estaban ocupadas por los diferentes vehículos de la unidad, y los diferentes conserjes que se turnaban las veinticuatro horas en el vestíbulo del edificio, también pertenecían al servicio. La seguridad, era discreta pero efectiva para todo el bloque, donde las actividades del servicio de información convivían con empresas privadas. Los miembros del grupo, pasaban inadvertidos entre el personal de las diversas oficinas de empresas comerciales que ocupaban el edificio.
     Vázquez había cerrado un caso de vigilancia sobre una empresa dedicada a la importación y exportación aquellos días. Una tapadera legal que encubría un caso de inmigración ilegal, y estaba resolviendo todo el papeleo que el fin de aquella operación había generado. La banda de delincuentes había sido desarticulada el día anterior, y sus miembros puestos a disposición del juez de guardia.
      El ordenador destacó en la pantalla la entrada de un nuevo fichero procedente de la actividad de la Policía Nacional. No era que mantuviesen una relación de estrecha colaboración con la policía, sencillamente un programa informático colocado en el ordenador central de la Policía Nacional automáticamente les enviaba una copia de las alertas que se generaban.
     Vázquez abrió el archivo que había recibido. Era una orden de arresto contra un individuo que aquella mañana había disparado contra miembros de los antidisturbios en la barriada del Bon Pastor. Había un par de fotografías de la ficha policial del presunto sospechoso. Se sorprendió al verlas.
     - ¡¡ Coño !!, si es Timoteo.¿ En qué clase de lio te habrás metido, niño ?.
     Vázquez sentía un sincero aprecio por Timoteo desde que ambos coincidieron en el Hospital Gómez Ulla de Madrid.
     Era poco antes del mediodía cuando Jordi Hereter recibió aquella llamada en su despacho en el edificio de oficinas que el ayuntamiento tenía en la plaza de Sant Miquél.
     --¿ Digame?, ¿ si ?…… ¿ cómo, que no ha sido posible empezar los desalojos del Bon Pastor?..... ¿ Porqué ?. No es posible, no… ¿ Que una compañía entera de antidisturbios han escapado como conejos ?. ¿ Pánico ?. Mira Antonio, yo no entiendo nada. ¿ Que siguen en el perímetro del barrio y no pueden entrar ?. Aún lo entiendo menos todavía. Mira, voy a coger el coche y voy hacia allá, porque no me creo nada de toda esta mierda que me estas explicando. Espero que haya una buena razón para todo este lio. Diles que se mantengan todos quietos donde están, los policías, el juez, el secretario del juzgado, y tú mismo. No os mováis de ahí, tardo media hora en llegar.
     Hereter hizo localizar urgentemente a su chofer, y emprendió el camino del centro de la ciudad al Bon Pastor en el coche oficial. Cuando llegó a la zona, contempló a todo el grupo, policías, juez y funcionarios a un lado de la calle. Al otro lado, un grupo de vecinos y los muchachos del ateneo libertario increpaban, insultaban y se mofaban abiertamente de los ocupantes de la acera opuesta del la calle. La llegada de Hereter a bordo de su coche oficial, hizo que los insultos, las amenazas y las puyas se redoblasen de una manera atronadora. Alguna botella de cristal fue lanzada desde la otra acera contra el pelotón de policías, que esquivaron sin muchas complicaciones.
     Hereter se encontró con el funcionario que le había llamado nada mas poner un pié en el suelo.
     -- Ya me explicarás que es esa historia de que no podéis entrar en el barrio.
     -- Lo que oye, en cuanto intentamos cruzar la calle, nos es imposible, ¡¡ se lo juro, señor Jordi!!. No sé qué es lo nos sucede, ¡¡ pero no tenemos cojones de entrar ahí !!.—El tono servil del funcionario se vió afectado por el miedo que destilaba su vóz.
     -- Antonio, intentadlo y os acompaño, no puedo creer que no podáis entrar en esa calle sin motivo aparente.-- Hereter crispó el rostro tras la conversación con su subordinado. No soportaba la incompetencia ni las tonterias
     Antonio habló con el oficial la mando de los policías, con el juez y los funcionarios judiciales. Los policías se prepararon para cargar una vez más. La primera línea de uniformados, cruzó la calle con los escudos de plástico levantados, y con los funcionarios, el juez y Hereter tras ellos. Nada mas alcanzar el otro lado de la calle, los policías empezaron a titubear mientras los revoltosos retrocedían al interior de las calles.
      Hereter, empezó a sentir una sensación de desasosiego. Tenía la impresión de que la luz del día se iba oscureciendo poco a poco a cada paso que daba. La producción de adrenalina se disparó en sus glándulas supra-renales, y su hígado activó la producción de glucosa. Empezó a sentirse amenazado por algo indefinido, algo que no veía, pero que acechaba a la sombra de aquellas casas de planta baja, y que le obligaba a estar en alerta, vigilante. Empezó a sudar, y detuvo sus pasos vacilantes. Los policías que le precedían, empezaron a retroceder de una forma nerviosa. Hereter se quedó solo en aquella calle. Una botella, arrojada por los alborotadores, se estrelló en la pared,  junto a él, llenado su chaqueta de esquirlas de vidrio. Pero no le inquietaban los objetos que volaban hacia él. La luz, continuó descendiendo en intensidad. Le daba la impresión de estar entrando en la penumbra del anochecer. Pero eran poco más de las doce del mediodía. Sudaba copiosamente dentro de su ligero traje veraniego, y sus pies se habían vuelto de plomo. Una sensación de pánico incontrolable le dominó súbitamente. Un miedo desconocido, que nunca había sentido. De repente, su esfínter se soltó y notó una masa cálida descendiendo por sus pantalones. Se giró en redondo, y salió de aquella calle, siguiendo a los policías y funcionarios que habían retrocedido instantes antes que él.
     -- ¿ Lo entiende ahora, señor Jordi ?.
     -- Si Antonio, os entiendo a vosotros, pero no entiendo que es lo que sucede ahí dentro.
    -- Pues lo hemos intentado en varias ocasiones con el mismo resultado. Los policías que cargaron en la calle de Serós contra las barricadas, hablan de demonios, de seres sobrenaturales que están dentro de esas calles.
     --Antonio, yo no he visto ningún demonio, pero me he cagado encima, ¡¡literalmente!!.
     Hereter se dirigió al oficial al mando de la policía, y a los funcionarios judiciales.
     -- Suspendemos el desalojo, por favor, vuelvan todos a sus cuarteles y despachos, y mañana volveremos a intentarlo otra vez. Esto no tiene ninguna explicación posible.—Vio por el rabillo del ojo a una unidad móvil de una emisora de radio estacionada a unas decenas de metros. Los periodistas, habían estado cubriendo la noticia de los incidentes.—Y que ninguno de ustedes haga ningún comentario sobre lo que ha ocurrido con la prensa, por favor.
     Una vez disuelto el operativo para el desalojo, Jordi Hereter se dirigió a un bar cercano, para procurar limpiar en lo posible el desastre que había bajo sus pantalones. Una vez aseado dentro de las posibilidades, se tomó una cerveza fría para serenar el ánimo. Todo aquello, era inexplicable para él. Cuando volvió al coche oficial, le ordenó a su chofer que se dirigiera a su domicilio, en vez de a su despacho. Observó a través del retrovisor una mueca burlona en el rostro del conductor. Aquello le hizo ponerse de mal humor.
     -- Y borra esa estúpida sonrisa de tu cara, so cretino, o mañana vas a estar conduciendo un camión de basuras.—La expresión del chófer, se volvió malhumorada, como la de su jefe.
     El convoy policial con los furgones supervivientes del incidente, llegó al acuartelamiento situado en la Zona Franca. El oficial al mando de la compañía, hizo reunirse a sus hombres nada más desembarcar de los vehículos. Los rostros de aquellos policías, eran una galería de diferentes expresiones. Había algún rostro lívido  todavía por el miedo, expresiones de preocupación, de asombro, y alguna incluso jocosa.
     -- Señores, esperaremos órdenes para regresar al Bon Pastór cuando nos lo indiquen otra véz. Y que quede claro que esto que ha sucedido hoy, ¡¡ no puede salir de aquí de ninguna manera !!. Nadie hablará de este asunto con la prensa o con ningún medio de comunicación. Y si a alguien se le ocurre hacerlo, y averiguo quien es, lo suspendo de empleo y sueldo durante tres meses y le envío a hacerse una evaluación psicológica preventiva.  ¡¡ Así que calladitos todos !!. O nos van a tomar por locos, ¡¡ coño !!.
          
