REFLEXIONES TRAS UNA EJECUCIÓN

La foto con la que ilustro el "post" de hoy, está tomada en una fecha indeterminada situada entre el 20 de Noviembre de 1.945 y el 1 de Octubre de 1.946. Fue realizada durante lo que después se conoció como el "Proceso de Nuremberg", aunque en realidad no fué uno solo, sino varios juicios casi simultáneos.

En la fotografía se pueden ver a los supervivientes de la cúpula del gobierno nazi sentados en el banquillo de los acusados, en el palacio de justicia de Nuremberg. En esa retahíla de hombrecillos frágiles, alguno de ellos con aspecto de respetable anciano, cuesta reconocér a los antaño orgullosos y altivos uniformados que recorrían las amplias avenidas de Berlín a bordo de sus potentes coches oficiales, camino de los ministerios o de la cancilleria del Reich, donde de un plumazo, con omnipotencia sobrehumana, decidirian sobre la vida o la muerte de millones de europeos.

En los días en que fue tomada la imagen, habían perdido toda la sórdida majestuosidad que inspiraban cuando gobernaban, y aparecen como unos hombrecillos endebles, empequeñecidos por los fornidos policías militares que tras ellos, vigilan todos sus gestos durante las sesiones.

Era la primera vez en la historia en la que se constituía un tribunal penal internacional, para juzgar a los antiguos dirigentes de un país por los cargos de : crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad, genocidio y maquinaciones para provocar una guerra de agresión.

Juntos todos aquellos hombrecillos del banquillo, más otros desaparecidos durante el final de la guerra, provocaron la guerra mas destructiva y con el mas elevado numero de victimas civiles y militares de toda la historia de Europa, y del mundo. Hubo que establecer jurisprudencia y leyes nuevas para poder procesarlos, figuras legales como el genocidio no estaban reconocidas en la legislación de la época.

En las sesiones del juicio, en ese banquillo, aquellos hombrecillos vestidos con sobrios trajes, escucharon los cargos que contra ellos esgrimía la fiscalía, y la defensa que de ellos realizaban sus abogados. Durante aquellos largos dias, el público y los periodistas que asistieron a las sesiones, pudieron contemplar la miseria, el egoísmo, la mendacidad, y en algunos casos, la paranoia y la demencia de aquellos antiguos jerarcas que decidieron sobre la vida y la muerte de millones de personas.

Toda la miseria espiritual e ideológica de aquellos desgraciados quedó descubierta públicamente a la vista de todo el mundo. Se hizo justicia, se dictaron sentencias de muerte, cadenas perpetuas, y penas de prisión de décadas de duración.

El mito nacionalsocialista quedó conjurado al exponér a la vista pública todo el horror que se ocultaba tras la imagen pulcra de aquellos hombres. Salvo por cuatro descerebrados con un bajo coeficiente mental, la ideología nazi es casi inexistente en nuestros días. El horror de aquellos años quedó grabado indeleblemente en la memoria histórica.


La noticia de esta semana, es sin duda la ejecución de Osama Bin Laden en Afganistán a manos de un comando de operaciones especiales de la armada de los Estados unidos. Un pelotón de soldados se ha convertido en fiscal, juez y verdugo, y en apenas cuarenta minutos ejecutó una sentencia de muerte en las sombras de una noche en Afganistán.

Vaya por delante que alguien como Osama Bin Laden no me inspira ninguna compasión, como no me inspiran ninguna los jerifaltes del Tercer Reich que se sentaron en el banquillo de los acusados en el palacio de justicia de Nuremberg.

El odio irracional inspirado en el credo wahabbita, el desprecio por las vidas ajenas, la persecución a todo aquél que no pertenezca a la secta, los asesinatos indiscriminados, la xenofobia feroz, la falta de libertades que subyace dentro de una falsa religión, es lo mas parecido que conozco a la ideología nacional socialista.

Pero creo que Osama Bin Laden no debía ser ejecutado de un disparo a la cabeza. Bin Laden tendría que haber sido capturado con vida y sentado delante de un tribunal de justicia. La Corte Penal Internacional de La haya en Holanda, podría haber sido el instrumento adecuado para juzgar los crímenes de Bin Laden.

Los criminales de guerra que sembraron de muerte la antigua Yugoslavia, o al menos, a los que se ha conseguido detener, ya han probado lo que se siente ocupando el banquillo de los acusados.

Me habría gustado ver como la miseria de Bin Laden se pondría al descubierto en las sesiones de tribunál. Escuchar su vóz balbuceando algún alegato en su defensa, o contemplar su insolencia con el tribunal. No sabremos nunca cuál habría sido su actitud hacia el tribunál en un juicio público. Pero lo que si habría quedado al descubierto bajo las luces de la sala, seria su miseria, su pequeñez y toda su locura.

Ver al hombre que antaño empuñaba un fusíl de asalto y amezaba al mundo, vistiendo una chaqueta de camuflaje, con enviár un invisible ejercito de suicidas dispuestos a inmolarse a mayór gloria de Alá y equipados con explosivos, vestido con un triste uniforme carcelario, pequeño, con la mirada extraviada, solo y perdido bajo la blanca lúz fluorescente de una fria sala, bajo la mirada de un corpulento policia.

No soy partidario de la pena de muerte, ni siquiera en el caso de un miserable enajenado como Osama Bin Laden, con miles de muertes manchando sus manos de sangre inocente. La cadena perpetua me parece el castigo mas justo. Ese continuo pasar de los días interminables, viendo desde la celda la luz del día en su camino desde el Este al Oeste, sin comunicación con el mundo del exterior, sin nada a hacer, y sin futuro alguno, sin esperanza,.

Debe ser lo mas parecido a vivir en el infierno. Condenado a vivir consigo mismo, condenado a deslizarse lentamente hacia la locura definitiva. Apareciendo una madrugada encogido en un rincón de la celda, rigido y frio, tras habér perdido la razón y la conciencia del tiempo pasado dentro de aquél agujero.

Este fué el caso de Rudolf Hess, condenado en Nuremberg a cadena perpetua

Habria sido el castigo mas adecuado.

Porque con su muerte, sus ejecutores lo han convertido en un mito para sus enloquecidos seguidores.

Hace siglos, durante la mas oscura edad media, un olvidado monje inglés lo resumió de una manera magistrál en unos cortos versos :

                                  No me preguntes por quién doblan las campanas,
                                 las campanas doblan por tí, por mí, por toda la humanidad