Submarino modelo 641 "Foxtrot" de la Armada Cubana.
( Fuente : Wikipedia )
Jueves cuatro de Octubre del año dos mil dieciocho. Mi viejo destructor, el "Marques", hace décadas que fue achatarrado y convertido en clips para papeles.
Los submarinos de la serie 641 "Foxtrot" que tripuló Vasile son ya casi historia, y no es ninguna metáfora : existen varios repartidos por medio mundo convertidos en museos vivos sobre la Guerra Fría, dos de ellos incluso en San Diego y Long Beach, California, en Estados Unidos.
Tan solo ha sobrevivido alguno en la Armada Cubana, y vete a saber si está en condiciones de navegar siquiera, no digamos ya de operar con normalidad
Intento combatir el aburrimiento leyendo, sin resultado. Mi capacidad de concentración está alterada por la morfina, y me es imposible centrarme en lo que leo. Igual me sucede con la música del reproductor MP3, y eso que hay cuatro "gigas" de música variada.
Con un "costurón" de quince centímetros en mi cadera derecha, dificultades para moverme y con mi vejiga sondada, no estoy en condiciones de deambular demasiado ni siquiera con las muletas. Me siento como si fuera un bebé otra vez, al que de vez en cuando hay que vigilarle los pañales
Estoy sentado en un tronado sillón de hospital, contemplando la ventana de la habitación. Desde la décima planta del hospital las vistas sobre el Bajo Llobregat son magníficas. La ventana está orientada al sureste, y tengo una visión parcial del puerto de Barcelona.
Tras los muelles y las grúas, una parte de la canal dragada, la "calle segura" de entrada y salida del puerto. Si, en los mares también existen calles y caminos, aunque no lo parezca.
No están trazados sobre el mar, pero si en las cartas de navegación, y son la garantía de un paso seguro y sin sorpresas sumergidas para los buques
De vez en cuando, veo entrar o salir algún carguero, e incluso algunos de esos "megacruceros" de veinte cubiertas que recalan en Barcelona.
Vasile está tumbado boca arriba en su cama, con la vista puesta en el techo, la operación de su columna vertebral exige una cierta inmovilidad, y también está atiborrado de morfina, como yo.
-- Vasile, ¿ has echado en falta el mar algúna vez ?.
-- No demasiado, pero algúna vez recuerdo aquellas noches bellísimas, cuando había buen tiempo. Echo en falta aquella sensación de. . . ., no se como decirlo.
-- ¿ De paz, de tranquilidad ?.
-- Sí, es eso, algo así, medianoche en el mar. . . . era algo increíble.
Descubro otra afinidad entre nosotros, el éxtasis ante la belleza.
Cuando ya era un marino veterano, las noches en que la climatología lo permitía, sacrificaba algunas horas de sueño para pasarlas en cubierta, contemplando un espectaculo tan bello y trascendente que hace enmudecer a cualquiera con un mínimo de sensibilidad : un firmamento claro y puro como raramente se puede ver sin contaminación lumínica, mil millones de soles brillando sobre un mar oscuro y plano como un cristal.
Al final, acabé por costumbre trepando por el mástil principal y subiendo hasta la plataforma del radar de tiro. Una vez allí, sentado, conectaba un viejo "walkman" de la Sony, el primer modelo que se fabricó y que era un devorador de baterías AA, y escuchaba música al mismo tiempo que sentía en mi cara el viento de la velocidad del buque, la leve vibración de las turbinas bajo mi trasero, y la magnificencia de los cielos sobre mi cabeza.
Me sentía como el único ser vivo en la tierra, y me parecía estar cruzando el universo.
Por unos instantes, me sentía inmortal, me sentía libre, y allí tuve la sensación de rozar la eternidad.
Solo por algo así, todas las incomodidades, todos los esfuerzos valían la pena.
Después, la vuelta a la prosaica realidad, intentar descabezar un sueño rodeado por treinta tipos durmiendo en un espacio de cuatro por ocho metros, con lo que ello conlleva : ronquidos de diversa intensidad, ventosidades atronadoras, y aromas no demasiado agradables. A pesar de que disponíamos de unas magnificas duchas con una provisión inagotable de agua caliente, había quien tenia un particular sentido de la higiene personal.
No tengo derecho a quejarme, Vasile en su viejo "Foxtrot" compartía cama con otros dos tripulantes, y las duchas estaban racionadas estrictamente a una vez cada semana.
( Continuará )