     



Tras abroncar a sus hombres, el oficial se dirigió a las oficinas, y tomo asiento en su mesa,delante 
del ordenador. Se conectó al banco de datos del ordenador central de la policía en Madrid, el "Gran Berta", y abrió el fichero de delincuentes correspondiente a la provincia de Barcelona. Discriminó los datos introduciendo el código postal del Bon Pastor. Cerca de doscientas fichas aparecieron en el indice de la pantalla. Aplicó el filtro de edad entre los veinte y treinta años, y discriminó las que quedaban por sexos. Finalmente, solo quedaron veinte. Tras pasar en pantalla una docena de

                                      ( continuará )
     

EL EVANGELIO SEGUN TIMOTEO BOFARULL ( IV )


                                                            Capitulo 1 ( 4ª parte )


     - Mi señor Lucifér, quiere saber porqué El se te ha aparecido. Llevaba cientos de años sin hacerlo. Y cuando vuelve a hacerlo, cuando vuelve a revelarse, ¡¡ lo hace ante ti !!. Por eso  me envió a mí. Soy su más valioso servidor.- Timoteo retrocedió un par de pasos.
     - A mí también me gustaría saberlo, Beleth. Desde entonces, mi vida es más complicada. Soy consciente de mi miseria, y de la de los demás. Veo más allá de lo que ven los que me rodean. Tengo conocimientos que nunca he aprendido, y vivo en una inquietud permanente. Tengo que ir con urgencia al psicólogo. A ver si con suerte y unas cuantas pastillas, ¡¡ dejo de verte y escucharte!!.- Beleth soltó algo parecido a una carcajada con su extraña voz en varias frecuencias.
     - Unas simples pastillas, no te librarán de mí. Solo conseguirías aturdirte con ellas. ¿Qué sentiste cuando tuviste la visión, que es lo que viste aquél día?.
     - Una luz indescriptible, como nunca la había visto antes. Una voz grave y extraña, que parecía proceder de todas partes y de ninguna a la vez. Tuve que detener el coche en la autopista como buenamente pude. Había perdido el mundo de vista. Y el dolor. Un dolor agudo en mi cabeza, detrás de mis ojos. Era como si algo estuviese entrando en mi cuerpo a través de mis retinas. Y el placer, un placer que nunca había experimentado, al mismo tiempo que mi cabeza parecía estallar de dolor. Salté la valla de la autopista, y me interné en el bosquecillo que había al lado. El dolor iba y venía, como una vibración. De golpe y de repente, el dolor y la luz cesaron dejando paso a una tremenda sensación de alivio y a una oscuridad absoluta. Me había quedado ciego. Y aquella voz, siguió hablándome, aunque no conseguía entenderla. Solo comprendí la última frase: prepara el camino.
     - Solo eso, ¿ prepara el camino ?.
     - Si, solo eso.
      Afuera, en la calle, se empezaban a escuchar gritos y golpes lejanos. Parecía que la policía ya empezaba a penetrar por las estrechas calles del barrio.
     Timoteo salió a la puerta de la casa. Frente a la casa de Mari, se habían concentrado los anarquistas, y una multitud de vecinos. Habían utilizado contenedores de basura y varios muebles viejos para levantar dos barricadas a ambos lados de la casa de la mujer.  Algunos chavales, por delante de las barricadas y con el rostro cubierto por pañuelos, disparaban piedras y tuercas metálicas contra los policías utilizando tirachinas. Los antidisturbios, refugiados tras sus escudos de plástico, respondían disparando pelotas de goma y botes de humo contra los revoltosos, que estos devolvían a patadas a la policía.
     Un grupo de revoltosos se enzarzó a golpes contra dos o tres policías que se habían adelantado. Los policías, se emplearon con sus porras a fondo contra aquellos manifestantes. La puerta de la casa situada frente a la de Timoteo se abrió. La vecina de aquella casa, una mujer de unos sesenta años, la señora Remedios, se enfrentó a uno de los policías que estaba apalizando a uno de los chavales caídos en el suelo. El golpe de porra que recibió como respuesta aquella mujer en la cabeza, fue atroz.
     Timoteo la vio caer al suelo con un reguero de sangre manando de su cabeza. Quedó acurrucada en posición fetal, mientras a su alrededor continuaban los golpes. La sangre empapaba el cabello de la mujer, sus manos, y empezaba a gotear en el asfalto. La visión de la sangre, conmocionó a Timoteo.
      En un instante, retrocedió en el tiempo, y volvió a estar en Mostar, en la entrada del hospital musulmán. La sangre, había salpicado la blanca pintura que identificaba al blindado como parte de las fuerzas de pacificación de la O.N.U. El alférez Capdevila, agonizaba en sus brazos, atravesado por un disparo. Volvió a ver su sangre empapando su uniforme, sus manos, su cara. Volvió a sentir una mezcla de odio y miedo. Sobre todo, miedo. Y una ira tremenda.
- ¡¡ Hijoputas, cabrones !!. Nos han declarado la guerra.- Timoteo cerró la puerta y se dirigió a su habitación. Movió la mesilla de noche a un lado de su posición junto a su cama. Levanto una losa del suelo con la ayuda de una navaja. Originalmente, su abuela paterna había practicado aquél escondite para esconder el dinero y las joyas de valor. Ahora, Timoteo escondía allí un recuerdo de su paso por Mostar con la Legión.
     - ¿ Que vas a hacer con eso ?.- La pregunta de Beleth le sorprendió hurgando en el agujero que la loseta levantada del suelo había dejado al descubierto. Creía que el demonio había desaparecido, pero seguía junto a él.
     - Poner a esos cabrones de uniforme en fuga, ya que tú no haces nada.
     Sacó del agujero una bolsa hermética de plástico que contenía un bulto envuelto en trapos. Abrió el paquete, y extrajo una pistola automática Colt. Sacó el cargador de la culata, y abrió el cerrojo echando un vistazo a la recamara.  Estaba limpia y en estado de uso. Colocó el cargador en su lugar, cogió un cargador lleno adicional más que había también en el paquete, y lo introdujo en el bolsillo. Volvió a hurgar en el agujero y extrajo de allí una caja de munición precintada aún. Cogió de ella un puñado de  balas, y también las introdujo en el bolsillo.
     - ¿ Y tú, poderoso señor de los infiernos, no vas a hacer nada por esa pobre gente ?.
     - Podría hacerlo, podría obedecer cualquier orden que tú me dieses. Seria tu leal servidor .  Pero solo si me respondes a una pregunta. No te será difícil, si realmente estas tan informado sobre nosotros, los demonios. Pero a cambio, si no sabes darme la respuesta adecuada, tendrás que pagarme un precio muy, muy alto.
