Iñaki Rekarte y Jordi Ébole durante la entrevista ( fuente : A3 Media )
Hablaste sin tapujos ni reservas de los cuatro asesinatos que tienes sobre tu conciencia, uno perpetrado en tu Irún natal, y los otro tres, en Santander. Recordabas perfectamente el nombre del primero de ellos, Francisco Gil, un joven adicto a las drogas y del que sospechabais que se dedicaba al menudeo de drogas. Un "objetivo" casual. La organización no os había dado instrucciones exactas de a quién matar o no. Sencillamente lo matasteis porque estaba a vuestro alcance sentado en la plaza del ayuntamiento, y ETA había clasificado a los narcotraficantes como "enemigos del pueblo vasco" también. Fue fácil, solo hubo que apretar el gatillo de un subfusíl a quemarropa.
Pero no recordabas los nombres de tus victimas el 19 de Febrero de 1.992 en el barrio de La Albericia, Santander. Fueron Antonio Ricondo, un joven estudiante de química, Eutimio Gómez, celador sanitario, y su esposa : Julia Rios. Eutimio y Julia tenían dos hijos de corta edad, y regresaban a su domicilio para reunirse con sus hijos y cenar en familia una vez acabada la jornada de Julia en una panadería.
No se si tu olvido es un mecanismo de defensa contra la locura. Sus nombres se citaron varias veces durante el juicio por aquél atentado. Es posible que durante los veinte años que pasaste en prisión tu subconsciente eliminase esos nombres de tu memoria. Veinte años a solas contigo mismo, es mucho tiempo.
Nos explicaste cual fue el proceso que te llevó a renegar de tu militancia en ETA, de tu ideología racista y a arrepentirte de tus crímenes. Fue por amor.
Timoteo dice que lo único que puede redimir del todo a un ser humano de sus miserias es el amor, un amor sincero. Y creo que a ese gamberro no le falta razón. En tu caso, te enamoraste de la que hoy es tu esposa y madre de tu hijo, una trabajadora social de prisiones, en la prisión del Puerto de Santa Maria.
Fue en tu itinerario por las diferentes prisiones por las que pasaste donde descubriste que esos a los que llamabais despectivamente "españoles", eran personas exactamente igual que tú, ni peores, ni mejores. Sencillamente personas como tú. También nos explicaste que allí descubriste las miserias de alguno de vuestros lideres, concretamente de Francisco Mujica Garmendia, "Pakito" o "Artapalo" en nombre clave, a quién calificaste de ser un pobre desgraciado.
Y que llegó el momento en que abandonaste la disciplina de la banda, a pesar de las presiones que recibías, y decidiste acogerte a las medidas de reinserción.
Tu proceso de salida de ETA recuerda mucho al que experimentan los miembros de algunas sectas una vez liberados de la influencia de sus "gurús". Ser consciente de las mentiras en las que has creído durante años, y asumir los errores que has cometido amparado en ellas.
En contra de algunas opiniones que he escuchado estos días, creo que tu arrepentimiento es sincero. Y creo que has demostrado valor haciendo público todo esto en una entrevista de televisión emitida en horario estelar. Muchos de tus antiguos compañeros han salido de prisión acogiéndose a las medidas de reinserción, pero lo han hecho de una forma silenciosa, y ahora viven en libertad tratando de pasar desapercibidos todo lo posible, confundiéndose con el paisaje y sin hacer ruido.
Silvia Gómez, la hija de Eutímio y de Julia, dos de tus victimas en Santander, ha publicado una dura carta donde te niega su perdón. No me extraña nada, y supongo que tampoco te extrañará a ti. No hay nada que pueda compensar a Silvia y a su hermano por la pérdida de sus padres aquél lejano dia de 1.992.
Sigo teniendo amigos y conocidos en el Pais Vasco, que me cuentan que poco, o casi nada ha cambiado desde que ETA ha dejado de asesinar. Sigue existiendo una profunda herida en la sociedad vasca que no se ha cerrado. El ambiente en algunos lugares sigue siendo tenso e irrespirable entre victimas y simpatizantes de los asesinos. Los familiares de las victimas siguen siendo objeto de hostilidad, y cuando no, de indiferencia.
Por eso creo que confesiones descarnadas como las tuyas son necesarias para ir desmontando las mentiras del pasado, para destapar la verdadera realidad, y para devolverles la dignidad y el respeto a miles de personas.
Para que se sepa que no existen "causas sagradas" que justifiquen décadas de asesinatos y de miedo. Para que muchos caigan en la cuenta de que esos "patriotas de capucha y txapela" que impusieron el terror, fueron y son una pandilla de delincuentes comunes que envolvieron sus crímenes en una bandera, y embaucaron a una buena cantidad de crédulos y "almas de cántaro".
Gracias Iñaki, por hacerte visible, y decir en voz alta lo que tanto tiempo yo llevaba esperando oír.
Esperemos que cunda tu ejemplo, y mas voces se sumen a la tuya poniendo al descubierto la razón autentica del horror : la maldita ignorancia.
Un abrazo.
