Capitulo 1 ( 2ª parte )
- No, de momento,
parece que aún no os toca a vosotros. De momento, les ha tocado a la Mari, a
los Heredia, aunque parece que están tranquilos porque se irán a vivir con su
hija. También les ha tocado a los portugueses, que no tienen ni idea de a donde ir.
A la abuela Martina también. A esa mujer, quizás la mate el disgusto. No quiere
marcharse, aunque los de servicios sociales le han buscado una plaza en una
residencia. Pero ella no quiere irse y separarse de sus gatos. A los de las
otra casa, no los conozco demasiado. Es gente que llegó aquí hace poco tiempo
pegando una patada a la puerta.
- ¡¡ Esto es una
cacicada!! , yo no pienso irme a una mierda de piso mal acabado y carísimo en
el Paseo de Santa Coloma. ¿ Para qué, para meterme en una hipoteca a veinte
años ?. Pero si ya tengo cincuenta, y la acabaría de pagar dos días antes de
morirme, ¡¡ coño !!.- Añadió otro vecino también algo maduro, con la voz ronca
de un bebedor de coñac habitual y fumador de dos cajetillas diarias.
- “Timo”, vamos a
hacer todo lo posible para evitar esto.- Añadió García en voz algo más baja.
- García, esto
tiene muy mala solución. Tienen todas las de ganar. Vendrán con un funcionario
judicial, y acompañados por la policía. Poca cosa podremos hacer para evitarlo.
Tapiarán o quizás, derribaran las casas.
- Tenemos que
evitarlo, “Timo”, podemos organizarnos, montar piquetes para impedir que entren
en el barrio, aplazarlo como sea mientras se resuelven los recursos que hemos
puesto a través de los abogados. Los del ateneo libertario también han
prometido ayudarnos, y traer gente de refuerzo.- Timoteo, al escuchar esto
último, dejó escapar un largo suspiro
- García, los del
ateneo “anarco” me inspiran más miedo que un bombardeo. Estos "hippies" se pondrán a
lanzar cocteles molotov contra la policía, e igual nos incendian las casas, eso
sí, con la mejor intención del mundo.
Son toda una pandilla de alborotadores profesionales. En el ultimo “fregado” en
el que estuvieron metidos, aprovecharon para “limpiar” el escaparate de algunas
tiendas en el paseo de Gracia.
- Ya lo sé “Timo”,
¿ pero qué otra cosa podemos hacer ?. Al menos, vender caro nuestro pellejo.
- Habrá que rezar
para que los recursos judiciales que habéis presentado, paralicen esto antes de
quince días, porque si no, estamos jodidos de verdad.
Las últimas
palabras de Timoteo, tuvieron la virtud de hacer un súbito silencio en el
corrillo arremolinado de vecinos en aquella esquina. Súbitamente, solo se
escuchaban los trinos de los pájaros en los arboles, y el rumor del lejano
tráfico en la ronda.
Unas lágrimas
asomaban en los ojos de una de las mujeres del grupo. Su marido, la abrazó
silenciosamente durante unos instantes, intentando transmitirle todo el amor de
años acumulado en su corazón. Cuando se separó de ella, el hombre limpió las lágrimas
de las mejillas de su mujer con sus dedos, y puso sus labios sobre aquellas
mejillas húmedas, besándolas.
- Nadie nos va a
echar de aquí, vida mía. Veras como todo esto se arregla.- No había demasiada
convicción en la voz de aquél hombre maduro, casi un anciano. Tan solo, la
intención de buscar consuelo para su esposa. Pero sin ninguna esperanza.