     - ¿ Cuál es el precio, Beleth ?.
     - Tu alma, Timoteo, tu jodida alma inmortal.
     Desde la calle llegaba el fragor de la batalla. Las detonaciones de los fusiles de la policía vomitando pelotas de goma eran claramente audibles dentro de la casa. Timoteo volvió a mirar al fondo de aquellos pozos de negrura que eran los ojos del demonio.
     - Trato hecho, Beleth. De todas formas, ya contaba con ir de todas maneras a los infiernos. Hazme esa pregunta.
     - ¿ Quién es mi peor enemigo, mi carcelero, mi guardián ?.
     - Buena pregunta, demonio. Tiene que ser alguno de tus viejos compañeros antes de vuestra caída. Uno de los que escogió el bando adecuado.
     - Si, pero, ¿ cuál de ellos ?.
     - Azraél, el ángel de la muerte, el exterminador. El es tu guardián.
     Un rugido surgió de la boca demoniaca.
     - ¡¡ Es cierto !!. Eres un cabroncete muy listo.
     - Ya te advertí que tengo conocimientos que no he aprendido nunca. No temas, no te voy a pedir nada humillante. Ahora, sal ahí fuera, y pon en fuga a esos desgraciados, ¡¡ para siempre !!. Yo voy a saltar por el patio a la calle de detrás, por la puerta será imposible salir. Encajó la pistola en la parte trasera del pantalón
     Timoteo trepó al tejado por el muro del patio. Una vez arriba, caminó con cuidado apoyando su peso sobre la zona del tejado que se apoyaba en la pared medianera entre dos casas.  Salto al techo de una pequeña furgoneta aparcada en la desierta calle Biosca. Toda la atención del barrio, y de la policía, estaba puesta en la calle de atrás. Giró la esquina caminando tranquilamente. Como suponía, en el cruce de su calle, estaba estacionada una furgoneta policial que ejercía de puesto de mando sobre el pelotón de policías que apaleaban a los manifestantes y los revoltosos. Observó a una pareja de uniformados junto al vehículo. Uno de ellos, con lo galones que le distinguían como oficial sobre los hombros,  impartía órdenes a través de una radio de mano. Junto a ellos, unos hombres vestidos  de paisano, uno de ellos con una carpeta entre los brazos. Debían ser los funcionarios del juzgado. No le habían observado llegar.
     Se parapetó tras un coche aparcado. La pareja de policías seguía teniendo toda su atención en los disturbios de la calle Serós. Observó las viseras de plástico de los cascos levantadas, y que los dos policías no se habían abrochado la sujeción del casco, el barboquejo, bajo sus barbillas. Sacó la pistola de la parte trasera del pantalón, quitó el seguro y la cargó. Se apoyó sobre el techo del vehículo. Apuntó cuidadosamente a la parte superior del casco del oficial. Compensó  la distancia al apuntar alineando el alza y la mira.
     Respiró hondo, y disparó. El ruido del arma, quedó disimulado por el estruendo de la batalla campal que se desarrollaba un poco más allá.
     El casco de aquél policía, salió disparado de la cabeza de su propietario, cayendo un par de metros más allá. El desconcierto se apoderó de la pareja de uniformados. Aquél policía recogió su casco del suelo, y se lo mostró a su compañero, señalando el orificio de bala en la parte superior. Había una mezcla de estupor y miedo en la expresión de ambos.
     El nerviosismo se apoderó del grupo. No dejaban de mirar en todas direcciones, y los dos policías echaron mano a sus armas reglamentarias. De repente, el pelotón de policías que  operaba contra la barricada apareció en la esquina corriendo desordenadamente buscando la salida del barrio. El oficial cuyo casco había sido alcanzado por el disparo, su compañero y los funcionarios judiciales, se unieron al grupo en su retirada a la carrera.
       Aquél  policía, se volvió y  vio  a Timoteo con su arma en la mano. La miradas de los dos, se cruzaron a lo largo de la calle.
      En la calle Serós, los antidisturbios habían estado a punto de vencer la resistencia de los alborotadores. Habían superado la barricada de los contenedores de basuras, y estaban casi por  alcanzar la fachada de la casa a desalojar. Súbitamente, los policías de cabeza del pelotón se quedaron inmóviles. Parecía que la luz del sol se desvanecía, amortiguándose en un extraño tono violáceo. De repente, la calle estaba llena ante ellos, había allí una multitud que antes no estaba. Y al frente, había un caballo pálido y huesudo, sobre el que montaba un extraño jinete. Los ojos de animal, emitían un brillo inquietante, mientras rascaba en el asfalto con una de las pezuñas delanteras. El jinete, les observaba con unos ojos raros y amezantes, duros, enmarcados en un rostro que no era humano, como el resto de aquellos seres que le rodeaban a pié. El caballo, se levantó sobre sus cuartos traseros, y relinchó con un sonido estridente y terrible, que parecía venir de todas las direcciones. Y de repente, todos aquellos extraños seres rompieron a gritar con unas voces insoportables que taladraban sus oídos.
     Aquél ruido, duró unos cuantos segundos, después se hizo un silencio absoluto. La voz de uno de los policías, resonó en el callejón.
     - ¡¡ Retirada !!, vámonos, ¡¡ fuera de aquí !!.
     Los policías, empezaron a retroceder. Al principio, lentamente, y unos momentos más tarde, emprendieron una huida francamente desordenada buscando la salida de aquellos callejones, atenazados por el pánico. Algunos escudos y porras quedaron abandonados al deshacerse de ellos sus propietarios para poder correr con más comodidad.
     - Los vecinos, situados tras la barricada, contemplaron atónitos la inexplicable retirada de los policías. Ninguno de ellos había visto nada extraño en la calle. Solo la expresión de pánico de los uniformados, y su enloquecida retirada a la carrera.
     Timoteo contempló la estampida policial desde la esquina. Aquellos hombres estaban fuera de sí. Vio como alguno tropezaba y caía en su afán de correr más rápidamente. El espectáculo le recordaba a las carreras de los encierros de San Fermín, aunque allí no había toros bravos, ni nada que justificase aquella alocada carrera.
     - Vaya, Beleth ha cumplido su palabra.
     - ¿ Dudabas acaso de mí profesionalidad y solvencia ?.- La voz del demonio, a sus espaldas le sorprendió.
     - No, solo me ha sorprendido lo expeditivo que has sido. ¿ Que les has hecho ?.
     - No gran cosa, solo han tenido una visión de una de mis legiones ante sus narices.- Beleth soltó una profunda carcajada.- Tendrías que haber visto sus caras.
     - Gracias, demonio.


