domingo, 20 de mayo de 2018

EL DISCURSO DEL PRESIDENTE ( RELATO IV )



Artúr Vila colgó el teléfono de su despacho y se puso la chaqueta mientras franqueaba la puerta del cubículo. Le acababan de avisar que el ministro se había personado en el concesionario para recoger su nuevo coche.

Estrechó la mano de Ernesto con la mejor de sus sonrisas, y le guió por las dependencias hacia la zona de talleres. Allí, junto a la salida estaba el nuevo juguete gris de Ernesto. Un mecánico estaba pasando una gamuza sobre la piel metalizada en gris oscuro de aquel monstruo.

Sentados dentro del coche, Artúr iba indicando al cliente la configuración básica del coche, como ajustar la posición de los asientos, los espejos retrovisores, la disposición de los indicadores en el tablero y la disposición del cambio de velocidades.

Cuando Artúr iba a extender sus explicaciones al sistema electrónico de sonido, navegación y "manos libres", Ernesto cortó el monologo del jefe de ventas de una manera algo abrupta.

-- Discúlpeme, pero tengo algo de prisa. Ya me pondré al dia con el manual de usuario. Tan solo explíqueme como conectar el móvil al sistema de manos libres.

Artúr le guió en el proceso de sincronización, hasta que el sistema informático del coche reconoció al telefóno móvil del ministro y se enlazó con él.  No exteriorizó haber percibido la descortesía del ministro

-- Bien, no queda nada más, señor Fernández, le deseo que disfrute de su nuevo automóvil. Siga los intervalos de las revisiones indicados, y para cualquier asunto, ya sabe que estamos a su disposición.

Desde la puerta del taller, Arturo y el mecánico observaron como el coche se incorporaba al tráfico intenso de la calle Urgell.

-- ¡¡ Vaya un tipo arrogante !!.-- El mecánico no había podido evitar escuchar la conversación mientras repasaba la carrocería con el abrillantador.

-- No mucho más que la mayoria de los que tenemos, Luís. Y para ir bién, necesitamos media docena mas como ese cada més.

Ernesto aprovechó la pausa de un semáforo para llamar a Núria Méndez a su número de teléfono móvil. 
Tenia el número indexado como "Méndez" en la agenda de su teléfono móvil. 
Una precaución de seguridad doméstica, igual que la de borrar su  número del registro de llamadas al terminar sus conversaciones. Exactamente igual que los mensajes que intercambiaban media docena de veces al dia.
Victoria nunca había dado señales de fisgonear en su teléfono, pero todas la precauciones siempre eran pocas. 
En sus largos años en política, había aprendido que la información era una herramienta muy útil y peligrosa. Y ya por costumbre, nunca dejaba cabos sueltos, por inocentes que aparentasen ser.

-- Buenas tardes cariño, . . . .si,  ya estoy de vuelta en Barcelona. ¿ Donde estás ahora ?. . . . bién, pues espérame en la puerta de casa dentro de diez minutos, tengo algo nuevo que enseñarte. . . . Y que podriamos celebrar juntos, si no tienes nada que hacer esta tarde. . . .Si, he conseguido librarme de esos "plastas" de mi escolta por hoy. . . .No, Victoria no sabe que ya he llegado. . . .   Otro beso para tí, hasta ahora.

( continuará )









5 comentarios:

  1. Toda precaución es poca. Dejar rastro significa a largo plazo que alguien lo va a aprovechar para perjudicar al adversario político, casi siempre del propio partido.
    Un abrazo, Rodericus.

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  2. PERO NOSOTROS LO SABEMOS, a ver si nos vamos a chivar a Victoria.

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  3. ¿ No habrá ido a la Caja de Ingenieros a pedir un préstamo ? ¡¡¡¡¡¡
    Esto se está poniendo interesante...

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  4. Uyyyy,qué quilombo se avecina

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  5. Vaya tiparraco!
    qué interesante historia!!!!!!

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