Reconozco que empecé a ver la entrevista que te hizo el periodista Jordi Ébole mientras cenaba el pasado domingo con algún prejuicio sobre lo que iba a escucharte decir acerca de tu actividad criminal en ETA. Pero tengo que reconocer que al cabo de unos minutos la sorpresa hizo que se me cayera la cuchara que empuñaba dando cuenta de mi cena.
Entre ETA y yo ha habido algo personal desde el 2 de Octubre de 1.981. Por aquel entonces tu debías tener ocho o nueve años. Tus compañeros del sector "político-militar" ( nunca entendí demasiado bien la diferencia entre un ala u otra ) colocaron una mina magnética con veinte kilos de explosivo plástico en el costado del destructor "Marques de la Ensenada" amarrado en el puerto de Santander, donde yo, a las cinco de la mañana, la hora de la explosión, dormía con el duermevela de los cansados.
El siniestro chasquido de la dinamita fue mi despertador aquella madrugada.
Aunque soy un agnóstico militante, creo que aquella lejana noche se produjo un milagro : el que aquella potente bomba no matase a nadie, y que la explosión no afectase a nuestros depósitos de munición ( abarrotados con mil doscientos proyectiles de 127 milimetros ), arrasando toda la zona portuaria de Santander.
Aquello bien pudo ser la masacre mas espantosa sucedida en este país en tiempo de paz. Pero por suerte para mí y miles como yo, no fue así.
Cada segundo de Octubre, celebro mi "otro" cumpleaños. Descorcho una botella de cava para brindar por la vida, la mía y la de muchos más.
También lo hago por mis compañeros de máquinas de aquella época, que con su intervención muy profesional y arriesgada evitaron una explosión secundaria que habría terminado el trabajo que empezaron tus "colegas poli-milis". Tuvieron que cerrar la comunicación entre calderas sumergidos, buceando bajo el fuel-oil derramado de los depósitos reventados, identificando al tacto las válvulas que debían cerrar. Lo consiguieron, y evitaron lo peor.
Aquella madrugada vi a muchachos comportarse como hombres curtidos, y a hombres curtidos derrumbarse colapsados entre lágrimas. En situaciones al limite, el comportamiento humano es imprevisible.
Desde entonces, entre los etarras y yo, ha habido algo personal. Empecé a buscar los motivos por los cuales alguien a quien no tenia el gusto de conocer, había intentado matarme y de paso me había insultado tachándome de "enemigo del pueblo vasco". A mis veintiún años, yo no era el "enemigo" de nadie, y mucho menos del pueblo vasco.
Eran lo que después se llamó los "años de plomo". El año anterior, habíais asesinado a noventa y tres personas, un muerto cada cuatro días. Visto desde este momento, tanta violencia es sobrecogedora, y asombra que hayamos podido digerir tanta sangre con cierta normalidad.
Me empapé con el ideario de Sabino de Arana, con los postulados ideológicos que empleabais para justificar vuestra "lucha". Y no encontré nada mas que palabrería grandilocuente que mezclaba marxismo de opereta con teorías racistas al mejor y mas puro estilo de los nazis. Pero nada, nada absolutamente que pudiera justificar vuestros crímenes, vuestros chantajes y vuestros asesinatos. Tan solo que os habíais entregado a una "causa sagrada" absolutamente artificial e inventada.
Pasaron los años, y con cada atentado, volvía a escuchar aquel siniestro chasquido seco en mi interior. Sucedieron masacres como la del atentado de Hipercor, o el de la casa-cuartel de la Guardia Civil en Vich o la de Zaragoza.
Estas desgracias me confirmaron lo que yo pensaba : os importaba un bledo quienes fuesen las victimas, personal militar, civiles, mujeres, ancianos o niños. Cualquier victima servia para vuestros postulados fanáticos e irreales. Erais la amenaza irracional, la pistola apuntando a la sien de cualquiera, la locura armada ciega, un mono enloquecido con una ametralladora entre las manos.
Por todo esto, no esperaba oírte decir nada que no supiese ya. Creía que ibas a justificar tus crímenes con toda esa sobada palabrería sobre un pueblo oprimido que lucha por su liberación.
Pero no fue así, durante la entrevista fuiste desgranando tu peripecia dentro de ETA con lo que creo que ha sido sinceridad. Que entraste en el grupo siendo un joven que nada sabia de la ideología nacionalista y etarra, tan solo porque habías crecido en Irún, rodeado por un entorno que mitificaba a los "gudaris", los guerreros vascos, y que entre la juventud de tú época "molaba" ser uno de aquellos pistoleros.
Me hizo sonreír tu confesión de que ya una vez en prisión fue cuando decidiste formarte estudiando el nacionalismo vasco y las teorías políticas marxistas de la banda, porque hasta entonces de eso no sabias absolutamente, nada, NADA.
Me hizo sonreír tu confesión de que ya una vez en prisión fue cuando decidiste formarte estudiando el nacionalismo vasco y las teorías políticas marxistas de la banda, porque hasta entonces de eso no sabias absolutamente, nada, NADA.