                                                         ( Continuará )

jueves, 26 de abril de 2012

EL EVANGELIO SEGÚN TIMOTEO BOFARULL ( III )




                                                      CAPITULO 1,  ( 3ª PARTE )




      La casualidad quiso que el día elegido para ejecutar los primeros desahucios programados coincidiera con el aniversario de la fecha de las últimas elecciones municipales. El miércoles veintiocho de mayo de mil novecientos noventa y seis
Amaneció despejado y con buen tiempo. El calor del ya próximo verano se insinuaba con una temperatura agradable aún antes de la salida del sol.  Los policías de la compañía antidisturbios, empezaban a sudar bajo el pesado uniforme. Se desplegaron por los accesos al barrio, controlando las calles para evitar la entrada de personas ajenas a él cuando se corriese la voz de que se iban a ejecutar los mandamientos de desahucio dictados por el juzgado. Esperaban que algo mas tarde de las nueve, apareciese por allí el secretario y los funcionarios del jugado. También esperaban a los obreros de una empresa municipal que debían sacar a la calle los enseres de aquellas casas en las que sus inquilinos no lo hubiesen hecho previamente, agujerear los tejados para inhabilitar las viviendas, y tapiar puertas y ventanas, a la espera del derribo definitivo.
     Timoteo regresó de sus correrías nocturnas sobre las ocho de la mañana. Aparcó el coche fuera de la zona, en la calle Sant Adriá. Decidió tomarse un café con leche antes de meterse en la cama, y recorrió unos metros, hasta la calle Estadella. Entró en el bar “El Recreo”, también conocido por el mal nombre de “Can Fritangas”, ya que la cocina de calidad, no era unos de los atractivos de aquél local. Lo regentaba Matías, otro antiguo legionario, como Timoteo. Un hombre entrado en la cuarentena, con aspecto algo patibulario y descuidado.  Matías no se daba demasiada buena maña cocinando, y las pocas tapas que servía en aquél lugar,  pasaban todas por la freidora, a la que cambiaba el aceite para las frituras muy de tarde en tarde. La campana extractora de la cocina, también necesitaba una limpieza urgente. Sumado lo uno a lo otro, el penetrante aroma de fritura algo rancia invadía todos los rincones de aquél local. Limpiando, Matías tampoco se esmeraba demasiado, y el local ofrecía un aspecto algo descuidado y sucio. Pero “El Recreo” era atractivo para la juventud del barrio. Los precios moderados de la bebida, y las fabulas, las “batallitas” que Matías explicaba sobre su paso por la legión, atraían a los jovenzuelos de la zona. Una mesa de futbolín completaba el magnetismo que el local ejercía sobre los muchachos.  La ancha acera frente al local, permitía colocar unas cuantas mesas en el exterior, eso garantizaba el éxito del bar en las largas noches de verano. Muy a pesar de los vecinos de los pisos situados sobre el bar, que alguna madrugada, y hartos de griterío, habían remojado algún vez a los ocupantes de la terraza con el lanzamiento de cubos de agua.
     Timoteo no se sorprendió de encontrar allí a su amigo Antonio Cortés, también conocido como “el Tato”.
     Antonio Cortés, “el Tato”, era el hijo mayor de un gitano y de una “paya”. Su padre, Ramón, se dedicaba al negocio de la recogida de chatarra. Se rumoreaba que tenía una pequeña fortuna, aunque seguía residiendo en la zona y era un hombre de comportamiento y gustos austeros. Su único lujo conocido era su hijo Antonio, el primogénito. Tras el, habían nacido tres hermosas niñas, y su esposa, decidió que cuatro hijos ya eran suficientes. Cuando Antonio regresó del servicio militar, Ramón le pasó a su hijo la responsabilidad del transporte y las recogidas en la chatarrería. Antonio amplió el negocio con una sorprendente capacidad de organización. Pero también amplió su propia capacidad de negocio a otros ámbitos no demasiado legales.
     Timoteo entró en el bar. Al menos a aquellas horas, el ambiente en el local aún era respirable.
     - Buenos días “Timo”. Haces cara de cansancio, ¿ aún no te has ido a dormir ?.
     - Aún no. Vengo de hacer la ronda de reparto.
     - ¿ De colocar esa birria de hachís mezclado con mierda de gato ?.
     - ¿ Que quieres que haga “Tato” ?. La gente quiere “mandanga” económica. El día que se fumen alguna cosa sin adulterar, igual acaban ingresados en el hospital con un ataque de risa incontrolable. ¿ Hace otro café ?.
     Mientras Matías preparaba la ronda de cafés en la cafetera, Timoteo levantó la vista hacia la estantería de botellas que había tras la barra. Le sorprendió un azulejo de cerámica que antes no había visto. Tenía una inscripción:
                                                “ Ángel de la guarda
                                          que guardas los pecadores
                                                aparta de esta casa
                                              a los malos pagadores “
     - Matías,¿ qué quieres decir  con ese rótulo del azulejo ?.
     - Na,  no va por vosotros. Pero es que hay gentusa en este barrio que se cree que yo tengo un banco. Y estoy harto de apuntar consumisiones que naide   s´acuerda  después de pagarme. Si es que te dejan argo a debé y ya ni pasan por delante de la puerta.
     - También tienes algo de razón.- Dijo Antonio.