Timoteo dejó al
grupo en la esquina, y se dirigió hacia su casa. Se sentía algo cansado, a
pesar de ser tan solo el mediodía. Comería alguna cosa ligera, y echaría una
siesta. Aquella tarde, tenía que recoger una partida nueva de hachís en una
nave industrial de Sant Adriá, y enterrarla en el escondite que usaba para
ocultarla en un monte de Montcada. Era la única manera de esquivar un registro
inesperado de la policía, y que le condenasen por tráfico de drogas al
sorprenderlo con una cantidad que superase la habitual para el consumo. Nunca
se sabía quién podía hablar más de la cuenta. No estaba “fichado” como
traficante por la policía, tan solo tenía antecedentes por el asunto del taller
de reparaciones de César, del que había salido sin ser involucrado en aquél
lio. Pero no estaba de más el tomar precauciones.
Entró en la casa, la luz exterior filtrada
por la persiana, dejaba en una suave penumbra la pequeña salita. En aquella
pequeña vivienda de dos habitaciones, cocina y salita comedor, con un pequeño
patio en la zona trasera, había transcurrido la mayor parte de su vida.
Dejó las llaves
sobre la mesilla de la pequeña salita. No le hizo falta volverse. Allí estaba
aquella presencia que aún no sabía cómo clasificar, si como alucinación suya, o
realmente una aparición infernal genuina.
- Buenos días
Beleth.- Dijo casi sin inmutarse.- ¿ Que tal llevas el día ?.
- No tan bien como
tú. Veo que hoy has madrugado para realizar un “trabajito”. Qué raro, tus
clientes suelen ser gente de vida nocturna, no tendrían que levantarse antes de
las tres de la tarde.
Timoteo se volvió
hacia el rincón de la salita de donde procedía aquella extraña voz. Allí
estaba, de pié y apoyando su espalda en las paredes. Su voz era una mezcla de
tonos diferentes, parecía una multitud de voces fundidas en una sola. No era ni
masculina, ni femenina, sino las dos a la vez. Dependiendo de las palabras que
saliesen de aquella garganta, el espectro sonoro variaba considerablemente,
entre un maullido agudo, y un rugido sordo. Su aspecto visible, también
igualaba en extrañeza a la voz que surgía de aquél cuerpo. Un cuerpo con forma
humana, estilizado y alto, casi atlético. Una cabeza de rasgos levemente
humanos, pero difuminados por la ausencia de pelo tanto en el cráneo, como
sobre las cejas. Ni asomo de barba tampoco. Un color de piel que no se
correspondía al de ningún habitante humano del planeta, con el color del cuero
natural oscuro y leves tonos algo más luminosos en los pómulos y en la frente.
Una nariz sutil y aplastada, que
recordaba a la de los felinos. Unos labios finos y de expresión dura. Unos ojos
de color antracita que brillaban en el fondo de unas cuencas hundidas, protegidos
por un hueso frontal algo más prolongado de lo normal sobre ellos. Con un par de parpados adicionales
translucidos que se abrían y cerraban en vertical dependiendo de la luminosidad,
bajo los exteriores horizontales. Todo ello dentro de un cráneo levemente
alargado. Las orejas, inexistentes. En su lugar, unos leves abultamientos que
protegían unos pequeños orificios. Vestía ropa discreta, de tonos grises, y
cubría todo ello con una gabardina de un tono algo más oscuro que le alcanzaba hasta media pierna.
- No todos son
pájaros nocturnos, Beleth. Por cierto, recuérdame que vaya al psiquiatra esta
tarde, al “loquero”, a ver si me da algunas pastillas y dejo de tener el placer
de verte a todas horas.- Había un leve deje de ironía en la voz de Timoteo.
Aquél demonio,
soltó una leve carcajada inquietante. Una risa que habría puesto el vello de
punta a cualquier persona, pero a la que Timoteo ya se había acostumbrado a
pesar de su sonido inquietante.
- No te librarás
de mí con pastillas, Timoteo. No soy ninguna alucinación tuya provocada por tus
excesos al fumarte tu propia “mercancía”. Estoy aquí para averiguar la razón de
que El se ha revelado a alguien como tú, el por qué te ha mostrado su rostro.