Por cierto, ¿ sabias que Sabino de Arana era un racista radical ?, porque para el, cualquiera que no fuese vizcaíno era un degenerado. Tu, como guipuzcoano no entrabas en su paradigma de vasco "autentico". Que en Barcelona tengamos una calle dedicada a semejante personaje es algo penoso para cualquiera que conozca un poco su "ideario".
Hablaste sin tapujos ni reservas de los cuatro asesinatos que tienes sobre tu conciencia, uno perpetrado en tu Irún natal, y los otro tres, en Santander. Recordabas perfectamente el nombre del primero de ellos, Francisco Gil, un joven adicto a las drogas y del que sospechabais que se dedicaba al menudeo de drogas. Un "objetivo" casual. La organización no os había dado instrucciones exactas de a quién matar o no. Sencillamente lo matasteis porque estaba a vuestro alcance sentado en la plaza del ayuntamiento, y ETA había clasificado a los narcotraficantes como "enemigos del pueblo vasco" también. Fue fácil, solo hubo que apretar el gatillo de un subfusíl a quemarropa.
Pero no recordabas los nombres de tus victimas el 19 de Febrero de 1.992 en el barrio de La Albericia, Santander. Fueron Antonio Ricondo, un joven estudiante de química, Eutimio Gómez, celador sanitario, y su esposa : Julia Rios. Eutimio y Julia tenían dos hijos de corta edad, y regresaban a su domicilio para reunirse con sus hijos y cenar en familia una vez acabada la jornada de Julia en una panadería.
No se si tu olvido es un mecanismo de defensa contra la locura. Sus nombres se citaron varias veces durante el juicio por aquél atentado. Es posible que durante los veinte años que pasaste en prisión tu subconsciente eliminase esos nombres de tu memoria. Veinte años a solas contigo mismo, es mucho tiempo.
Nos explicaste cual fue el proceso que te llevó a renegar de tu militancia en ETA, de tu ideología racista y a arrepentirte de tus crímenes. Fue por amor.
Timoteo dice que lo único que puede redimir del todo a un ser humano de sus miserias es el amor, un amor sincero. Y creo que a ese gamberro no le falta razón. En tu caso, te enamoraste de la que hoy es tu esposa y madre de tu hijo, una trabajadora social de prisiones, en la prisión del Puerto de Santa Maria.
Fue en tu itinerario por las diferentes prisiones por las que pasaste donde descubriste que esos a los que llamabais despectivamente "españoles", eran personas exactamente igual que tú, ni peores, ni mejores. Sencillamente personas como tú. También nos explicaste que allí descubriste las miserias de alguno de vuestros lideres, concretamente de Francisco Mujica Garmendia, "Pakito" o "Artapalo" en nombre clave, a quién calificaste de ser un pobre desgraciado.
Y que llegó el momento en que abandonaste la disciplina de la banda, a pesar de las presiones que recibías, y decidiste acogerte a las medidas de reinserción.
Tu proceso de salida de ETA recuerda mucho al que experimentan los miembros de algunas sectas una vez liberados de la influencia de sus "gurús". Ser consciente de las mentiras en las que has creído durante años, y asumir los errores que has cometido amparado en ellas.
En contra de algunas opiniones que he escuchado estos días, creo que tu arrepentimiento es sincero. Y creo que has demostrado valor haciendo público todo esto en una entrevista de televisión emitida en horario estelar. Muchos de tus antiguos compañeros han salido de prisión acogiéndose a las medidas de reinserción, pero lo han hecho de una forma silenciosa, y ahora viven en libertad tratando de pasar desapercibidos todo lo posible, confundiéndose con el paisaje y sin hacer ruido.
Silvia Gómez, la hija de Eutímio y de Julia, dos de tus victimas en Santander, ha publicado una dura carta donde te niega su perdón. No me extraña nada, y supongo que tampoco te extrañará a ti. No hay nada que pueda compensar a Silvia y a su hermano por la pérdida de sus padres aquél lejano dia de 1.992.
Sigo teniendo amigos y conocidos en el Pais Vasco, que me cuentan que poco, o casi nada ha cambiado desde que ETA ha dejado de asesinar. Sigue existiendo una profunda herida en la sociedad vasca que no se ha cerrado. El ambiente en algunos lugares sigue siendo tenso e irrespirable entre victimas y simpatizantes de los asesinos. Los familiares de las victimas siguen siendo objeto de hostilidad, y cuando no, de indiferencia.
Por eso creo que confesiones descarnadas como las tuyas son necesarias para ir desmontando las mentiras del pasado, para destapar la verdadera realidad, y para devolverles la dignidad y el respeto a miles de personas.
Para que se sepa que no existen "causas sagradas" que justifiquen décadas de asesinatos y de miedo. Para que muchos caigan en la cuenta de que esos "patriotas de capucha y txapela" que impusieron el terror, fueron y son una pandilla de delincuentes comunes que envolvieron sus crímenes en una bandera, y embaucaron a una buena cantidad de crédulos y "almas de cántaro".
Gracias Iñaki, por hacerte visible, y decir en voz alta lo que tanto tiempo yo llevaba esperando oír.
Esperemos que cunda tu ejemplo, y mas voces se sumen a la tuya poniendo al descubierto la razón autentica del horror : la maldita ignorancia.
Un abrazo.