     - Si cobrase too lo que me deben, me podría ir de vacasiones a Marbella un mes por lo menos
     - “Timo”, ¿ ya has visto como está hoy el barrio ?.
     - No Antonio, he aparcado el coche y he entrado aquí a tomarme el café.
     - Pues está rodeado por la policía, la “pasma”. Hoy empiezan con los desalojos. Desde la madrugada, han situado las furgonetas de los antidisturbios alrededor.
     - Ya ni me acordaba Antonio. Se va a liar un buen follón. Los “anarcos” han estado estos últimos días preparándose para montar una batalla campal. Me parece que esta mañana no me van a dejar pegar ojo.
     - Ya es una lástima que echen a esa pobre gente. Dicen por ahí que van a levantar pisos de lujo en el solar que quede libre cuando derriben todas las casitas. Tú también estas afectado,  “Timo”. ¿ Donde irás cuando te obliguen a “ahuecar” de la casa ?.
     - No tengo ni puta idea, Antonio. Yo vivo al día, y solo me preocupa lo que pase desde hoy  hasta la semana que viene. A partir de ahí, Dios dirá. Me voy a dormir, a ver si con suerte no hay demasiada escandalera.
     - Pásate esta noche por aquí antes de irte, “Timo”. Estaré con mi nena y echamos unas cervezas juntos.
     - Una solo, que después tengo que conducir por ahí. Hasta luego.
     Timoteo salió del bar. Cuando alcanzó el límite de la retícula de casitas que conformaban el barrio, vio que todos los accesos estaban controlados por agentes de la policía nacional. Al llegar a la entrada de su calle, se encontró con una barrera de policías equipados con material antidisturbios. Para poder acceder al interior de la calle, tuvo que identificarse ante los policías con su carnet de identidad y justificar que vivía allí. No le hizo demasiada gracia.
     Veinte metros más allá de su casa, había un grupo numeroso de personas que ocupaban toda aquella estrecha calle. Estaban frente a una de las casas afectadas por el desahucio de aquél día. Era la casa de la Mari. Aún no habían aparecido por allí los funcionarios del juzgado, pero los ánimos ya estaban exaltados. Observó a algunos de los componentes del grupo de anarquistas del barrio en aquél grupo. No se explicaba cómo habían podido sortear el control de la policía nacional, pero allí estaban. Se habían pertrechado con algunos de los contenedores de basuras, y parecía que los iban a utilizar como barricadas para cerrar el paso a los policías. Entró en su casa con el ánimo sombrío.
     No se molestó en levantar la persiana de la ventana. Se tendió en el sofá del minúsculo comedor, escuchando los sonidos amortiguados de la batalla que se preparaba en la calle. Cerró los ojos por instante, y cayó en el sopor provocado por el cansancio y la noche pasada en blanco.
     No supo cuanto tiempo había pasado cuando abrió otra vez los ojos. Seguía escuchándose un sordo rumor procedente de la calle. Allí, frente a él,  en el rincón del comedor, volvía a estar aquella presencia inquietante.
     - Buenos días Timoteo. ¿ Tienes el cuajo de echarte a dormir mientras echan fuera de sus casas a tus amigos y vecinos ?.
     - ¿ Y qué puedo hacer yo frente a una compañía de antidisturbios ?. Tan solo acabar con la cabeza reventada y detenido en la comisaria.
     - Eso no debería darte miedo, ya tienes experiencia pisando comisarias como detenido. Quizás de esa manera, tus vecinos tendrían mejor concepto de un pequeño “chorizo” como tú.- Timoteo se incorporó en el sofá. La ultima insolencia del demonio, había tenido el efecto de despejarle la modorra. Se puso en pié y se enfrentó al demonio. Puso su cara a unos centímetros de aquella alucinación. Miró aquél rostro inhumano, y lo rozó con los dedos. Notó un tacto suave y solido debajo de ellos, acompañado de una tremenda sensación de frio. Parecía alguien real.
     - ¿ Y tú Beleth ?. Nada menos que un príncipe de los infiernos. Un jefe militar con mando sobre ochenta y cinco legiones de demonios.-- Timoteo seguía manteniendo su rostro a escasos milímetros de la cara de Beleth.-- ¡¡ Un diablo todopoderoso, un ángel caído por ambicionar el saber y el poder de Dios !!, el demonio que regaló el conocimiento divino a los hombres adiestrándoles en el arte de las matemáticas.- Timoteo notó la mirada sorprendida de Beleth en aquellos ojos negros como la noche,  casi inescrutables. Un rugido ronco le respondió.
     - ¡¡ Tu !!. ¿ Como sabes todo eso de mí ?.
     - ¡¡ Vaya, el “chorizo” iletrado te ha sorprendido. Creía que siempre estabas a mi lado, aunque no te viese cerca de mí. Desde que empezaste a torturarme con tus apariciones, me he documentado. Tardé unos días. Primero, le pregunté a don Manuel, el sacerdote de la parroquia. Al escuchar tu nombre, se santiguó inmediatamente, y salvo decirme que eras un demonio, poco mas pudo explicarme. Me costó unos días, pero por suerte, conseguí encontrar en una librería de viejo una traducción al castellano del “Ars Goetia”, una parte del libro que escribió Salomón acerca de los demonios. No solo eres un demonio, sino uno de sus siete príncipes. Me han colocado un vigilante infernal de lujo. ¿ Porqué tu, nada menos ?.- El demonio permaneció en silencio unos instantes. Parpadeó un instante con aquellos extraños parpados, y tras, aparentemente meditar lo que iba a decir, habló :


