Capitulo 1 ( 5ª parte )
- No se merecen,
tan solo era parte de nuestro trato. No volverán por aquí. Nadie podrá volver a
intentar echaros de aquí, descuida.
Los vecinos,
celebraban su victoria en las calles. Alguien había avisado a un ambulancia,
donde era atendida Remedios, la vecina de la casa de enfrente a la de Timoteo.
Aparte de la herida en la cabeza, la mujer presentaba un cuadro de conmoción
cerebral. Timoteo era consciente de que aquél policía le había visto, y
probablemente a aquellas alturas, debían de haber dictado ya una orden de
detención contra él. Entró en su casa, y se dirigió al baño. Allí, detrás del
mueble que colgaba de la pared, sacó de un escondrijo todo el dinero en
efectivo que tenía acumulado en la casa, una cifra respetable. Cogió el teléfono
móvil y el cargador de corriente, y salió de la casa. La ambulancia estaba a
punto de partir en dirección al hospital del valle de Hebrón con la anciana
herida. Se ofreció a los médicos para acompañar a la mujer, les dijo que ella
era una familiar suya. Subió junto a la camilla en la parte posterior del
vehículo, y se sentó. La pistola, le estorbaba y se le estaba clavando en el
culo, pero no se atrevió a acomodársela en presencia del enfermero que atendía
a la mujer.
El vehículo de
emergencias, tuvo que dar archa atrás para evitar el furgón de la policía que
había sido abandonado por su dotación en la esquina. Alguien, lo había
incendiado. Algunos vecinos intentaban controlar el fuego para que no se
extendiese a la casa cercana. A lo lejos, se oían las sirenas de los vehículos
de los bomberos. La ambulancia, cruzó el cordón policial que envolvía el barrio
en dirección al hospital. Ningún policía reparó en ella en mitad de todo aquél
jaleo.
La operación de
desahucio, había quedado suspendida. El destacamento de policías, no podía
acercarse a menos de veinte metros del límite de las “casas baratas”. Una
sensación incontrolada de pánico inexplicable, se apoderaba de ellos. Parecía
que hubiese una barrera invisible alrededor de la zona para todo aquél que
llevase un uniforme azul.
Así, acabó lo que
la prensa calificó al día siguiente como la “batalla del Bon Pastor”.
Aquel mediodía, el
sargento primero de la Guardia Civil Manuel Vázquez estaba en su despacho de la
sección operativa del Centro Superior de Información para la Defensa, (CESID ).
La sección operativa, apodada por sus miembros como la “sección Hollywood” era
la encargada de realizar las tareas que se podrían considerarse “ilegales”,
como las escuchas, los registros en locales y domicilios, y las vigilancias de
todos aquellos que pudiesen significar por una razón u otra una amenaza para la
seguridad nacionál. La sección realizaba los “trabajos sucios” del CESID.
Desde su alta en
el hospital, hacia unos meses, Vázquez había sido incorporado a aquél nuevo
destino por recomendación del coronel De La Fuente. La delegación de Barcelona, ocupaba una planta
de un moderno edificio de oficinas en la calle de Tarragona. Ninguna placa en
el vestíbulo indicaba su presencia en aquél edificio. Una docena de plazas de
aparcamiento en el sótano estaban ocupadas por los diferentes vehículos de la
unidad, y los diferentes conserjes que se turnaban las veinticuatro horas en el
vestíbulo del edificio, también pertenecían al servicio. La seguridad, era
discreta pero efectiva para todo el bloque, donde las actividades del servicio
de información convivían con empresas privadas. Los miembros del grupo, pasaban
inadvertidos entre el personal de las diversas oficinas de empresas comerciales
que ocupaban el edificio.
Vázquez había
cerrado un caso de vigilancia sobre una empresa dedicada a la importación y
exportación aquellos días. Una tapadera legal que encubría un caso de
inmigración ilegal, y estaba resolviendo todo el papeleo que el fin de aquella
operación había generado. La banda de delincuentes había sido desarticulada el
día anterior, y sus miembros puestos a disposición del juez de guardia.
El ordenador
destacó en la pantalla la entrada de un nuevo fichero procedente de la actividad
de la Policía Nacional. No era que mantuviesen una relación de estrecha
colaboración con la policía, sencillamente un programa informático colocado en
el ordenador central de la Policía Nacional automáticamente les enviaba una
copia de las alertas que se generaban.
Vázquez abrió el
archivo que había recibido. Era una orden de arresto contra un individuo que
aquella mañana había disparado contra miembros de los antidisturbios en la
barriada del Bon Pastor. Había un par de fotografías de la ficha policial del
presunto sospechoso. Se sorprendió al verlas.
- ¡¡ Coño !!, si
es Timoteo.¿ En qué clase de lio te habrás metido, niño ?.