- Beleth, ya te he
dicho mil veces que ignoro la razón por la que
El se me apareció. Tan solo sé que le vi, y ni siquiera sé exactamente qué
es lo que vi. Pero estoy seguro de que era Él. Y desde entonces, mi vida ha
sido más complicada.- Timoteo suspiró e hizo una pausa.
-Me hago un millón
de preguntas, que no soy capaz de responderme a mí mismo. Nunca había sido
especialmente religioso, y de hecho, no lo soy. Pero sé que era El. Y ahora me
siento alguien indigno, soy consciente de mi suciedad. – Timoteo hizo otra pausa.
- ¿ Me darás tu
las respuestas a mis preguntas, Beleth?.- La pregunta final, había sonado
socarrona.
- ¿ Por qué querrá algo de ti Él ?, ¿ de alguien como tú,
de un delincuente de poca monta ?.
Timoteo se volvió algo irritado hacia el lugar desde procedía la
voz. Esta vez, aquél demonio se había extralimitado. No vio nada, tan solo la
pared desnuda. Beleth, se había esfumado repentinamente, como había llegado.
Abrió la ventana de la salita que daba a la calle, y levantó la persiana. Un
torrente de luz del mediodía, invadió la habitación. Era la mejor garantía de
que Beleth le dejaría un rato en paz. El demonio no soportaba la luz intensa,
le incomodaba, aunque desde que había empezado a aparecerse hacia unos meses,
en alguna ocasión le había visto soportar directamente el sol del mediodía.
Fue hacia la
cocina. Calentó unos tallarines sobrantes del día anterior, no sentía demasiado
apetito. Una vez acabada la ligera comida, se tendió a dormir una siesta hasta
la hora de encontrarse con sus proveedores marroquíes en aquella nave
industrial.
Algunos días más
tarde, asistió a la reunión convocada en la parroquia del barrio por la
asociación de vecinos. La gente abarrotaba el salón. La reunión fue todo lo
tensa que él esperaba que fuese, a tenor de lo que había venido escuchando por
el barrio aquellos días. La última noticia, era que los recursos presentados
por los vecinos para paralizar los desahucios, habían sido desestimados por el
juez. Aquello duró un par de horas, sin ningún acuerdo, y con amenazas francas
entre los divididos vecinos. También observó la disimulada salida del
representante del patronato aprovechando el follón, como una retirada
disimulada ante el mal cariz que tomaban las discusiones, y el riesgo de que
alguno de aquellos exaltados, le esperase en la calle para partirle la cara.
Aquél tipo era un
burócrata gris de segunda fila, al que sus superiores le habían encargado
vigilar la reunión, y pasarles al día siguiente el informe pertinente.
Definitivamente, aquello tenía mala pinta, el día que se ejecutasen los
desahucios, habría un jaleo bastante serio en aquellas calles.
Timoteo, tras
abandonar la parroquia, se dirigió a su
coche, un BMW M-3 cupé de color rojo,
con dos puertas. Aprovecharía el resto
de la noche para hacer un par de entregas y algún cobro atrasado. Condujo
pensativo hacia el ensanche de Barcelona. Esperaba que su turno en los
desahucios, tardase en llegar. Lo suficiente como para buscarse una vivienda en
algún lugar tranquilo donde pasar desapercibido. Solo.
Me ha gustado amigo!
ResponderEliminarCreo que si Timoteo ha sido capaz de ver a El, es porque ni todos somos muy buenos ni muy malos, y todo depende de nuestros sentidos espirituales y sensoriales, lo que como humanos poder llegar a ver o a sentir.
Es en nuestra capacidad de abrir los ojos donde radica el poder ver la puerta a otros mundos.
Y soy atea, pero creo en la espiritualidad de las personas y que la conexión con los que se van depende de nuestros propios sentimientos hacia ellos, de nuestro subconsciente. Y eso no quiere decir que estemos locos ;-)
Un beso muy grande y un abrazo.
Rebeca.
Sigue con esta historia.