                                                 ( continuará )





     








   
  
       

miércoles, 25 de abril de 2012

EL EVANGELIO SEGÜN TIMOTEO BOFARULL ( II )


    
                                                              Capitulo 1 ( 2ª parte )

 - No, de momento, parece que aún no os toca a vosotros. De momento, les ha tocado a la Mari, a los Heredia, aunque parece que están tranquilos porque se irán a vivir con su hija. También les ha tocado a los portugueses, que no tienen ni idea de a donde ir. A la abuela Martina también. A esa mujer, quizás la mate el disgusto. No quiere marcharse, aunque los de servicios sociales le han buscado una plaza en una residencia. Pero ella no quiere irse y separarse de sus gatos. A los de las otra casa, no los conozco demasiado. Es gente que llegó aquí hace poco tiempo pegando una patada a la puerta.
     - ¡¡ Esto es una cacicada!! , yo no pienso irme a una mierda de piso mal acabado y carísimo en el Paseo de Santa Coloma. ¿ Para qué, para meterme en una hipoteca a veinte años ?. Pero si ya tengo cincuenta, y la acabaría de pagar dos días antes de morirme, ¡¡ coño !!.- Añadió otro vecino también algo maduro, con la voz ronca de un bebedor de coñac habitual y fumador de dos cajetillas diarias.
     - “Timo”, vamos a hacer todo lo posible para evitar esto.- Añadió García en voz algo más baja.
     - García, esto tiene muy mala solución. Tienen todas las de ganar. Vendrán con un funcionario judicial, y acompañados por la policía. Poca cosa podremos hacer para evitarlo. Tapiarán o quizás, derribaran las casas.
     - Tenemos que evitarlo, “Timo”, podemos organizarnos, montar piquetes para impedir que entren en el barrio, aplazarlo como sea mientras se resuelven los recursos que hemos puesto a través de los abogados. Los del ateneo libertario también  han prometido ayudarnos, y traer gente de refuerzo.- Timoteo, al escuchar esto último, dejó escapar un largo suspiro
     - García, los del ateneo “anarco” me inspiran más miedo que un bombardeo. Estos "hippies" se pondrán a lanzar cocteles molotov contra la policía, e igual nos incendian las casas, eso sí,  con la mejor intención del mundo. Son toda una pandilla de alborotadores profesionales. En el ultimo “fregado” en el que estuvieron metidos, aprovecharon para “limpiar” el escaparate de algunas tiendas en el paseo de Gracia.
     - Ya lo sé “Timo”, ¿ pero qué otra cosa podemos hacer ?. Al menos, vender caro nuestro pellejo.
     - Habrá que rezar para que los recursos judiciales que habéis presentado, paralicen esto antes de quince días, porque si no, estamos jodidos de verdad.
     Las últimas palabras de Timoteo, tuvieron la virtud de hacer un súbito silencio en el corrillo arremolinado de vecinos en aquella esquina. Súbitamente, solo se escuchaban los trinos de los pájaros en los arboles, y el rumor del lejano tráfico en la ronda.
     Unas lágrimas asomaban en los ojos de una de las mujeres del grupo. Su marido, la abrazó silenciosamente durante unos instantes, intentando transmitirle todo el amor de años acumulado en su corazón. Cuando se separó de ella, el hombre limpió las lágrimas de las mejillas de su mujer con sus dedos, y puso sus labios sobre aquellas mejillas húmedas, besándolas.
     - Nadie nos va a echar de aquí, vida mía. Veras como todo esto se arregla.- No había demasiada convicción en la voz de aquél hombre maduro, casi un anciano. Tan solo, la intención de buscar consuelo para su esposa. Pero sin ninguna esperanza.
     Timoteo dejó al grupo en la esquina, y se dirigió hacia su casa. Se sentía algo cansado, a pesar de ser tan solo el mediodía. Comería alguna cosa ligera, y echaría una siesta. Aquella tarde, tenía que recoger una partida nueva de hachís en una nave industrial de Sant Adriá, y enterrarla en el escondite que usaba para ocultarla en un monte de Montcada. Era la única manera de esquivar un registro inesperado de la policía, y que le condenasen por tráfico de drogas al sorprenderlo con una cantidad que superase la habitual para el consumo. Nunca se sabía quién podía hablar más de la cuenta. No estaba “fichado” como traficante por la policía, tan solo tenía antecedentes por el asunto del taller de reparaciones de César, del que había salido sin ser involucrado en aquél lio. Pero no estaba de más el tomar precauciones.
     Entró en la casa, la luz exterior filtrada por la persiana, dejaba en una suave penumbra la pequeña salita. En aquella pequeña vivienda de dos habitaciones, cocina y salita comedor, con un pequeño patio en la zona trasera, había transcurrido la mayor parte de su vida.
     Dejó las llaves sobre la mesilla de la pequeña salita. No le hizo falta volverse. Allí estaba aquella presencia que aún no sabía cómo clasificar, si como alucinación suya, o realmente una aparición infernal genuina.
     - Buenos días Beleth.- Dijo casi sin inmutarse.- ¿ Que tal llevas el día ?.
     - No tan bien como tú. Veo que hoy has madrugado para realizar un “trabajito”. Qué raro, tus clientes suelen ser gente de vida nocturna, no tendrían que levantarse antes de las tres de la tarde.
     Timoteo se volvió hacia el rincón de la salita de donde procedía aquella extraña voz. Allí estaba, de pié y apoyando su espalda en las paredes. Su voz era una mezcla de tonos diferentes, parecía una multitud de voces fundidas en una sola. No era ni masculina, ni femenina, sino las dos a la vez. Dependiendo de las palabras que saliesen de aquella garganta, el espectro sonoro variaba considerablemente, entre un maullido agudo, y un rugido sordo. Su aspecto visible, también igualaba en extrañeza a la voz que surgía de aquél cuerpo. Un cuerpo con forma humana, estilizado y alto, casi atlético. Una cabeza de rasgos levemente humanos, pero difuminados por la ausencia de pelo tanto en el cráneo, como sobre las cejas. Ni asomo de barba tampoco. Un color de piel que no se correspondía al de ningún habitante humano del planeta, con el color del cuero natural oscuro y leves tonos algo más luminosos en los pómulos y en la frente. Una nariz sutil  y aplastada, que recordaba a la de los felinos. Unos labios finos y de expresión dura. Unos ojos de color antracita que brillaban en el fondo de unas cuencas hundidas, protegidos por un hueso frontal algo más prolongado de lo normal sobre ellos.  Con un par de parpados adicionales translucidos que se abrían y cerraban en vertical dependiendo de la luminosidad, bajo los exteriores horizontales. Todo ello dentro de un cráneo levemente alargado. Las orejas, inexistentes. En su lugar, unos leves abultamientos que protegían unos pequeños orificios. Vestía ropa discreta, de tonos grises, y cubría todo ello con una gabardina de un tono algo más oscuro que le alcanzaba hasta media pierna.
     - No todos son pájaros nocturnos, Beleth. Por cierto, recuérdame que vaya al psiquiatra esta tarde, al “loquero”, a ver si me da algunas pastillas y dejo de tener el placer de verte a todas horas.- Había un leve deje de ironía en la voz de Timoteo.
     Aquél demonio, soltó una leve carcajada inquietante. Una risa que habría puesto el vello de punta a cualquier persona, pero a la que Timoteo ya se había acostumbrado a pesar de su sonido inquietante.
     - No te librarás de mí con pastillas, Timoteo. No soy ninguna alucinación tuya provocada por tus excesos al fumarte tu propia “mercancía”. Estoy aquí para averiguar la razón de que El se ha revelado a alguien como tú, el por qué te ha mostrado su rostro.
     - Beleth, ya te he dicho mil veces que ignoro la razón por la que  El se me apareció. Tan solo sé que le vi, y ni siquiera sé exactamente qué es lo que vi. Pero estoy seguro de que era Él. Y desde entonces, mi vida ha sido más complicada.- Timoteo suspiró e hizo una pausa.
     -Me hago un millón de preguntas, que no soy capaz de responderme a mí mismo. Nunca había sido especialmente religioso, y de hecho, no lo soy. Pero sé que era El. Y ahora me siento alguien indigno, soy consciente de mi suciedad. – Timoteo hizo otra pausa.
     - ¿ Me darás tu las respuestas a mis preguntas, Beleth?.- La pregunta final, había sonado socarrona.
     - ¿ Por qué  querrá algo de ti Él ?, ¿ de alguien como tú, de un delincuente de poca monta ?.
     Timoteo se volvió algo  irritado hacia el lugar desde procedía la voz. Esta vez, aquél demonio se había extralimitado. No vio nada, tan solo la pared desnuda. Beleth, se había esfumado repentinamente, como había llegado. Abrió la ventana de la salita que daba a la calle, y levantó la persiana. Un torrente de luz del mediodía, invadió la habitación. Era la mejor garantía de que Beleth le dejaría un rato en paz. El demonio no soportaba la luz intensa, le incomodaba, aunque desde que había empezado a aparecerse hacia unos meses, en alguna ocasión le había visto soportar directamente el sol del mediodía.
     Fue hacia la cocina. Calentó unos tallarines sobrantes del día anterior, no sentía demasiado apetito. Una vez acabada la ligera comida, se tendió a dormir una siesta hasta la hora de encontrarse con sus proveedores marroquíes en aquella nave industrial.
     Algunos días más tarde, asistió a la reunión convocada en la parroquia del barrio por la asociación de vecinos. La gente abarrotaba el salón. La reunión fue todo lo tensa que él esperaba que fuese, a tenor de lo que había venido escuchando por el barrio aquellos días. La última noticia, era que los recursos presentados por los vecinos para paralizar los desahucios, habían sido desestimados por el juez. Aquello duró un par de horas, sin ningún acuerdo, y con amenazas francas entre los divididos vecinos. También observó la disimulada salida del representante del patronato aprovechando el follón, como una retirada disimulada ante el mal cariz que tomaban las discusiones, y el riesgo de que alguno de aquellos exaltados, le esperase en la calle para partirle la cara.
      Aquél tipo era un burócrata gris de segunda fila, al que sus superiores le habían encargado vigilar la reunión, y pasarles al día siguiente el informe pertinente. Definitivamente, aquello tenía mala pinta, el día que se ejecutasen los desahucios, habría un jaleo bastante serio en aquellas calles.