Vázquez sentía un
sincero aprecio por Timoteo desde que ambos coincidieron en el Hospital Gómez
Ulla de Madrid.
Era poco antes del mediodía cuando Jordi Hereter recibió aquella llamada en su despacho
en el edificio de oficinas que el ayuntamiento tenía en la plaza de Sant
Miquél.
--¿ Digame?, ¿ si
?…… ¿ cómo, que no ha sido posible empezar los desalojos del Bon Pastor?..... ¿
Porqué ?. No es posible, no… ¿ Que una compañía entera de antidisturbios han
escapado como conejos ?. ¿ Pánico ?. Mira Antonio, yo no entiendo nada. ¿ Que
siguen en el perímetro del barrio y no pueden entrar ?. Aún lo entiendo menos
todavía. Mira, voy a coger el coche y voy hacia allá, porque no me creo nada de
toda esta mierda que me estas explicando. Espero que haya una buena razón para
todo este lio. Diles que se mantengan todos quietos donde están, los policías,
el juez, el secretario del juzgado, y tú mismo. No os mováis de ahí, tardo
media hora en llegar.
Hereter hizo
localizar urgentemente a su chofer, y emprendió el camino del centro de la
ciudad al Bon Pastor en el coche oficial. Cuando llegó a la zona, contempló a
todo el grupo, policías, juez y funcionarios a un lado de la calle. Al otro
lado, un grupo de vecinos y los muchachos del ateneo libertario increpaban,
insultaban y se mofaban abiertamente de los ocupantes de la acera opuesta del
la calle. La llegada de Hereter a bordo de su coche oficial, hizo que los
insultos, las amenazas y las puyas se redoblasen de una manera atronadora.
Alguna botella de cristal fue lanzada desde la otra acera contra el pelotón de
policías, que esquivaron sin muchas complicaciones.
Hereter se
encontró con el funcionario que le había llamado nada mas poner un pié en el
suelo.
-- Ya me
explicarás que es esa historia de que no podéis entrar en el barrio.
-- Lo que oye, en
cuanto intentamos cruzar la calle, nos es imposible, ¡¡ se lo juro, señor Jordi!!.
No sé qué es lo nos sucede, ¡¡ pero no tenemos cojones de entrar ahí !!.—El
tono servil del funcionario se vió afectado por el miedo que destilaba su vóz.
-- Antonio, intentadlo y os acompaño, no puedo creer que no podáis entrar en esa calle sin motivo aparente.-- Hereter crispó el rostro tras la conversación con su subordinado. No soportaba la incompetencia ni las tonterias
Antonio habló con
el oficial la mando de los policías, con el juez y los funcionarios judiciales.
Los policías se prepararon para cargar una vez más. La primera línea de
uniformados, cruzó la calle con los escudos de plástico levantados, y con los funcionarios, el juez y Hereter tras ellos.
Nada mas alcanzar el otro lado de la calle, los policías empezaron a titubear
mientras los revoltosos retrocedían al interior de las calles.
Hereter, empezó a sentir una sensación de desasosiego. Tenía la impresión de que la luz del día se iba oscureciendo poco a poco a cada paso que daba. La producción de adrenalina se disparó en sus glándulas supra-renales, y su hígado activó la producción de glucosa. Empezó a sentirse amenazado por algo indefinido, algo que no veía, pero que acechaba a la sombra de aquellas casas de planta baja, y que le obligaba a estar en alerta, vigilante. Empezó a sudar, y detuvo sus pasos vacilantes. Los policías que le precedían, empezaron a retroceder de una forma nerviosa. Hereter se quedó solo en aquella calle. Una botella, arrojada por los alborotadores, se estrelló en la pared, junto a él, llenado su chaqueta de esquirlas de vidrio. Pero no le inquietaban los objetos que volaban hacia él. La luz, continuó descendiendo en intensidad. Le daba la impresión de estar entrando en la penumbra del anochecer. Pero eran poco más de las doce del mediodía. Sudaba copiosamente dentro de su ligero traje veraniego, y sus pies se habían vuelto de plomo. Una sensación de pánico incontrolable le dominó súbitamente. Un miedo desconocido, que nunca había sentido. De repente, su esfínter se soltó y notó una masa cálida descendiendo por sus pantalones. Se giró en redondo, y salió de aquella calle, siguiendo a los policías y funcionarios que habían retrocedido instantes antes que él.
