Ya era noche cerrada cuando Ernesto entró en la calle de la urbanización de Sant Cugat donde vivía. A pesar de las prisas, se había duchado tal y como Nuria le habia recomendado. Eso, y un poco de la colonia que usaba habitualmente habían eliminado los efluvios de la tarde de sexo intensivo que había disfrutado.
Tenia un frasco de su marca en el tocador de Nuria. Quizás el perfumarse con ella le ayudaba a mitigar el atisbo de mala conciencia que sentía después de aquellos encuentros. Una vez saciada su ansiedad carnal, siempre sentía aquél malestar triste y especial, aquella leve vocecita muda pero incansable, que le decía que estaba jugando con los sentimientos de dos mujeres muy diferentes. Y que era un juego perverso y egoista
Los faros del Mercedes iluminaron el coche camuflado de la Policía Nacional, donde una pareja de agentes ejercían un control discreto de la zona. También ellos formaban parte de la seguridad que aparejaba su cargo.
Accionó el mando a distancia del mecanismo que abría la puerta del acceso de vehículos de la casa.
Victória estaba sentada al pié del olivo centenario del jardín. Hacia un par de horas que había regresado del gimnasio. Consumió en la cocina una ligera merienda-cena, y ahora disfrutaba allí sentada, vestida con un sencillo chándal, del aire del anochecer cargado de aroma de jazmín mientras tomaba un refresco y escuchaba algo de música en un pequeño reproductor.
Adoraba ese momento en que el cielo viraba los tonos rojizos del atardecer hacia aquél violeta profundo justo antes de la noche.
Vicky, la única hija de ambos, tenia la costumbre de empalmar su jornada laboral en Barcelona con alguna cena y copeo posterior casi todos los viernes, y Ernesto tenia unos horarios imprevisibles, sobre todo en los últimos tiempos, así que había cenado sola.
Bueno, sola del todo, no.
En compañía de "Mirmidón" su bull-terrier de color blanco, un perro cariñoso y follonero, que la había "ayudado" a liquidar una buena ración de pechuga de pavo cocida.
La idea de traer a casa a Mirmidón fué cosa de Ernesto. Victoria nunca había sido partidaria de tener animales en casa, y al principio se resistió a adoptarlo. Aunque en el fondo reconocía que Ernesto tenia razón en que el animál les daría una cierta tranquilidad ante alguna intrusión en la casa. A pesar de sus reticencias, cedió.
De eso hacia tres años, y aquel cachorro torpe y desgarbado, pero cariñoso y fiel se había ganado el corazón de Victoria, y se había convertido en su mejor amigo. Victoria y Mirmidón corriendo por las calles de la urbanización se habían convertido ya en parte del paisaje cotidiano.
Lo del nombre del animál había sido cosa de Vicky. Ernesto, en un ataque de megalomanía quiso bautizarlo como Aquiles. Vicky se horrorizó, aquello seria una falta de respeto tremenda hacia el legendario guerrero aqueo, y propuso una solución de compromiso : llamarle Mirmidón, como los temibles amiguetes de Aquiles. Ernesto no pudo reparos, le parecía un buen nombre para un perro feroz, como los primeros infantes de marina de la historia.
Pero la verdad, es que Mirmidón era cualquier cosa menos un perro feroz y agresivo. Aunque eso si, tenia un potente ladrido, y una magnífica planta.
Los faros del Mercedes iluminaron la puerta automática de acceso para coches, y Ernesto accionó el mando a distancia. "Mirmidón" empezó a ladrar nerviosamente, no reconocia aquél vehículo. Victoria tampoco identificaba aquél vehículo plateado, y pensó que a Ernesto le habían cambiado le coche oficial por otro nuevo.
El coche extraño superó la puerta automática ya abierta, y se detuvo en el carril del garaje. El suave ronroneo del motor se detuvo con un leve siseo, y Ernesto descendió del coche.
-- Buenas noches Victoria, ¿ que te parece el nuevo coche que nos hemos comprado ?.--
Victoria le miraba atónita.
-- ¿ Que quieres decir con eso de que "nos" hemos comprado ?. ¿ Que ha sido del "Audi" ?.--
-- No te he dicho nada, porque quería que fuese una sorpresa. El "Audi" lo he entregado a cuenta de este "Mercedes" nuevo.
Victoria miraba de hito en hito a Ernesto y al coche en silencio. El perro olisqueaba el vehículo nuevo e hizo amago de levantar la pata y orinar uno de los neumáticos. Ernesto le lanzó al chucho un leve puntapié en el trasero para evitar la indeseada travesura.
-- ¿ No te gusta, amor mio ?.-- La mujer mantuvo la mirada fija en el coche, aún en un silencio pensativo.
Miraba las lineas redondeadas y el frontal deportivo, casi agresivo. La puerta abierta del conductor le dejaba entrever el interior de cuero iluminado por la lampara del techo, olía a cuero y a vehiculo nuevo
-- Bueno, no. . . . o sí.. . . , me gusta, es bonito, desde luego, ¿ pero realmente era necesario comprar algo tan ostentoso ?.--
-- ¡¡ Nos lo merecemos, Victoria !!, podemos pagarlo, de hecho ya está pagado, y solo viviremos una vez. Ven, sube, te lo enseñaré por dentro antes de meterlo en el garaje.
Mientras Ernesto le enseñaba el funcionamiento de aquél monstruo, Victoria apenas le prestaba atención.
Ya se sentía demasiado presionada por la exposición púbica que implicaba el cargo de su marido. Se sentía incomoda cuando eran reconocidos en sus salidas por Barcelona, y el antiguo "Audi" les confería algo de anonimato en los desplazamientos, era un coche de gama alta, pero relativamente anodino y anónimo.
Definitivamente aquél cambio no le gustaba.
"Mirmidón" aprovecho la falta de atención para orinarse en aquél neumático del que se había encaprichado. Una vez que acabó, correteó alegremente por el jardín para celebrar su "triunfo".
Ernesto encerró el coche en el garaje, y regresó al jardín junto a Victoria y al perro. "Mirmidón" olisqueó con insistencia los pantalones de su amo.
-- ¿ Que le pasa hoy a este perro ?.--
El animál continuó con su insistente olisqueo, que fué ascendiendo por el pantalón hasta la entrepierna, donde clavó la nariz, olisqueando aún mas ruidosamente.
Victoria soltó el inicio de una carcajada.
-- ¡¡ Vaya !!, un "machito" en celo, identificando a otro "machito".--
Ernesto vió que la sonrisa de Victoria había pasado a ser un rictus en sus labios, y apartó bruscamente al perro. El no sonreía.
-- ¡¡ Dios mio !!, a veces creo que tiene algo de bruja.--, pensó para si mismo.
( Continuará )