     Timoteo, tras abandonar la parroquia, se dirigió  a su coche, un BMW M-3  cupé de color rojo, con dos puertas. Aprovecharía  el resto de la noche para hacer un par de entregas y algún cobro atrasado. Condujo pensativo hacia el ensanche de Barcelona. Esperaba que su turno en los desahucios, tardase en llegar. Lo suficiente como para buscarse una vivienda en algún lugar tranquilo donde pasar desapercibido. Solo.

martes, 24 de abril de 2012

EL EVANGELIO SEGÚN TIMOTEO BOFARULL




Semanas atrás, os prometí la primicia del primer capítulo de la novela en la que, ¡¡ por fín !!, me he puesto a trabajar en serio. Es una vieja idea, que con el paso de los meses, ha ido cogiendo cuerpo y consistencia, asentándose en forma de un relato estructurado. De momento, os hago un "avance" de las primeras seis paginas del primer capítulo. Entiendo que colgarlo en toda su extensión, seria poner a prueba vuestra paciencia como lectores. Y lo que me interesa, es vuestra opinión sincera sobre el relato. Ya me comentareis si lo encontráis lo suficientemente interesante como para prestarle atención






                              CAPITULO 1, EL DESHAUCIO  ( I )   

  Los policías antidisturbios tomaron posiciones en las calles de acceso al barrio poco antes del amanecer. Preveían una jornada dura. Había llegado la fecha para realizar el desahucio de las primeras  “casas baratas”, como eran conocidas aquellas viviendas de planta baja de la barriada del Buen Pastor. El patronato Municipal de la Vivienda, que dependía del Ayuntamiento de Barcelona, había decidido demoler  aquellas edificaciones para construir un nuevo barrio en el solar que dejasen libre.
     La zona, era en su origen apartada y sin servicios cuando se construyó  allá por 1.929, un suburbio para obreros. Con el paso de los años, había quedado enmarcada en una zona industrial que había sido pujante hasta principios de los años noventa. A mediados de esta década, el declive de la actividad industrial en la zona, despertó la atención de los responsables municipales. El aislamiento del barrio había sido solucionado al abrirse al tráfico la Ronda Litoral, la arteria de circunvalación sur de Barcelona.
     En una ciudad con falta crónica de suelo urbanizable, la desangelada zona industrial del Buen Pastor, y las viejas viviendas cercanas, se habían convertido en una zona a remodelar muy apetitosa para algunos. Había planes para levantar un moderno centro comercial en los terrenos desalojados de la antigua compañía “Maquinista Terrestre y Marítima”, que dotarían de servicios y comercios a la zona, haciéndola atractiva para futuros residentes con buen poder adquisitivo.
     Las primeras expropiaciones se habían dictado contra vecinos, que a pesar de llevar residiendo décadas allí, no podían demostrar legalmente su derecho a la residencia, a pesar de estar escrupulosamente al día en el pago de los alquileres al patronato.
     En total, eran cinco las familias afectadas por el primer desahucio. Al no poder justificar la residencia legal en las viviendas, eran los primeros en la lista.
     Los vecinos estaban divididos entre los partidarios de aceptar la expropiación y ocupar los pisos que les ofrecían los del patronato, a pagar mediante una hipoteca, y los reacios a aceptar el trato y marcharse de allí.
     Una semana antes, la última asamblea de los vecinos, en la parroquia del barrio, había sido bastante alborotada y caótica, a causa de la división.
- ¡¡ Pero no veis a la pobre Mari, llorando a moco tendido y sin poder hablar siquiera.-Gritó uno de los vecinos
     En la primera fila de sillas, había una mujer que no cesaba de sollozar e  hipar. Aquella mujer, vestida humildemente y que debía rondar la cuarentena, era una de las afectadas por el inminente desahucio. Un par de vecinas trataban de consolarla inútilmente.
- Bueno, a ver, los del patronato han dicho que le buscarán un alojamiento provisional.- Dijo el presidente de la asociación de vecinos, al que algunos tachaban de “vendido” por su actitud favorable hacia el patronato.
- ¡¡ Tu lo has dicho Manolo, provisional !!. A los cuatro días, ¡¡ a la calle !!. ¿ Y dónde va a ir con su hija pequeña ?, ¡¡ si no tiene donde caerse muerta !!. Los de los servicios sociales, le quitarán a la nena. Y su único pecado, es ser hija de madre soltera. La madre de la Mari, nunca se casó con su padre, y ella no lleva su apellido, no pudieron subrogar el contrato de alquiler cuando él  murió, pero eso sí, ¡¡ siempre ha pagado el alquiler religiosamente !!. ¡¡ Y esos miserables del patronato, le quitan su casa escudándose en esa razón. ¡¡ Pero si ha vivido siempre en esa casa !!, ¡¡ en su casa !!.
     La reunión, cada vez tomaba un carácter más apasionado y violento entre los dos grupos. A la vista del cariz que tomaban los acontecimientos, el representante del patronato en la reunión, desapareció de allí discretamente. Los gestos de algunos vecinos indignados, barruntaban una posible agresión por parte algún exaltado, y consideraba que recibir una paliza, no le entraba en el sueldo. Caminó nerviosamente calle adelante, hasta alcanzar el lugar donde estaba aparcado el coche oficial, con el chofer esperándole al volante. Al día siguiente, tenía que rendirle cuentas de aquella reunión al concejal del distrito. Lo que tenía que contarle, no le haría mucha gracia.
     La reunión, acabó tal y como empezó, sin ningún acuerdo entre los vecinos, y como el rosario de la aurora. Los partidarios y los detractores del plan de remodelación, seguían enfrentados en dos bloques casi idénticos. Los vecinos contrarios a abandonar sus casas, empezaron a conjurarse para evitar a toda costa y por cualquier medio los desahucios en cuanto comenzasen