Hereter, empezó a sentir una sensación de desasosiego. Tenía la impresión de que la luz del día se iba oscureciendo poco a poco a cada paso que daba. La producción de adrenalina se disparó en sus glándulas supra-renales, y su hígado activó la producción de glucosa. Empezó a sentirse amenazado por algo indefinido, algo que no veía, pero que acechaba a la sombra de aquellas casas de planta baja, y que le obligaba a estar en alerta, vigilante. Empezó a sudar, y detuvo sus pasos vacilantes. Los policías que le precedían, empezaron a retroceder de una forma nerviosa. Hereter se quedó solo en aquella calle. Una botella, arrojada por los alborotadores, se estrelló en la pared, junto a él, llenado su chaqueta de esquirlas de vidrio. Pero no le inquietaban los objetos que volaban hacia él. La luz, continuó descendiendo en intensidad. Le daba la impresión de estar entrando en la penumbra del anochecer. Pero eran poco más de las doce del mediodía. Sudaba copiosamente dentro de su ligero traje veraniego, y sus pies se habían vuelto de plomo. Una sensación de pánico incontrolable le dominó súbitamente. Un miedo desconocido, que nunca había sentido. De repente, su esfínter se soltó y notó una masa cálida descendiendo por sus pantalones. Se giró en redondo, y salió de aquella calle, siguiendo a los policías y funcionarios que habían retrocedido instantes antes que él.
-- ¿ Lo entiende
ahora, señor Jordi ?.
-- Si Antonio, os
entiendo a vosotros, pero no entiendo que es lo que sucede ahí dentro.
-- Pues lo hemos
intentado en varias ocasiones con el mismo resultado. Los policías que cargaron
en la calle de Serós contra las barricadas, hablan de demonios, de seres
sobrenaturales que están dentro de esas calles.
--Antonio, yo no
he visto ningún demonio, pero me he cagado encima, ¡¡literalmente!!.
Hereter se dirigió
al oficial al mando de la policía, y a los funcionarios judiciales.
-- Suspendemos el
desalojo, por favor, vuelvan todos a sus cuarteles y despachos, y mañana
volveremos a intentarlo otra vez. Esto no tiene ninguna explicación
posible.—Vio por el rabillo del ojo a una unidad móvil de una emisora de radio
estacionada a unas decenas de metros. Los periodistas, habían estado cubriendo
la noticia de los incidentes.—Y que ninguno de ustedes haga ningún comentario
sobre lo que ha ocurrido con la prensa, por favor.
Una vez disuelto
el operativo para el desalojo, Jordi Hereter se dirigió a un bar cercano, para
procurar limpiar en lo posible el desastre que había bajo sus pantalones. Una
vez aseado dentro de las posibilidades, se tomó una cerveza fría para serenar
el ánimo. Todo aquello, era inexplicable para él. Cuando volvió al coche
oficial, le ordenó a su chofer que se dirigiera a su domicilio, en vez de a su
despacho. Observó a través del retrovisor una mueca burlona en el rostro del
conductor. Aquello le hizo ponerse de mal humor.
-- Y borra esa
estúpida sonrisa de tu cara, so cretino, o mañana vas a estar conduciendo un
camión de basuras.—La expresión del chófer, se volvió malhumorada, como la de
su jefe.
El convoy policial
con los furgones supervivientes del incidente, llegó al acuartelamiento situado
en la Zona Franca. El oficial al mando de la compañía, hizo reunirse a sus
hombres nada más desembarcar de los vehículos. Los rostros de aquellos
policías, eran una galería de diferentes expresiones. Había algún rostro
lívido todavía por el miedo, expresiones
de preocupación, de asombro, y alguna incluso jocosa.
-- Señores,
esperaremos órdenes para regresar al Bon Pastór cuando nos lo indiquen otra
véz. Y que quede claro que esto que ha sucedido hoy, ¡¡ no puede salir de aquí
de ninguna manera !!. Nadie hablará de este asunto con la prensa o con ningún
medio de comunicación. Y si a alguien se le ocurre hacerlo, y averiguo quien
es, lo suspendo de empleo y sueldo durante tres meses y le envío a hacerse una
evaluación psicológica preventiva. ¡¡
Así que calladitos todos !!. O nos van a tomar por locos, ¡¡ coño !!.
Tras abroncar a sus hombres, el oficial se dirigió a las oficinas, y tomo asiento en su mesa,delante
del ordenador. Se conectó al banco de datos del ordenador central de la policía en Madrid, el "Gran Berta", y abrió el fichero de delincuentes correspondiente a la provincia de Barcelona. Discriminó los datos introduciendo el código postal del Bon Pastor. Cerca de doscientas fichas aparecieron en el indice de la pantalla. Aplicó el filtro de edad entre los veinte y treinta años, y discriminó las que quedaban por sexos. Finalmente, solo quedaron veinte. Tras pasar en pantalla una docena de
( continuará )
Alguna vez tenían que ganar los que siempre pierden...me ha gustado esta visión. A ver que pasa con Timoteo...porque ya lo tienen fichado.
ResponderEliminarEscribes muy bien amigo. Con dosis de intriga suficientes, y un montón de detalles informativos y explicativos para que el lector pueda meterse más en la trama y entender lo que está leyendo.