     Jaume Hereter, el concejal del distrito de Sant Andreu, había hecho una apuesta arriesgada con el proyecto de remodelación del barrio del Bon Pastor. Tenía treinta y seis años. Era uno de los miembros más jóvenes entre los concejales del ayuntamiento, y aspiraba a ser algo más que un concejal de distrito. La remodelación de la fachada marítima de Poble Nou, a cuenta de las olimpiadas de 1.992, había sido un éxito. Las industrias afincadas en la zona, se habían visto obligadas a trasladarse a otro lugar.          
     También se habían visto afectadas algunas manzanas de viviendas, construidas entre los siglos XIX y XX, cuando el barrio era una zona industrial activa, y los trabajadores cualificados de las fábricas buscaban un lugar cercano en la zona para vivir con sus familias. Cuando en 1.990 empezó la remodelación de la zona que debía acoger a la villa olímpica, el barrio estaba habitado por una población en su mayoría envejecida, que no opuso resistencia a la expropiación de sus viviendas. Aquella gigantesca operación inmobiliaria envuelta en los intereses de los juegos olímpicos, se saldó con éxito, a pesar de la crisis económica post-olímpica que afectó al país. Se habían vendido todas las viviendas construidas, con un suculento margen de beneficio, y la ciudad había ganado un barrio nuevo junto a unas playas recuperadas y rehabilitadas.
     Jaume Hereter, había elaborado el plan de remodelación del barrio en paralelo al plan de recalificación de los antiguos terrenos de “La Maquinista Terrestre y Marítima”.  La antigua empresa, había desocupado la vieja factoría al ser absorbida por una multinacional  francesa, y trasladada fuera de Barcelona. Había un plan para levantar en el inmenso solar un centro comercial de tres plantas, un complejo de multi-cines, algún hotel y varios bloques de viviendas. Hasta entonces, aquella zona del distrito solo estaba ocupada por “La Maquinista”, y una constelación de pequeñas industrias que trabajaban en varias actividades. Era una zona descuidada, con calles llenas de baches y apenas asfaltadas. Cuando arrancase el centro comercial, se convertiría en una zona bien comunicada y codiciada para continuar la expansión inmobiliaria.
     Hereter había elaborado el plan que afectaba a las “casas baratas” del Bon Pastor, y lo había presentado al consistorio como un complemento a la remodelación ya planeada de “La Maquinista”. Incluía el realojo de los vecinos afectados en una promoción de bloques nuevos de viviendas en un sector del Paseo de Santa Coloma. Se lo había presentado al alcalde en un memorándum bastante elaborado, y había sugerido que aquella operación, podía ser la primera fase de un plan bastante más grande en su conjunto, destinado a eliminar todas las industrias de la zona, que pasaría a convertirse en un área residencial a semejanza de la villa olímpica. Las elecciones celebradas en Mayo del año anterior, habían revalidado el mandato del consistorio, y el alcalde, necesitaba continuar  con la campaña de seguir vendiendo la imagen de una ciudad en constante cambio hacia la Barcelona idílica. El plan de Hereter, fue remitido a la gerencia de urbanismo, que redactó la oportuna modificación del Plan General Urbano.
     La modificación, fue expuesta durante un periodo de treinta días, para recoger las alegaciones de los afectados. Todas las que se presentaron, fueron desestimadas.
     Timoteo Bofarull sería uno de los afectados por el desahucio. Su madre, Christine Hauteclocque, había adquirido un piso de segunda mano en la parte baja de la barriada de Gracia hacia unos meses. Ella era la titular del contrato de alquiler, desde el fallecimiento de la abuela paterna de Timoteo, quince años atrás. El hecho de poseer una vivienda en propiedad, invalidaba su derecho a percibir ninguna compensación por la expropiación de la pequeña casa.
     La idea de volver a vivir con su madre, no le hacía ninguna gracia a Timoteo. Desde que ella se había trasladado al piso de Gracia, gozaba de total libertad de movimientos y de intimidad en la vieja casa del Bon Pastor. Allí estaba el mundo donde él había crecido. En aquellas calles familiares era donde se desenvolvía bien. Desde que había agotado la prestación por desempleo, se dedicaba a pequeños trapicheos ilegales traficando con hachís en pequeñas cantidades.
     Su madre ignoraba completamente que se dedicaba al menudeo de droga. Él le había dicho que hacia trabajos de mecánica sin declarar,  economía sumergida. Había sido un buen mecánico, y Christine se había acostumbrado a verlo reparando coches de amigos y conocidos por aquellas calles.
     Y desde que tuvo aquella primera visión hacia un par de meses, no se atrevía a vivir acompañado por nadie, ni siquiera por su madre. Aquella presencia que parecía estar siempre a su lado, seria inexplicable para nadie más. El arrastraba una cierta fama de “sonado” desde su licenciamiento de La Legión al salir del hospital militar, si alguien se enteraba de su “problema” psicológico, estaba perdido. Habría perdido toda su credibilidad.
     Quince días atrás,  volvía un mediodía a su casa de la calle de Serós después de dejar aparcado el coche en la calle Ciudad de Asunción, después de hacer un “reparto” a un buen cliente. Cada día, era un poco más complicado aparcar en el barrio.
     Vio un corrillo de vecinos a la entrada del barrio. Desde alguna distancia, notó como gesticulaban y escuchó los gritos de unas conversaciones crispadas. Intuyó que algo  no iba bien.
     - ¿ Que os pasa, Garcia, que es todo este jaleo ?.- Le preguntó Timoteo al más veterano del corrillo, un hombre menudo y canoso, antiguo contable jubilado,  y respetado entre los vecinos.
       - “Timo”, han llegado esta mañana cinco avisos de desahucio. Para cinco viviendas, entre ellas, la de la Mari. Dentro de quince días, o se han marchado los afectados voluntariamente, o ejecutarán el desalojo por la fuerza.
     - ¿Alguna era para mí madre?.

                                                ( continuará )